Las mal llamadas izquierdas

Ya basta de ingenuidades en la compra de discursos de supuestas izquierdas criminales y millonarias.

Juan Gabriel Valencia
Columnas
Cuauhtémoc Cárdenas, fundador y exmilitante del PRD
Foto: Creative Commons/Eneas De Troya

Cuando el PRI —subrayo: el PRI— decidió en 1977 crear un sistema de partidos políticos modernos que incluyera a la izquierda, no fue por temor del Estado mexicano a los residuos insurreccionales de los sesentas y los setentas: fue por lucidez intelectual y por vocación democrática.

No fue desde el miedo que se tomó la decisión. Eso es lo que creen y han dicho durante décadas las así llamadas izquierdas.

México se encontraba en una perspectiva, finalmente fallida, de enorme crecimiento económico y apostó a la modernización política simultánea a la económica. La económica fracasó en el sexenio de José López Portillo por muchas razones, no solo la baja mundial del precio del petróleo.

Ineficiencia, corrupción, ausencia de una clase política consolidada, una estructura administrativa incompetente, populismo, impunidad, estatismo... Un pueblo, como ciudadano y demócrata, pasivo y espectador. La democracia no se hace en las calles ni en asambleísmos. La democracia no es un conjunto de instituciones. No solo. Es un conjunto de prácticas y procesos, así como de conductas y comportamientos que construyen los cimientos de una democracia. Es cultural. No exclusivamente formal.


La formalización institucional de las izquierdas, o así se hicieron llamar en los ochentas, no buscaba un Estado distinto: querían el poder en sí mismo. Por eso la ruptura en 1987 entre Cuauhtémoc Cárdenas y socios cuando no pudieron asegurar para el ex gobernador de Michoacán la dirección de Pemex. Para esos priistas (Cárdenas, Muñoz Ledo, Buenrostro, hasta Ifigenia Martínez) la paraestatal era un botín y la nación el arca del tesoro. Priistas de vieja cepa. Así educaron a los que los siguieron: Andrés Manuel López Obrador, Jesús Ortega, Alejandro Encinas, Amalia García, René Bejarano…

Memoria

Ahora resulta que Cuauhtémoc Cárdenas reclama a la dirigencia nacional del PRD su responsabilidad política por respaldar a Ángel Eladio Aguirre y a José Luis Abarca, respaldo que condujo a la tragedia de Iguala.

El presidente nacional del PRD, Carlos Navarrete, no tiene remedio después de haber defendido a Ángel Aguirre y de haber avalado al presidente municipal, José Luis Abarca, con la presencia del Comité Nacional en Iguala. De ahí para abajo. Quizás el único que se salvaría, por ingenuo, sería Jesús Zambrano. Los demás son buscachambas: Jesús Ortega y su esposa, René Bejarano y su esposa, Aleida Alavés y toda su familia.

A Alejandro Encinas y Guadalupe Acosta Naranjo se les recuerda en la protección del narcodiputado Julio César Godoy, impuesto como candidato por su medio hermano Leonel Godoy, brazo derecho de toda la vida de Cárdenas, hoy reclamante de los déficit morales de la dirigencia nacional del PRD.

Y mientras tanto el ex priista López Obrador, no declarante de sus fuentes de ingresos durante 14 años, el natural beneficiario de la situación del PRD, espera a que lleguen las elecciones de 2015 y nutrirse de unos ex priistas y oportunistas que pensaron ser más grandes y más competentes que el Estado mexicano en su conjunto.

La lucha imperativa e inescapable, hasta por la modernización de México, por la eliminación de la desigualdad económica y de la pobreza, no pasa por las mal llamadas izquierdas mexicanas.