Vivir con esquizofrenia

De la naturaleza de las cosas.  

Redacción
Todo menos politica
La esquizofrenia es altamente heredable
Foto: Ostill

Por Elena Fernández del Valle
elemarine@me.com

Quienes padecen esquizofrenia son hombres y mujeres, pobres y ricos, fracasados escolares y doctores en ciencias. Los hay por todo el mundo, en la misma proporción de 1% en todas las sociedades que llevan registros estadísticos. Es fácil que aún quienes no son médicos o sicólogos conozcan al menos a una persona con esquizofrenia.

No sabemos cuál es su causa. Es altamente heredable: las investigaciones más recientes han identificado ciertas configuraciones genéticas asociadas con un riesgo muy alto de que la persona desarrolle, al avanzar la adolescencia, los signos y síntomas característicos de esta enfermedad. Pero esto no siempre sucede y hay también casos sin marcas genéticas de riesgo.

Lo que sí sabemos es que la enfermedad no comienza al aparecer los primeros síntomas. Hay una larga historia previa de signos muy sutiles: tardanza en aprender a hablar, torpeza motora, tendencia al aislamiento, rendimiento escolar pobre. Por eso se piensa actualmente que lo que llamamos “esquizofrenia” es un trastorno del desarrollo cerebral que afecta diversos circuitos relacionados con las emociones, el pensamiento, el lenguaje y la memoria.

Estas personas tienen por eso una sensibilidad, unos hábitos y una manera de ver el mundo muy peculiar, aun antes de que la enfermedad se manifieste con toda su fuerza.

En mis años de residencia en el Hospital Siquiátrico Fray Bernardino Álvarez traté a Beto, un chico de 18 años. Encerrado en el hospital podía por fin descansar, decía: ya no sentía la presencia de los telepáticos que allá en su pueblo interceptaban, leían y robaban sus pensamientos desde hacía meses. Esos personajes a los que no había visto nunca habían dado con él cuando por curiosidad comenzó a experimentar con la autohipnosis y la telepatía y lo perseguían desde entonces con sus transmisiones mentales. En la escuela había reprobado todas las materias porque los telepáticos le robaban sus pensamientos y le metían en la cabeza mensajes horribles. Querían convertirlo en una especie de zombi, en un retransmisor telepático más, sin entrañas ni voluntad propia.

Límites

Las ideas extrañas de Beto, que los siquiatras llamamos “delirios”, eran sus intentos de explicar lo que sentía y comunicarlo. Ya no podía pensar de corrido como antes: sus ideas se atoraban o desaparecían de pronto, o cambiaban de repente y no las reconocía como suyas y se sentía en peligro de no poder ya generar ninguna.

Estas fallas en la capacidad de pensar a voluntad son características centrales de la esquizofrenia; no habría servido de nada sermonear a Beto sobre la inexistencia de las radiaciones telepáticas mientras el bloqueo, inserción y robo de los pensamientos que experimentaba siguieran allí.

Beto mejoró mucho al recibir medicamentos. Cuando nos decía “por fin puedo descansar” llevaba ya unos días en tratamiento. En tres semanas más había comenzado a dudar de la existencia de la sociedad telepática, porque pensaba mejor y no necesitaba del delirio para explicarse lo que le pasaba.

A veces la mejoría es más lenta, a veces no se logra gran cosa. A veces los delirios y alucinaciones desaparecen por varios años, a veces vuelven en momentos de cambio o tensión. Tras 50 años de tratar la esquizofrenia con medicamentos antisicóticos conocemos ya sus límites: son eficaces contra las alucinaciones y los delirios floridos, pero no contra la apatía, el aplanamiento afectivo y la desorganización que quedan después. Estos síntomas responden mejor a sicoterapia, y es importantísimo atacarlos porque las dificultades de los esquizofrénicos para la relación social y el trabajo se deben a ellos en gran parte.

Vivir con esquizofrenia es el tema del Día Mundial de la Salud Mental de este año, celebrado el 10 de octubre.