Herencia negra de Pemex

Cuando el tema llegó a la actividad petrolera de México, el presidente de una de las compañías usó una palabra que en nuestro país se traduciría como corrupción.

Alberto Barranco
Columnas
La mala imagen la arrastra el país
Foto: Matthew Rutledge / Creative Commons

Desatada la especulación sobre el monto de capital extranjero que llegará al país al impacto de la reforma energética, la mosca en la sopa la constituye la mala fama de Petróleos Mexicanos, es decir, la percepción de que en México la única forma de amarrar contratos es por la vía de los sobornos.

Como usted sabe, en Estados Unidos y los países europeos las penalidades para las empresas que incurren en ese tipo de delitos son durísimas.

En 1983, invitado por el gobierno canadiense para visitar las principales empresas de ese país de cara a la inminente firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el periplo nos llevó a la región de Alberta, donde se asientan las principales petroleras del país de la hoja de arce.

El caso es que cuando el tema llegó a la actividad petrolera de México, el presidente de una de las compañías usó una palabra que en nuestro país se traduciría como corrupción.

La mula no era arisca.

Ahí están los escándalos que en el pasado involucraron a empresas estadunidenses. Ahí para no ir lejos, el litigio en una Corte de Nueva York por la presunción de sobornos a Pemex de las empresas alemana Siemens y coreana SK en el marco de la reconfiguración y modernización de la refinería de Cadereyta en Nuevo León.

En la catarata ni el sindicato se salva. Hace unas semanas una Corte de Houston, Texas, falló en su contra en un largo litigio interpuesto por la empresa texana Arriba Limited, que la acusó de violar un acuerdo legal para venderle seis millones de barriles de aceite residual proveniente de la refinería de Minanititlán.

Por absurdo, por kafkiano que parezca, el sindicato tenía poder para vender mercancía producida por Pemex.

El contrato se firmó en 1984.

A partir de ahí se inició una larga batalla legal en cuyo marco la ex empresa paraestatal financió al sindicato. La presunción, por ejemplo, habla de que parte de los mil 500 millones de pesos que le otorgó en 1999 se desviarían para llegar a un acuerdo con la demandante.

Pregunta

Descubierto el desvío, el escándalo fue denominado Pemexgate. Según ello el recurso se había destinado a la campaña del candidato priista por la Presidencia de la República, Francisco Labastida.

Más adelante, en 2000, Petróleos Mexicanos apoyó al sindicato con 250 millones de pesos, para su defensa, cuando el reclamo de la firma estadunidense ascendía, intereses y demás al calce, a mil 400 millones de dólares.

El contrato original era por 150 millones de billetes verdes.

La vela en el entierro de Pemex es porque según Arriba Limited el contrato se cayó ante la insistencia del sindicato en sobornar a sus funcionarios para hacerlo efectivo.

El hecho es que ahora la juez que falló en favor de la reclamante exige mil millones de dólares como compensación, ordenando la confiscación de bienes del sindicato petrolero en el exterior.

La búsqueda podría llegar a casas o condominios que pudiera tener el líder del sindicato, Carlos Romero Deschamps, en el país de las barras y las estrellas.

Digamos que la cauda aún está viva.

La gran pregunta es cómo le hará el que se ubica como nuevo Pemex, ya como empresa productiva de Estado, para quitarse el San Benito.

La mala imagen la arrastra el país.