UNAM: ¿autonomía o república autónoma?

La UNAM ha funcionado como autogestión de una élite de funcionarios universitarios aunque todos los rectores —a excepción nuevamente de González Casanova— han encontrado empleo en el sector público.

Carlos Ramírez
Columnas
UNAM sólo puede darle cabida a 10% de los demandantes
Foto: Alejandro / Creative Commons

Nacida como Real y Pontificia Universidad de México en 1551, transformada en Universidad Nacional de México en 1910 por Porfirio Díaz a instancias de Justo Sierra, y otorgada la autonomía en 1929 la UNAM ha funcionado en todas sus etapas como una formadora de cuadros del sistema político vigente.

La celebración de 85 años de autonomía universitaria debería llevar a una discusión seria sobre el agotamiento del modelo educativo, masivo y autonomista de la UNAM porque en la actualidad opera más bien como una república autónoma sin rendir cuentas a nadie de los recursos públicos asignados anualmente por parte de la Secretaría de Hacienda.

La autonomía se logró por la lucha de jóvenes vasconcelistas pero se ha llegado a situaciones de separatismo: de 1945 a la fecha todos los rectores han sido parte de la estructura de poder del PRI a excepción de Pablo González Casanova, quien arribó a la rectoría en 1970 pero renunció en 1972 por la invasión de porros y la pasividad del gobierno de Luis Echeverría.

La UNAM ha funcionado como autogestión de una élite de funcionarios universitarios aunque todos los rectores —a excepción nuevamente de González Casanova— han encontrado empleo en el sector público.

Javier Barros Sierra pasó de secretario de Comunicaciones y Transportes del gobierno de Adolfo López Mateos a rector de la UNAM y ahí padeció la venganza del presidente Gustavo Díaz Ordaz por tratar de disputarle en 1963 la candidatura presidencial del PRI. De ahí que 1968 requiera de una relectura en función de la disputa de cuadros priistas en la UNAM: consolidada por el Estado como un espacio para la capacitación profesional de cuadros para los gobiernos priistas, la UNAM perdió el rumbo en aquel año cuando los egresados no encontraron empleo en el Estado y luego cuando el gobierno abandonó los principios de la Revolución Mexicana bajo los cuales los estudiantes habían sido educados. La masificación de la Universidad condujo a la desarticulación de un modelo integral de educación. Hoy la UNAM sólo puede darle cabida a 10% de los demandantes anuales de educación universitaria.

Urgencia

La privatización de los planes de desarrollo del Estado a partir de 1982 trasladó la aportación de cuadros para el sector público de la UNAM a las universidades privadas, sobre todo el Instituto Tecnológico Autónomo de México, de donde han salido los abogados, economistas y politólogos públicos que antes se formaban en la UNAM.

El Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, que era el santuario priista del pensamiento constitucional, ha perdido presencia.

Atrapado en compromisos más políticos que eficaces el Estado ha abandonado a la UNAM al romper la relación orgánica pero el sector público no ha querido fundar más universidades públicas gratuitas.

La UNAM requiere de una reorganización estructural, abandonar espacios mediocres como la televisión y el futbol, y dedicar más recursos a la ampliación de la inscripción educativa anual. Víctima de una lucha perversa de la izquierda, el sindicalismo de la UNAM es uno de los lastres que afecta la productividad universitaria laboral y académica.

La pluralidad universitaria ha fracasado en la estructura oligárquica de control de los órganos electores, lo que ha llevado a designaciones de rectores en función de complicidades políticas e intereses del sistema y grupos dominantes internos. De ahí la urgencia de reorganizar a la UNAM para revivir la educación superior como una contribución al desarrollo.