¿Qué tan pacifista es la Alemania de hoy?

Alemania ha evadido verse involucrada en conflictos internacionales promovidos principalmente por su amigo y aliado, Estados Unidos. Aunque sin querer tapar el Sol con un dedo no se puede negar que es la superpotencia europea, que no tiene rival, con una gran economía y una poderosa fuerza política.

José Luis Belmar
Columnas
Angela Merkel con miembros del Ejército Alemán
Foto: Especial

Alemania ha evadido verse involucrada en conflictos internacionales promovidos principalmente por su amigo y aliado, Estados Unidos. Aunque sin querer tapar el Sol con un dedo no se puede negar que es la superpotencia europea, que no tiene rival, con una gran economía y una poderosa fuerza política.

Sin embargo la respuesta que ha tenido para las recientes crisis globales y la actitud general de sus líderes y ciudadanos no es una indicación que nos lleve a pensar que el gobierno alemán considere alguna intervención militar, ni siquiera bajo bases legales para tomar acción y ni siquiera para “proteger” sus intereses. Vamos: ni siquiera como un deber obviamente moral.

El conocido periodista Jochen Bittner, editor político del semanario alemán Die Zeit, asevera que “la Alemania de Angela Merkel no levantaría un dedo para ayudar a la Alemania de 1944”.

La testaruda antipatía es en realidad una fuente de orgullo, como lo asegura el exministro para Relaciones Exteriores Guido Westerwelle a quien le fascina hablar de una “cultura de moderación militar”, con lo que da la impresión de que la poderosa Alemania no quiere ser más que una Suiza en la geografía europea de hoy.

Alemania tiene un impresionante récord de inactividad. En Libia no metió su nariz, a pesar de las claras señales que justificaban una intervención humanitaria y pese a que la intervención fue aprobada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y la Liga Árabe.

Más tarde, en el norte de Mali no movió un dedo y solo le deseó al Ejército francés mucha suerte en su intento de arreglar la situación.

Y en Siria ni siquiera la asfixia por gas cometida por el presidente Bashar el-Assad provocó un debate en el parlamento del país que acepta la responsabilidad histórica del Holocausto.

Expectativas

Políticos con mente defensiva aseguran que la Alemania de la posguerra sí ha participado en grandes operaciones militares. ¡Cómo no! ¡A tomar Kosovo! ¡A meterse en Afganistán! ¡Qué valientes los nazis de ayer, hoy y siempre!

Los alemanes no olvidarán jamás las grandes catástrofes militares que sufrieron en la primera y la segunda guerra mundiales, las cuales son la base para su actitud política cultivada durante más de 70 años. Alemania debería recordar siempre su historia de desastres militares, pero —decimos nosotros— la Alemania de hoy usa la historia de sus fracasos para no hacer algo correcto en la actualidad.

Ninguno de los vecinos quiere una Alemania militarmente constreñida. Al contrario: europeos y americanos quisieran una Alemania que cumpla con las expectativas de su estatus internacional ganado en años recientes.

El pacifismo alemán es en cierto sentido culpa de Estados Unidos, porque los esfuerzos reeducativos se metieron muy bien en el coco de Alemania después de 1945. Un pacifismo que se ha convertido en parte del ADN de los alemanes.

Cuatro cosas fueron enseñadas en las escuelas: la guerra es lo peor que puede pasar, nosotros (los alemanes) hemos mostrado inclinación a iniciar guerras, iniciamos la primera y la segunda guerra mundiales, y si llega a explotar una tercera nosotros (los alemanes) seremos los primeros en morir.

Alemania tiene memoria tipo veleta: se mueve hacia donde el viento la lleva. Por una parte dicen “no a una guerra” y por la otra claman “no a otro Auschwitz”. Nosotros preguntamos: ¿cuál es la Alemania de hoy: la bélica que pierde guerras o la de Auschwitz que extermina judíos?

Y como dijo El monje loco: “Nadie sabe... nadie supo”.