Piel Bandida

Entrevista con Josefina Estrada, autora de Piel Bandida

Redacción
Todo menos politica
La escritura de Piel bandida supuso también un nuevo reto: la inmersión en el género erótico
Foto: Especial
Federico González

hcgonzalez@revistavertigo.com

Josefina Estrada (Ciudad de México, 1957) empezó a leer en un puesto de periódicos. “No sabía que existían los libros más allá de la escuela”, recuerda. Entonces era una niña y su papá había conseguido dos locales para vender diarios y revistas.

No tardó demasiado en convertirse en una lectora voraz. Con atención devoraba toda letra impresa que pasaba ante sus ojos. “Gracias a eso tengo bueno ortografía”.

Hoy es ya una experimentada periodista y narradora. Su libro más reciente es Piel bandida (Cal y arena), un volumen de cuentos protagonizados por personajes —mujeres la mayoría— que se mueven sobre los bordes de la marginalidad.

A lo largo de varios años se ha dedicado a impartir talleres en los centros penitenciarios. De aquella experiencia han salido crónicas, cuentos y personajes de ficción. Su nuevo libro no es la excepción. “Algunos de estos relatos nacieron de mi experiencia como tallerista en la cárcel. Sin embargo, no he aprovechado aún todas las historias que ahí escuché”.

La paralítica Silvia Silva; Julia, una falsa epiléptica; la pareja Alsira y Susana… son algunas de las protagonistas de sus relatos. “En la cárcel encuentro historias. Todas merecen respeto porque son mujeres que te dan lo que tienen, que en este caso son sus historias de vida. Siempre he razonado cuáles son los motivos que pueden llevarte a matar o cambiar tu vida. Cerca de los trasgresores hay cuentos o novelas; y este olfato fue el que me llevó a la cárcel”, explica.

La escritura de Piel bandida supuso también un nuevo reto: la inmersión en el género erótico. “Desde que terminé Malagato (libro anterior de cuentos) me propuse trabajar el erotismo y el lesbianismo, pero siempre con un argumento sólido. Las escritoras a la hora de describir el erotismo le dan la vuelta o lo hacen de manera cursi. Es un tema difícil, yo no quería ser vulgar ni cursi. No hay una literatura lésbica y la que hay evade el erotismo. Por eso quise tratarlo”.

Uno de los relatos más trabajados y complejos en este sentido es El imperio de Alsira, donde un hombre seduce a una niña y hace hasta lo imposible por comprar a una mujer. “Una vez que determino lo que va a suceder así es y no me conmuevo. No me sentí incómoda; fue una sensación similar a cuando escribí Eva, mi primera novela, donde hablo de una mujer que tiene un amante pero sin tono lastimero. Dicen los teóricos que para crear un buen personaje necesitas tocar tres características: lo físico, el medio ambiente y su sicología”.

Atrás del libro hay un trabajo de diez años. En el camino se cruzaron otros relatos, proyectos y la negativa de varios sellos a publicar cuento. “Me decían: ‘Tráeme una novela’”, recuerda Josefina Estrada.

Le tocó vivir el desdén editorial hacia el género literario favorito de Cortázar o Borges.

Literatura y marginalidad

Ganadora del Premio Testimonio Chihuahua 2003 por Con la rienda suelta y finalista del Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo, asume la marginalidad de su literatura como algo natural y no buscado a priori.

“Durante mi infancia viví esos mundos. Crecí en Tacubaya, Observatorio, la colonia América. No recuerdo que hayamos tenido hambre, pero sí estuvimos rodeados de pobreza. Creo que la infancia y los orígenes determinan y contribuyen a la forma de tu literatura. Quizá por todo esto en mi literatura los personajes son echados para adelante”, dice.

Hija de un aseador de calzado y de una sirvienta de la colonia Condesa, Estrada tuvo su primer trabajo a los ocho años y consistía en atender el puesto de periódicos de la familia. Así estuvo hasta los 15. “La rutina me llevó a ser una buena lectora de cuentos y revistas, gracias a esto tengo agilidad mental. En la adolescencia me quedó claro que había mujeres más bonitas y para compensar me propuse ser buena conversadora y estudiante. Me fijé la meta de ingresar a la UNAM con pase directo”.

Una vez en la universidad su vocación literaria encontró cauce gracias a maestros como Gustavo Sainz. “La literatura me dio la oportunidad de entender más a los seres humanos, de conocerme a mí misma y de poder contar historias. En broma una vez comenté que la literatura me permitió crearme un personaje extraordinario: Josefina Estrada”.

Actualmente, además de escribir e impartir talleres, Estrada es catedrática de la UNAM. En clase advierte a sus alumnos sobre la importancia de las bellas artes, les habla sobre la forma en que enriquecen el alma. “Si sabes apreciar la belleza en todo, considero que no puedes hacer daño ni ser cruel”.

Crítica del determinismo, ubica en esta posición uno de los males del pueblo mexicano. “Siempre pensé que el estudio servía para no estar rodeada de pobreza y eso significaba evitar el embarazo en la adolescencia, golpes y alcoholismo. Hay ciclos de alcoholismo en mi familia y yo trato de capotear con eso todo el tiempo. La dificultad es sobreponerte del determinismo”.

Lejana de los clichés de cierta literatura femenina, el trabajo de Josefina Estrada se decanta por la vitalidad. En alguna ocasión el crítico Ignacio Trejo Fuentes le dijo que Malagato era tan buen libro, que parecía escrito por un hombre. “A fines de los setentas hubo un boom de escritoras y sí predominaba el monólogo lagrimoso y sufridor, pero cansó. Yo cuidándome de eso me propuse escribir de ancianos, alcohólicos. Creo que las mujeres y los hombres tenemos un cerebro diferente, pero también creo que los hombres que escriben o practican algún arte se preocupan por acercarse mucho a la mentalidad femenina”.