Cultura de la prevención

El gobierno no tuvo una actuación perfecta ante el embate del huracán Odile en este mes de septiembre. Hemos avanzado mucho en la cultura de prevención de desastres pero nos falta un buen trecho por andar.

Sergio Sarmiento
Columnas
México está mejor preparado
Foto: Especial

El gobierno no tuvo una actuación perfecta ante el embate del huracán Odile en este mes de septiembre. Hemos avanzado mucho en la cultura de prevención de desastres pero nos falta un buen trecho por andar.

No hay fórmula mágica para impedir las tragedias naturales. Los países ricos y pobres las sufren. La destrucción que ocasionó el huracán Katrina en Nueva Orleáns en 2005 es un ejemplo de que hasta los países más desarrollados pueden sufrir daños enormes por desastres naturales. En el caso de Katrina hubo faltas de previsión y errores en la actuación de las autoridades. El desempeño del gobierno de México ante las grandes tormentas de 2013, Ingrid y Manuel, y ante el huracán Odile ahora nos demuestra que nosotros también tenemos mucho que aprender.

Los sismos de 1985 y el huracán Gilberto de 1988 evidenciaron hace ya casi tres décadas que en México no teníamos una cultura de protección civil. Numerosos edificios de reciente construcción se desplomaron en la Ciudad de México en 1985, dejando un saldo de casi diez mil muertos, y ni la autoridad ni los ciudadanos sabían realmente qué hacer. Si bien el huracán Gilberto de 1988 fue detectado a tiempo y el Centro de Huracanes de Miami, Estados Unidos, advirtió de los riesgos que implicaba, ninguna autoridad tomó en México medidas para proteger a la población. Simplemente no había experiencia en Cancún o en Isla Mujeres sobre las posibles consecuencias de un huracán.

Lecciones

Actualmente México está mejor preparado. Los códigos de construcción se han modificado en la capital del país como consecuencia de los sismos. Si bien la nación no ha vuelto a sufrir un terremoto de magnitud 8.1 grados Richter, como el del 19 de septiembre de 1985, la ciudad ha soportado sismos de intensidad muy superior a los que han destruido otras urbes del mundo y no ha sufrido daños de consideración.

Los daños provocados en 2013 en Guerrero y Oaxaca por las tormentas Manuel e Ingrid y ahora en Baja California Sur por Odile sugieren las tareas pendientes. En Guerrero los deslaves que generaron cientos de muertos, como en la comunidad de La Pintada en Atoyac, apuntan a que en muchos lugares del país se construye en sitios que no son estables en caso de lluvias, mientras que la tala de los cerros hace que estos pierdan la cubierta vegetal que protege las laderas.

Si bien los habitantes de Baja California Sur sabían que Odile se aproximaba a sus costas, no tuvieron una alerta que advirtiera realmente de la fuerza del meteoro y de las consecuencias que podría haber al llegar el huracán a las zonas habitadas. No hubo preparación para acumular alimentos y agua embotellada. No se previeron medidas de seguridad para evitar el saqueo.

México ha sufrido verdaderas tragedias por fenómenos naturales en las últimas décadas. Mucho hemos aprendido. Pero cada nuevo desastre natural, como el que hoy ha generado Odile en Baja California Sur, nos trae nuevas lecciones que no podemos darnos el lujo de desaprovechar.