La gestión de las fronteras

Las delimitaciones entre los países son creaciones convencionales que atienden a aspiraciones, temores y expansionismos, por lo que siempre han sido y serán fuente de tensiones.

Javier Oliva Posada
Columnas
La más transitada del orbe
Foto: David Ludwig / Creative Commons

Las delimitaciones entre los países son creaciones convencionales que atienden a aspiraciones, temores y expansionismos, por lo que siempre han sido y serán fuente de tensiones. La vieja y conocida frase: “Las fronteras no son para siempre, por eso siempre hay que defenderlas”, mantiene plena vigencia sobre todo en una época en donde la gran creación del Estado-nación se encuentra sometida a tantas e insólitas presiones que de distintas formas buscan su debilitamiento.

Observemos la casi caótica situación de las fronteras de Siria, Irak y Afganistán. El deterioro del Estado ha permitido que emerjan las más radicales expresiones hasta ahora conocidas del terrorismo de inspiración islámica.

El Estado de Irak y Levante, que ha venido cambiando su denominación hasta quedar solo como Estado Islámico, ha proclamado en la inexistente delimitación entre Irak y Siria un califato patrimonio de todos los creyentes de El Corán y del profeta Mahoma.

Contando con la participación de cientos de milicianos voluntarios procedentes de varias partes del mundo, incluyendo Europa, ha puesto en evidencia la conveniencia para todas las partes de contar con autoridades respetables que a su vez hagan respetar la soberanía de los países en cuestión.

En cualquier parte del mundo la fronteras forman parte de la complejidad de las múltiples relaciones que hay entre culturas, religiones, etnias y costumbres, pero además lo que contienen los territorios, cielos y mares, que son reservas energéticas, pasos estratégicos de mercancías, entre otros atractivos para ser explotados de forma ilegal por grupos, bien sean criminales o terroristas, que para el caso de violaciones al Estado de Derecho se tratan de expresiones que en su accionar vulneran el funcionamiento de los sistemas sociales, por un lado, y por otro deterioran la capacidad de las instituciones y de la administración para hacer valer el principio de autoridad.

Oportunidad

La frontera entre México y Estados Unidos es la más transitada en el mundo. Los millones de cruces que diariamente se efectúan propician sin duda momentos de tensión, a la vez que procuran oportunidades negativas para el crimen organizado.

De allí que aun cuando sean expresiones propias de un inminente proceso electoral interno el gobernador Rick Perry, de Texas, al desplegar a las tropas de la Guardia Nacional (facultad que le confiere la ley) muy lejos está de convocar al entendimiento o a la aplicación de medidas sensatas para controlar la inmigración. Y esta es otra de las principales características de las fronteras: la imposibilidad de detener las migraciones, cualquiera que sea el motivo u origen de las mismas.

Guerras, desastres ambientales, búsqueda de oportunidades… Lo cierto es que la migración forma parte de la naturaleza humana. Desde los relatos bíblicos hasta nuestros días los flujos migratorios representan una de las formas más dramáticas y efectivas para generar nuevos espacios de entendimiento. De ahí que la gestión de las fronteras en este dinámico siglo XXI deba verse como una realidad sistemática, permanente, a la que es mucho mejor afrontar con el entendido de que siempre estarán allí, para que en consecuencia las maneras de administrarlas se alejen de potenciales conflictos violentos.

Este argumento va a favor del recíproco reconocimiento de las fronteras y de lo que las mismas implican, que son espacios compartidos para su gestión y que solamente a través del entendimiento podrán ser vistas como una oportunidad y no como una amenaza.