Crisis del viejo régimen

En unos cuantos días el sistema político mexicano ha sido sacudido por rupturas políticas al lado de expresiones irracionales de violencia y crimen. Los que se preguntan cómo es posible que esos casos ocurran en un país que ha tenido dos alternancias pacíficas no tienen que ir muy lejos por las respuestas: México sigue funcionando con el viejo régimen, pero en un escenario de nuevas relaciones sociales.

Carlos Ramírez
Columnas
Las élites políticas se conformaron con la alternancia como la culminación del proceso de transición; sin embargo, la propia transición y el PRI doce años en la oposición carecieron de nuevas reglas del juego político e institucional.
Foto: NTX

En unos cuantos días el sistema político mexicano ha sido sacudido por rupturas políticas al lado de expresiones irracionales de violencia y crimen. Los que se preguntan cómo es posible que esos casos ocurran en un país que ha tenido dos alternancias pacíficas no tienen que ir muy lejos por las respuestas: México sigue funcionando con el viejo régimen, pero en un escenario de nuevas relaciones sociales.

Las élites políticas se conformaron con la alternancia como la culminación del proceso de transición; sin embargo, la propia transición y el PRI doce años en la oposición carecieron de nuevas reglas del juego político e institucional. La ola de violencia que llevó al presidente Felipe Calderón en 2007 a ordenar una ofensiva contra la delincuencia organizada fue un reacomodo de fuerzas criminales antes operando con entendimientos informales con el régimen.


El fondo de la crisis de inestabilidad tiene dos características propias:

1. El Estado priista dominante perdió hilos de control y de poder al disminuir la base electoral del PRI; asimismo, el relevo en la élite dominante en 1980 —de los políticos que controlaban al sistema se pasó a los tecnócratas que no querían ensuciarse las manos— dejó sueltas a fuerzas criminales y subterráneas. La crisis de seguridad de mayo de 1993 a comienzos de 1995 fue un mensaje de hilos criminales operando por y para sí mismos.

2. La modernización económica y la alternancia partidista liberaron fuerzas sociales y políticas, pero estas no encontraron cauces de funcionamiento. La crisis de gobernabilidad —en el modelo de Samuel Huntington— estalló cuando las nuevas fuerzas sociales exigieron ya sin miedo a la represión nuevos espacios de participación y beneficios, pero la nueva clase tecnocrática no modernizó rápidamente las instituciones. El PAN y el PRI operan como viejo PRI.

Indicios

Al disminuir el Estado y crecer los grupos sociales con dinamismo autónomo, el sistema político priista ya no pudo administrar la dinámica de demandas sociales-concesiones públicas. Los partidos perdieron legitimidad al disminuir las votaciones: el PRI gobierna con 38% de los votos, con una coalición perredista con 31% y un PAN de 25%. Y ante ello, un movimiento social desordenado con capacidad de protesta para utilizar los derechos humanos como un instrumento de paralización de la autoridad pública.

El Estado mexicano surgió para atender dos deficiencias señaladas por Hobbes en el siglo XVII: la guerra de todos contra todos y el hombre como lobo del hombre.

En México el Estado fue autoritario ante la debilidad social como clases organizadas y la dominación hegemónica del pensamiento histórico. Pero cuando la élite tecnocrática liquidó el dominio ideológico de la cultura política —la Revolución Mexicana en el siglo XX— el Estado se quedó sin su consenso fundamental.

México vive violencia criminal, violencia política y violencia de Estado por la inexistencia de un acuerdo de convivencia posterior a 1992, cuando Carlos Salinas de Gortari borró la Revolución Mexicana de la esencia del Estado. Las negociaciones con los grupos disidentes que operan al margen de los partidos se basan en pequeñas concesiones pero no resuelven el asunto en su fondo: un nuevo pacto social que lleve a una modernización del sistema de representación política.

La rebelión y lopezobradorización del PAN, los policías fuera de control, las marchas y plantones interminables, los cárteles subordinando a legisladores, alcaldes y periodistas son indicios de que el viejo Estado ya no funciona y que el nuevo debe instaurar una nueva democracia.