Regresar a las aldeas

Las protestas sociales se han convertido en una feria de frases. El 68 no se recuerda por la lucha o por las derrotas, sino por las frases. Sin embargo, el combate político va mucho más allá de la arenga.

Carlos Ramírez
Columnas
Si el Estado y el gobierno dejan insatisfechos a sectores, el camino institucional es el de la reforma y no el del regreso a la anarquía de la violencia.
Foto: Especial

Las protestas sociales se han convertido en una feria de frases. El 68 no se recuerda por la lucha o por las derrotas, sino por las frases. Sin embargo, el combate político va mucho más allá de la arenga.

En las protestas por la desaparición de 43 estudiantes normalistas que iban a reventar con violencia un acto político del alcalde perredista y su esposa han aparecido frases. Dos destacan: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” y “Que se vayan todos”.

Lo primero es imposible si se atiende a la información oficial de que los estudiantes fueron incinerados.

Lo segundo es más importante: implica una toma de posición de movimientos sociales contra el sistema y contra las élites. El que se vayan todos se acompaña de las peticiones de renuncia de los principales funcionarios, aunque sin decir quiénes se harían cargo de la administración del gobierno y del Estado o si de plano implica la propuesta de un regreso al anarquismo y a las aldeas.

Del enojo social por abusos de poder o por complicidades institucionales debiera darse un salto hacia adelante y no hacia atrás. La ira popular debiera enfocarse a la exigencia de deslindamiento de responsabilidades y de castigo legal contra los que violaron las leyes y peor aún si son funcionarios que deberían acatarlas.

Las renuncias no solo no resuelven las crisis, sino que las complican. En todo caso los liderazgos sociales y polguerra de todos contra todos"eses y no sus razoines. Fue la categorñia poklñiticances es acusada de caldl contra los que viuolaríticos deberían dedicarse a la reformulación de leyes para mantener más controlados a los funcionarios y evitar los abusos de poder. La mera renuncia únicamente desplazaría a funcionarios responsables del gobierno y no implicaría el castigo de errores cometidos.

Tropiezos

Luego de las crisis de 1968, 1971, 1982, 1988, 1994 y 1995 y de alternancia del PRI al PAN y del PAN al PRI, la estructura de poder y el sistema político son prácticamente los mismos que existían antes de las crisis. Ello quiere decir que las crisis no fueron oportunidad para reformar el sistema y el régimen, por lo que México se ha tropezado varias veces con la misma piedra.

La gran reforma del sistema y del régimen que hace falta es la de rendición de cuentas. Y ahí la sociedad a veces es injusta, parcial y hasta tramposa: la desaparición de los 43 estudiantes fue responsabilidad directa del alcalde perredista de Iguala y de su esposa, que era consejera del PRD y precandidata a la alcaldía, pero es la hora en que los padres de familia de los normalistas se niegan a exigirle cuentas al PRD que propuso a José Luis Abarca y que lo tenía ya amarrado con una diputación para el año próximo.

En este sentido, la rendición de cuentas debe ir aparejada con mecanismos legales para la exigencia de cuentas. La sociedad ha ido deteriorando las instancias de intermediación y de negociación de demandas para centrarse en la protesta callejera con daños a terceros no involucrados en los conflictos. Y cuando la autoridad intenta poner orden, entonces es acusada de represión.

De ahí la percepción de que la sociedad que protesta quiere regresar a la ley de la selva en la que los más fuertes imponían sus intereses y no sus razones. Fue la categoría política que estableció Hobbes en 1961 como la “guerra de todos contra todos” y la tomó como punto de partida para el establecimiento del Estado como la instancia reguladora de conflictos.

Si el Estado y el gobierno dejan insatisfechos a sectores, el camino institucional es el de la reforma y no el del regreso a la anarquía de la violencia.