La guerra se extiende

El comienzo de las acciones bélicas en Siria por parte de una fuerza multinacional adiciona una fuerte variable de complejidad.

Javier Oliva Posada
Columnas
Acciones concretas
Foto: AP

Como hemos apuntado en anteriores entregas, el conflicto bélico que va de Libia hasta Afganistán ha sido dinamizado por la actuación y expansión del grupo autodenominado Estado Islámico (EI) de Siria e Irak: luego de las decapitaciones de dos periodistas estadunidenses y un pacifista inglés la situación ha dado un vuelco sustancial.

Ahora, por primera vez luego de varias reuniones en Washington y París, Estados Unidos y 20 países más decidieron implicarse directamente en la contención y aniquilamiento del EI: el pasado 22 de septiembre, desde aviones cazabombarderos, con misiles lanzados desde portaaviones, se actuó en Siria sin la aceptación del tirano Bashar el-Assad.


De acuerdo con la información dada a conocer por el Departamento de Defensa norteamericano aparatos de Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes y Jordania apoyaron las acciones.

Resulta muy ilustrativo que países de la Liga Árabe se hayan sumado en definitiva a las acciones de exterminio contra el EI, sobre todo en el caso de Arabia Saudita, pues los señalamientos de su financiamiento y tolerancia a esa organización le habían conducido a una situación de aislamiento y tensiones con países vecinos y, desde luego, con Estados Unidos, su principal aliado comercial y militar.


Sin embargo el comienzo de las acciones bélicas en Siria por parte de una fuerza multinacional adiciona una fuerte variable de complejidad y, por si hiciera falta, de incertidumbre respecto de la estabilidad en esa amplia zona del planeta.

Frentes

Por su parte el presidente Barack Obama da una tardía respuesta de fuerza ante el auténtico clamor de la opinión pública conservadora de su país, así como a las exigencias de congresistas de los dos partidos políticos para poner un alto definitivo a la expansión de radicalismo expresado en las acciones del Estado Islámico contra otras minorías étnicas y religiosas.

La respuesta de los líderes de esa organización ha sido llamar a una abierta campaña de atentados contra personas, bienes y lugares que sean de alto significado para aquellos países que se hayan implicado en las acciones militares convocadas y coordinadas por Estados Unidos.

Pero quizá la muestra de fuerza tenga otro destinatario, también con fuertes intereses regionales y con alianzas históricas: Rusia y el gobierno de Vladimir Putin han sido el principal soporte de la tiranía del El-Assad. Tan solo hay que recordar el permanente bloqueo de Moscú en el Consejo de Seguridad de la ONU a cualquier iniciativa o medida que pudiera significar un debilitamiento del gobierno sirio por acciones organizadas desde la comunidad internacional. Las estrechas relaciones entre ambos países se remontan incluso a la época de la Unión Soviética.

Estancada cualquier negociación para respetar la integridad territorial de Ucrania, para Estados Unidos y la Organización del Tratado Atlántico Norte una acción clara, directa y decisiva en territorio sirio con la finalidad de aniquilar al EI en una zona de muy alta conflictividad —misma que se extiende hasta los confines de Irak y Afganistán— puede generar una nueva escalada en la que otros países, sobre todo Turquía (indudable potencia regional), han debido optar por posturas menos beligerantes y evitar con ello implicarse en un conflicto de varios y complejos frentes: desde la venta en el mercado internacional de petróleo extraído y procesado ilegalmente por el EI hasta la incipiente formación de posibles nuevas naciones con base en las peligrosas y excluyentes argumentaciones de la etnia y la religión.