Debo… lo niego

De veras que nadie puede acusar a estos señores de tarugos.

Guillermo Fárber
Columnas
Barack Obama, presidente de Estados Unidos
Foto: AP

De veras que nadie puede acusar a estos señores de tarugos. Serán rateros, despilfarrados, irresponsables y lo que quieras, menos tontos. Seguro que millones de los directamente damnificados (sobre todo mis contemporáneos gringos babyboomers) aprobarán esta medida, pues les parecerá perfectamente razonable. ¡Los están despojando de su futuro y todavía solemnemente aplauden! Como las proverbiales focas, jajaja. Esta farsa se pone cada vez más divertida.

Harto de los jaloneos sobre el “techo” de la deuda nacional (aunque fuera puro teatro político) el gobierno de Barack Obama realiza oootro de sus trucos tipo David Copperfield y acaba de desaparecer mágicamente $5,000,000,000,000 (cinco billones) de dólares de ese pendientito (casi su tercera parte).

La flamante Debt Limit Reform Act (HR 3293) es un paso más en la eutanasia del Welfare system. Cual debe ser en todo buen truco político, el nombre de este decreto es engañoso, puesto que no reforma el proceso de endeudarse sino que su propósito real es esfumarle al gobierno mágicamente una tercera parte de sus pasivos: lo autoriza a dejar de contar (a desaparecer del balance, pues) la carga pasada, presente y futura que tiene con “otras agencias intragubernamentales”, especialmente Seguro Social y Medicaire. Estas agencias tienen depositados en el gobierno sus masivos fondos de reserva; o sea, el gobierno debe ese dinero, por más que ahora quiera desaparecer dicha deuda.

El problema es que esos dinerales no son de esas agencias, y mucho menos del gobierno: son de los contribuyentes, quienes ahí guardan esos ahorros para su retiro y sus gastos médicos.

Damnificados

Esta treta es inaceptable desde un punto de vista de elemental técnica contable, pero por lo pronto Obama ya la hizo: ese enojoso jaloneo periódico entre los partidos gringos sobre el “techo” de la deuda obtiene una tregua inesperada de tres años. ¡Justo lo que le queda a Obama! Ah, qué muchacho más ladino.

Esto ya lo sabemos todos desde siempre, pero suele olvidárseles a los economistas keynesianos en el arrebato de sus “valientes” orgías crediticias (como los que contrataron montañas de deuda durante la Docena Trágica de Echeverría y López Portillo): siempre que los gobiernos se endeudan de más, alguien va a salir muy raspado.

¿Quiénes serán los damnificados? Los de costumbre, y en el orden de costumbre. Sin duda, los acreedores de cualquier gobierno salen perjudicados cuando este reniega de sus compromisos en forma de bonos, certificados o lo que sea (papeles en que se compromete a pagarle al tenedor determinada cantidad al vencimiento). O bien el banco central, provocando así una crisis de divisas (currency crisis). Pero esos son los segundos damnificados. Los primeros son siempre los propios ciudadanos, a quienes se les prometió que en su vejez recibirían atención médica gratuita y pensiones vitalicias. Los gobiernos en situaciones financieras imposibles simplemente reniegan de estas promesas.

¿Y los ciudadanos? ¿Y tú y yo? ¿Todavía no entiendes que el Estado es más importante que ningún individuo y su sobrevivencia justifica cualquier sacrificio (ajeno, desde luego)?