“Se canta con el tambache”

La historia reciente del jazz mexicano atraviesa necesariamente por Iraida Noriega. Desde 1990 la intérprete y compositora empezó a labrar un camino variado en rutas y matices.

Hector González
Todo menos politica
Iraida Noriega
Foto: Especial

La historia reciente del jazz mexicano atraviesa necesariamente por Iraida Noriega. Desde 1990 la intérprete y compositora empezó a labrar un camino variado en rutas y matices.

En la más reciente de sus aventuras tiene por cómplices a la Groovy Band, integrada por Carlos Sustaita (teclados y vocoder), Aarón Cruz (bajo y bajito), JuanJo López (guitarra), Jorge Servín (batería), Éric El Niño (rap y spokenword) y Citlali Toledo (segunda voz).

Con ellos, este 9 de noviembre ofrecerá un concierto en el foro Plaza Condesa. Tras la experiencia de Caracolito, disco anterior donde Iraida coqueteó con el funk y tocó con Carlos Sustaita y Aarón Cruz, nació la idea de crear algo nuevo.

El proyecto fluyó tan bien que grabaron el disco Groovy Band, mismo que apareció en mayo de este año. “Sentimos la necesidad de hacer algo donde la palabra hablada dominara los contenidos y el rap. Entre todos convocamos a otros compañeros y el resto es historia”, comenta Noriega a Vértigo.

Contrario a grabaciones anteriores, la intérprete da un uso menos plástico a su voz y privilegia la expresión lírica. “No es que me haya olvidado de la experimentación o el juego vocal, simplemente ahora di más peso a la parte interpretativa.

Es algo que ya necesitaba desde hace tiempo, una sensación que incrementa mi alegría por hacer música. Creo que es importante que cada tanto los artistas derrumbemos nuestras barreras”.

A principios de los noventas Iraida se dedicó a estudiar en Nueva York, donde tomó clases con Sheila Jordan, Mimi Daitz y Bob Norton y fue invitada a colaborar con el ensamble de latin jazz del saxofonista Rolando Briseño.
Más tarde al regresar a México continuó su formación estudiando composición y arreglo con Emiliano Marentes, piano y arreglo con Enrique Neri, y trabajo vocal con Hebe Rosell y Ricardo Sánchez.

En 1993 se integró al ensamble de jazz de Roberto Aymes, empezando así una lista de colaboraciones con músicos como Agustín Bernal, Aarón Cruz, Gabo González, Emiliano Marentes, Tony Cárdenas, Cuicanitl, Magos Herrera, Eugenia León, Ricardo Sánchez, Nico Santella, Israel Cupich, Hernán Hetch, Gustavo Nandayapa y Nacho Alcántara.

Con el paso de los años Iraida Noriega ha tendido cada vez más a la composición. “Todo el tiempo estoy haciendo arreglos y componiendo rolas. No es que quiera ser compositora, pero sí hay una necesidad de plasmar una serie de ideas o conceptos que no solo son míos sino de la gente con que estoy conviviendo. Es un asunto de amor pero no necesariamente de pareja. A estas alturas, después de ser mamá, ya piensas en el futuro y por tanto te preocupas por el planeta y lo que sucede alrededor”.

La necesidad de expresar cuestiones propias coincide con su incorporación a escuelas o géneros no tocados por ella. “No sabría explicar porqué lo hice, tiene que ver con el flow. En la vida hay momentos donde las cosas caminan y otros donde las cosas se atoran, ante un atorón puedes necear o esperar a que llegue otro momento. Es una cuestión de mística que me lleva a dejar que la música fluya. Por ahora me siento bien con el rap, aunque no es sencillo porque tienes que sinterizar una idea y tanto con el rap como con el spokenword puedo tirar palabras para desarrollar el tema”.

Viaje

El arte es una cuestión de instinto más que de técnica. “Yo digo como mis maestros: se canta con el tambache, es decir, con el instinto. La técnica y la experiencia cuentan pero sobre todo es una cuestión de víscera, impulso y ferocidad”.

Si algo le ha enseñado el tiempo a Iraida Noriega es a no dejar de aprender. Actualmente, al margen de su preparación vocal, estudia literatura con miras a perfeccionar su técnica de composición. “Hoy mis estudios se salen del esquema académico. Me interesa que mi canto sea como una plegaria que nace desde lo más profundo. Por otro lado, la literatura me ayuda a jugar con el lenguaje y a encontrar las palabras apropiadas para lo que quiero decir”.

La artista empezó en el jazz en una época en que el circuito era incipiente. Había pocos foros y un público muy disperso. En 2014 el panorama es, si no el ideal, sí muy distinto. “Las cosas han cambiado, ahora tenemos una posibilidad más directa para comunicarnos. La independencia, en lo musical al menos, genera un sentido comunitario y eso facilita las cosas. No es más fácil pero cada vez somos más mirando hacia una misma dirección. De modo que el viaje ahora es compartido. Internet nos permite tener una presencia que antes no se podía. Los grandes monopolios están dando de sí y estamos regresando a la idea de las microempresas y los individuos generando cosas”.

Sin ser una mujer de ritos, Iraida Noriega sí reconoce que un concierto representa una ceremonia colectiva. “En una época donde por un lado parece que nos abstraemos con los audífonos y cada quien va con su viaje, un concierto supone la posibilidad de tener un ritual, sin ponerle características religiosas o sectarias, sino simplemente comunitario”.

Asume que cada presentación constituye un acto mágico donde predomina el aquí y el ahora. Admiradora de gente como Nina Simone, adelanta que su presentación en Plaza Condesa será única.

Una vez que pase el concierto regresará al disco que está grabando y del que prefiere no abundar. Sabe que el presente es lo que cuenta y el suyo, al menos por ahora, arroja un saldo positivo: “La vida es una cuestión de actitud. Ver el vaso medio lleno o medio vacío es una cuestión de actitud. Mi vaso a veces se desborda pero también a menudo se vacía, sin embargo en este punto de la vida te puedo decir que está más que lleno”.