¡A reconquistar Europa!, gritan los europeos

A través del continente partidos antiinstitucionales de la extrema derecha y de la dura izquierda más que doblaron su representación, explotando un sentimiento de enojo con Bruselas sobre la austeridad, el desempleo masivo y la inmigración.

José Luis Belmar
Columnas
Parlamento europeo
Foto: Especial

Cuando en 2009 se realizaron elecciones para elegir legisladores en el Parlamento Europeo, a mí el asunto me entró por una oreja y me salió por la otra: que si la izquierda, que si el centro, que si la extrema derecha... Bueno, ¿y?

Y hace poco que se realizaron nuevas elecciones y la extrema derecha barrió bien y bonito en Francia, Dinamarca, Inglaterra y hasta en Suecia, lo sucedido me puso a pensar que debía haber una razón muy poderosa para que esto hubiese acontecido.

La razón me la vino a dar un artículo escrito en el vespertino Expressen por una columnista de temas políticos, Britta Svensson, quien relató cómo había ido a visitar a un pueblo al que solía ir de pequeña para observar cómo apagaban los incendios los bomberos.

Britta fue y lo que vio la hizo pensar de inmediato: “Este no es el pueblo al que yo venía”. Y cómo iba a serlo, si las autoridades municipales decidieron dar alojamiento allí a cientos de inmigrantes y niños que llegaron a Suecia completamente solos.

Pero además las autoridades planean la construcción de otras cosas más para no estar fuera de la política gubernamental de puertas abiertas, aunque esto signifique llenar de todo lo indeseable que hay en Europa ciertas áreas del Reino de Suecia.

Britta no se explayó en su escrito, porque podrían acusarla de todo lo habido y por haber, pero dejó que los lectores sacaran sus propias conclusiones. Yo fui uno de ellos.

De repente mi chirimoya se sacudió y recordó que cuando llegué a Suecia, hace ya casi 30 años, la ciudad a donde me fui a vivir era habitable… y hoy la gente la llama La pequeña Bagdad. Con eso está dicho todo.

Para muchos las botas nazis de 1930 han iniciado su marcha a través de la Unión Europea, organismo que ha querido ser y que no ha sabido serlo. Las pasmosas victorias en las elecciones para el Parlamento Europeo de partidos euroescépticos nacionalistas de Francia y Gran Bretaña dejaron a la UE lamiéndose las heridas, además de enfrentarla a un gigantesco dilema político: nazismo o islamismo.

La centroderecha y la centroizquierda continuarán controlando más de la mitad de los 75 escaños en la Legislatura de la UE, pero se enfrentarán a retos sin precedentes, no vistos antes, provenientes de una insurgencia ruidosa determinada a parar la operación de la organización que se opone a los cambios que suceden tanto en la propia organización como los debidos a factores externos.

Común denominador

A través del continente partidos antiinstitucionales de la extrema derecha y de la dura izquierda más que doblaron su representación, explotando un sentimiento de enojo con Bruselas sobre la austeridad, el desempleo masivo y la inmigración.

¡Que sí, que sí, que sí! La inmigración. Este es el quid de la cuestión sobre el avance de la extrema derecha en los países europeos; el talón de Aquiles para la UE que, desde que se le ocurrió inventar e implementar el Tratado Shengen —convenio en el que participan 26 naciones europeas que han abolido la visa y los controles de inmigración en sus fronteras comunes—, hizo que las naciones integrantes funcionaran como un solo país para efectos de viajes con una sola política de visado. En palabras llanas: le permite a Juan de las Pitas meterse libremente en el país que se le da la gana para vivir, trabajar, robar, contrabandear, violar o asesinar. Al fin y al cabo, se pueden ir de inmediato a otro.

¡Y que viva el despiporre! ¿O no?