El cuento de nunca acabar

Europa se encuentra sumergida en celebraciones por todos lados, que durarán hasta el 2018: celebra el inicio y la terminación de la Primera Guerra Mundial. ¡Me lleva pifas!

José Luis Belmar
Columnas
Europa se encuentra sumergida en celebraciones por todos lados, que durarán hasta el 2018
Foto: Archives New Zealand / Creative Commons

Europa se encuentra sumergida en celebraciones por todos lados, que durarán hasta el 2018: celebra el inicio y la terminación de la Primera Guerra Mundial. ¡Me lleva pifas!

Es decir que después de que se partieron bien y bonito todo lo que había que partirse, todavía tienen la desfachatez, 100 años después, de celebrar un conflicto armado que produjo la friolera de 15 millones de muertos; como que es no tener mutter.


Ya me imagino lo que se conmemorará. Por ejemplo: el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa Sofía el 28 de junio de 1914. Y además se conmemorará que un mes después el Imperio Austro-Húngaro le declaró la guerra a Serbia. Y todo por la ocurrencia del serbio Gavrilo Princip de matar a una pareja de sangre azul como protesta por la anexión de Bosnia por parte del Imperio Austro-Húngaro en 1908.

También los hipócritas países que participaron en el despapaye de la gran guerra conmemorarán cómo sus representantes se sentaron a una mesa, redactaron y firmaron en 1919 un pomposo documento llamado Tratado de Versalles, el cual sembró las semillas para un segundo y aún más destructivo conflicto global que a su vez dio lugar a la Guerra Fría.


El tratado fue escrito para poner fin a la guerra, pero un delegado a la conferencia, Lord Curzon, ministro para Relaciones Exteriores de Inglaterra, vio a través lo que era la intención real y declaró: “Esto no es la paz, solo una tregua de 20 años”.

Consideró que los términos del tratado fueron preparando el escenario para una segunda gran guerra y predijo correctamente el año que comenzaría: 1939. ¡Lord Curzon era en verdad un profeta: él escogió el año real en que la Segunda Guerra Mundial comenzaría!

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Y como a raíz del tratado a Alemania se le ordenó pagar los costos de la guerra de todas las naciones participantes, a pesar de que no la había comenzado, pues hay que celebrar esto con más pompa y esplendor; no faltaba más ni faltaba menos.

Y como Francia fue el principal campo de batalla de la Primera Guerra Mundial, la encrucijada sangrienta en la que se enfrentaron docenas de países, pues a darle que es mole de olla: hay que celebrar los 1.7 millones de muertos y los 4.6 millones de heridos, resultado del conflicto.

¿Y los gringos? ¿Pos dónde andan?

Una guerra, el resultado de esta y la celebración de la destrucción que produjo, sin la presencia gringa como que no es guerra. Sin gringos no hay conflictos; sin conflictos no hay celebraciones y sin celebraciones no hay más millonarios ni millonarios que se hagan más ricos gracias al conflicto y gracias a las celebraciones. ¿Pues para qué tienen los gringos a los grandes estrategas mundiales como Rockefeller, J. P. Morgan y otros?

Se sabía que los muy ricos estaban interesados en la participación del gobierno de Estados Unidos en la guerra y así fue. Al término de la Primera Guerra Mundial la economía estadunidense se había desarrollado rápidamente bajo el estímulo de los altos precios creciendo la producción en 37%. Las deudas de guerra con EU se cifraban en siete mil millones de dólares, a los que se añadieron otros tres mil millones destinados a la reconstrucción de Europa. Esta enorme deuda y el hecho de que la balanza de pagos fuera favorable a Estados Unidos dificultó enormemente el proceso de recuperación europea. Esto hay que celebrarlo con vino espumoso de California y Black Hot Dogs de la Casa Blanca.

¡Salud!