Petróleo y seguridad nacional

Acuerdos internacionales, guerras y procesos de desestabilización también son ingredientes comunes en los análisis de agencias de inteligencia política y económica, públicas y privadas.

Javier Oliva Posada
Columnas
Acuerdos internacionales, guerras y procesos de desestabilización también son ingredientes comunes en los análisis de agencias de inteligencia política y económica, públicas y privadas.
Foto: Especial

Un producto clave y determinante como este, por supuesto que se ve condicionado por una larga y compleja lista de intereses, que lo mismo parte de las condiciones contractuales de los trabajadores de las empresas del ramo que de la preparación de científicos para la búsqueda de nuevos yacimientos.

Acuerdos internacionales, guerras y procesos de desestabilización también son ingredientes comunes en los análisis de agencias de inteligencia política y económica, públicas y privadas.

La posible participación de un nuevo jugador como México con los actuales y futuros recursos, no hay duda, implicará un ajuste en la situación geopolítica mundial de los hidrocarburos y con ello transformaciones de primer orden.

A esto deberá sumarse el probable autoabastecimiento, en unos cuantos años, de Estados Unidos, para que además se genere una sobreoferta que empuje a la baja de los precios en todo el mundo.

De hecho ahora mismo las cotizaciones del precio del barril oscilan entre los 75 y 80 dólares, cantidades similares a las de hace cuatro años.

La preparación del mercado mundial para esos escenarios —no está de más recordarlo— se anticipa como una tenaz lucha entre alianzas de gobiernos y poderosas empresas que se disputarán cada probable contrato en cualquier parte del mundo.

China ocupará un lugar destacado como consumidor, no obstante la cercanía con los yacimientos siberianos de Rusia. También Japón y varios países de la Unión Europea persistirán en su papel de absolutos dependientes del abastecimiento externo.

Rumbos

Mientras tanto los ofertantes observarán dificultades para colocar su producción petrolera en precios competitivos y de sustanciales ganancias.

Una vez concluido el largo y difícil proceso legislativo en México para tener el marco legal regulatorio correspondiente el contexto ha sido por demás tenso, sujeto a dinámicas de agitación social inéditas, así como a una intensa presión internacional respecto del caso de los 43 estudiantes normalistas de Guerrero que siguen sin ser localizados.

La buena noticia y prometedora perspectiva para las inversiones, generación de empleos e impuestos ha quedado, y con razón, relegada a un lugar casi desapercibido en los medios de comunicación; en cambio, las constantes movilizaciones de protesta han monopolizado la atención interna y externa sobre la realidad del país.

Las dinámicas en las disputas por el control de mercados y escenarios de la política internacional reclaman de nuestro país la capacidad de prever los escenarios que hoy por hoy preocupan a la gran mayoría de las mexicanas y mexicanos.

Aunque las manifestaciones y protestas se encuentren concentradas en algunas de las entidades de la República, la proyección de un país sin rumbo desde luego que afecta las decisiones en inversiones que en petróleo y otros no menos estratégicos sectores se puedan dar. La recuperación de la estabilidad y la paz pública pasan por una ruta tan importante como las reformas estructurales.

Más que un pacto o cualquier variante de acuerdo se requiere precisar el rumbo que México reclama para aportar y poner en práctica las bases de un auténtico federalismo y políticas que promuevan la igualdad. Los recursos para alcanzar tan indispensables metas, en buena parte, procederán de las condiciones en que el país se encuentre para recibir inversiones en los distintos campos de la producción.

Así las cosas, deberán ponderarse a partir de ahora dichas variables para la conducción de la política energética y sus efectos sobre los programas de seguridad nacional de nuestro país. Esa es la nueva realidad.