Poder La construcción del Aeropuerto de la Ciudad de México es “pólvora mojada” para grupos que quieren politizarlo. Dos meses antes de que iniciara el actual sexenio el equipo de transición de Enrique Peña Nieto designó al exgobernador de Hidalgo, Manuel Ángel Núñez Soto, para que organizara los puntos clave de este gran proyecto. Materialmente dos años se llevó la organización, que va desde el diseño arquitectónico hasta la conclusión de la obra, misma que se llevará más de un lustro y una inversión de casi diez mil millones de dólares. Para hacer un aterrizaje aterciopelado de esta terminal aérea, sobre todo con los habitantes de seis municipios de la zona aledaña a Texcoco, el gobierno adquirió de comuneros varias hectáreas para la construcción de la terminal. En estos momentos, de acuerdo con datos extraoficiales, el gobierno tiene 90% de las dos mil hectáreas donde se hará la megaobra. Sin embargo se oponen comuneros de San Salvador Atenco, que crearon un fuerte conflicto en la administración de Vicente Fox en 2005 para rechazar la construcción. La zona donde se prevé la obra es en 40% de producción de cinco productos, entre los que destacan el pepino y el maíz. Los opositores a la obra intimidan a los comuneros para que no vendan, pero el avance los convierte en una minoría. Claro, no se descarta que se generen conflictos donde grupos de izquierda y del PRD, fundamentalmente, hagan uso de estrategias anarquistas. Pero la negociación política y económica con los comuneros está en marcha desde hace más de un año.
Dinero Ahora el negocio está en la construcción y la joya de la corona será, definitivamente, la construcción de la nueva terminal aérea de la Ciudad de México. Es muy claro que no será una sola empresa, como ocurrió en la terminal 2 del aeropuerto actual, donde ganó Gutsa, de Juan Diego Gutiérrez Cortina, aunque estaba inhabilitada por la Función Pública por incumplimiento de varios contratos (que ese no fue obstáculo para construir la Torre de Luz Bicentenario en la administración de Felipe Calderón), donde terminaron en tribunales por incumplimientos. En fin, ya afilan sus dientes las principales constructoras mexicanas que buscan socios internacionales. Están en la jugada Prodemex, de Olegario Vázquez Aldir; Coconal, de Héctor Ovalle; Grupo Carso, de Carlos Slim; Teya, de Juan Armando Hinojosa; Grupo ICA, de Bernardo y Alonso Quintana; Grupo Indi, de Manuel Muñoz Cano; IDINSA, de Víctor Ortiz, y GMD, de Jorge Ballesteros, entre otras más. Las sociedades con grupos internacionales de estas empresas se están concretando en estas fechas para llegar con mayores “puntos”, como demandan las actuales legislaciones. El proyecto arquitectónico quedó en dos propuestas finalistas de un total de ocho: la de Fernando Romero (yerno de Carlos Slim), asociado con la firma Foster & Partners, del arquitecto británico Norman Foster, y la de Enrique Norten, asociado con Skidmore, Owings & Merrill. El concepto arquitectónico ganador fue el de Romero-Foster, mismo que tiene tintes similares a los modernos aeropuertos europeos que se derivaron del de Orly en los ochentas. Ahí se verá la batalla que se agudizará en 2015.
Responsabilidad Social Corporativa Fundación Coca-Cola Company, el brazo filantrópico de The Coca-Cola Company, entregó 26 millones de dólares en aportaciones a 85 organizaciones comunitarias durante el primer trimestre de este año. Los donativos apoyan las áreas globales prioritarias de la Fundación, divididos de la siguiente forma: 9.7 millones para el uso eficiente y administración del agua, 3.6 millones para la promoción de la actividad física y programas sobre nutrición, 7.4 millones para la educación (incluyendo cinco millones para becas de universitarios) y 4.9 millones para programas de reciclado en comunidades y otras prioridades locales, tales como iniciativas contra el VIH-sida, la malaria, el desarrollo juvenil y algunas iniciativas cívicas.