‘El Coqueto’: captura y fuga de un feminicida serial

César Armando Librado Legorreta, alias “El Coqueto”, es un feminicida serial del estado de México cuyos crímenes conmocionaron a los mexicanos en 2012.

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Política
César Armando Librado Legorreta
Ilustraciones: Isaac Caporal

América se abalanzó contra su esposo cuando supo que el teléfono móvil que él le obsequió meses atrás perteneció a otra mujer. Una a la que robó, violó y asesinó.

Su marido era César Armando Librado Legorreta y el día que ella conoció el origen del teléfono estaban en la Subprocuraduría Regional de Tlalnepantla, en el estado de México. A él lo tenían en calidad de presentado. Era un sábado 25 de febrero de 2012.


La mujer ya había notado antes algo sospechoso con uno de los teléfonos de su esposo. Hubo un día en que, mientras esperaba el camión, vio pegada una hoja en un poste de luz: mostraba el rostro de una jovencita desaparecida y la foto coincidía con las que guardaba la memoria de un teléfono de Librado Legorreta.

- Esa foto es la que traías en ese teléfono- reclamó América a Librado Legorreta horas después de haber visto el cartel.


- Es que ella lo dejó ahí, se le olvidó en el microbús. Y ya cállate- atajó él.

Fue por un teléfono celular que los agentes investigadores dieron con Librado Legorreta y fue hasta que le mostraron el historial de llamadas cuando aceptó ser un feminicida: “Ya, ya estuvo, sí fui yo”. Durante siete horas narró, detalle a detalle, cómo violó y asesinó a siete mujeres.

La larga declaración no borró el buen humor a Librado Legorreta, quien al final del largo interrogatorio expresó solamente una preocupación:

“¿Cuándo voy a salir en la tele? Porque me van a presentar en los medios, ¿no? Yo merezco una conferencia de prensa. Por favor, avísenme para que me den chance de bañarme”.

De acuerdo con Italy Ciani Sotomayor, entonces subprocuradora Especializada en Delitos Contra Mujeres del estado de México, Librado Legorreta, de 29 años, “era un tipo hábil, manipulador y ególatra”. Y su apodo parecía confirmarlo: “El Coqueto”.

Así lo capturaron

La Procuraduría General de Justicia del Estado de México comenzó la primera investigación por uno de los crímenes de “El Coqueto” en octubre de 2011. En noviembre apareció otra víctima. En diciembre, una más.

Los homicidios guardaban características comunes: las tres víctimas eran mujeres, eran jóvenes y hermosas, muy delgadas, las tres habían sido violadas y arrojadas en la vía pública. Y antes de aparecer sin vida, las tres abordaron el transporte público en algún punto de la carretera México-Querétaro, al norte de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México.

Para ir tras lo que parecía un asesino serial, la Procuraduría armó un grupo especial: la misma subprocuradora para Delitos contra Mujeres, una agente del Ministerio Público de feminicidios y tres policías investigadores. Pronto se dieron cuenta de que el teléfono celular de una de las víctimas seguía activo. El criminal únicamente cambió el chip sin saber que lo podían localizar sólo por el código IMEI, clave única que identifica cada aparato.

La mujer que apareció muerta en diciembre se llamaba Sireni Dayana Pulido García, de 22 años. Ella fue asesinada en Navidad, el 25 de diciembre de 2011. Justo un año antes, su novio le había regalado un teléfono celular cuyo código IMEI fue el punto de partida de la investigación.

La Procuraduría mexiquense solicitó a la compañía telefónica el historial de llamadas para geolocalizar el aparato y establecer la red de contactos. De esa manera llegaron hasta la colonia Izcalli del Valle, justo debajo del Penal de Barrientos, uno de los más importantes del estado de México. Está en el municipio de Tultitlán, al norte de la Zona Metropolitana.

Los agentes investigadores merodearon por la zona durante algunas semanas sin dar con la casa de “El Coqueto”. Lo que hallaron fue la escuela de sus dos hijos, un jardín de niños ubicado en la misma colonia. Para entonces ya contaban con un retrato hablado del probable feminicida, pues hubo una mujer que sobrevivió al ataque y la Procuraduría la había contactado.

En ese momento surgió un problema: el teléfono geolocalizado lo usaba una mujer y no el hombre del retrato hablado. Ahí se descuadró todo, como suelen decir los policías cuando un dato no es coherente con el resto de la investigación. Sin embargo, esa mujer los llevó hasta un domicilio de donde salió, entonces sí, “El Coqueto”. Esa mujer era América, la esposa del criminal.

Ya con el eslabón más importante en la pesquisa, la Procuraduría giró una orden de presentación a César Armando Librado Legorreta, “El Coqueto”. Dieciocho policías fueron por él un sábado. Cuando los agentes llegaron a la casa, él iba saliendo con unas boletas de empeño, llevaba una sudadera gris con la leyenda California y un pantalón de mezclilla azul claro. Le extendieron la orden; él decidió comparecer de inmediato.

- Sólo déjenme avisarle a mi esposa porque iba ir a la casa de empeño.

Salió otra vez pero esposado y custodiado por agentes, uno de ellos lo llevaba abrazado. Lo subieron a una camioneta blanca. Lo trasladaron a la Procuraduría para interrogarlo por el caso de Sireni Dayana. “El Coqueto” insistió en que no sabía nada, negó todo. Luego dijo que era su amiga y lo acosaba sexualmente. Mentía. Ella era madre soltera, trabajaba tiempo extra como mesera de una cafetería de la zona de Lomas Verdes para mantener a sus hijas de 18 meses y tres años de edad.

Ante la renuencia de “El Coqueto” a confesar, los policías investigadores le mostraron la relación de llamadas entre su número telefónico y los teléfonos móviles de las víctimas. Acorralado por las pruebas, comenzó a narrar homicidio por homicidio. Para sorpresa del Ministerio Público, no eran tres sino siete las mujeres que murieron a manos de “El Coqueto”. “Te empezaba a dar detalles que solamente él podía saber. Por ejemplo, te decía el color de la ropa interior de la víctima”, recuerda la ex subprocuradora Ciani Sotomayor.

Les contó cómo creyó muerta a Kennet, su primera víctima (21 de junio de 2010).

Cómo le pidió a la abogada Blanca Elia Magaña, de 28 años, “que no se bajara, que le daría un aventón” (13 de julio de 2011).

Cómo engañó y abandonó a Camila, maquillista de 17 años, cerca de la Secretaría de Gobernación, en la Colonia Juárez (26 de octubre de 2011).

Cómo pensó para sí mismo “ésta ya se chingó” cuando subió a la estudiante Eva Cecilia, de 16 años, en un punto fuera de su ruta (26 de noviembre de 2011).

Cómo abandonó el cuerpo de Sireni Dayana por la carretera a Lago de Guadalupe en pleno 25 de diciembre (2011).

Cómo, unos días después, atacó a Fernanda Navarrete Valladares, de 20 años y empleada en un restaurante, muy cerca de Ciudad Satélite (30 de diciembre de 2011).

Cómo a Fidelia Ayala la despertó a toqueteos y golpes en la base de Valle Dorado (8 de enero de 2012).

Cómo a Patricia Briaño Herrera, de 35 años y cocinera en la Colonia Del Valle, le ofreció llevarla a su casa si le pagaba lo mismo que a un taxi (18 de enero de 2012).

El patrón de ataque de “El Coqueto” era el siguiente: todas sus víctimas subieron al microbús 002468 de la Ruta 02 que él conducía y en un momento dado se quedaron solas en la unidad, entonces aprovechaba para llevarlas a una calle oscura, detenía el vehículo, las golpeaba, las desmayaba y luego las violaba. Al final las mataba por asfixia y las arrojaba a algún paraje solitario cercano a la carretera México-Querétaro. “El Coqueto” se quedaba con las pertenencias de las mujeres.

“El Coqueto” ya había confesado todo eso cuando su esposa América llegó a la Subprocuraduría Regional de Tlalnepantla. Luego de enterarse del historial criminal y de abalanzarse sobre él, la mujer llevó a los policías investigadores a la casa que rentaban. Allí les mostró bolsas de mano, carteras y ropa de mujer, perfumes, credenciales, teléfonos y boletas de empeño de teléfonos móviles. Los agentes también fueron a la casa de empeño y recogieron los aparatos.

Las autoridades llevaron el botín a las madres de las mujeres asesinadas. No había duda, se trataba de las pertenencias de las víctimas.

Para cuando “El Coqueto” mató a su primera víctima, el Congreso local del estado de México ya había tipificado el feminicidio como delito. A partir del 18 de marzo de 2011, el sistema local de procuración e impartición de justicia comenzó a contabilizar el delito. Dos meses después, el gobierno del estado creó la Fiscalía Especializada en Feminicidios.

A partir de que se tipificó el delito de feminicidio y hasta agosto de 2012, las autoridades locales registraron 88 casos. De esos, 12 estaban sin resolver hasta esa fecha. En 12 de los feminicidios resueltos, había sentencia condenatoria, según cifras de la Procuraduría mexiquense.

“Tengo su cara aquí"

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- Ya valió madres (…), no te pongas al pedo- advirtió “El Coqueto” a Kennet.

- ¿Por qué?

- Porque te voy a violar.

Acto seguido: forcejearon en el pasillo del microbús. Kennet tropezó con la pata de un asiento y cayó sobre otro. “El Coqueto” se puso encima de ella. En ese momento comenzó a estrangularla. Se desmayó. La bajó al pasillo. La desnudó. La violó. Ella reaccionó e intentó defenderse. Él apretó su cuello otra vez. Pensó que la había matado, pero sólo la volvió a desmayar.

“El Coqueto” encendió el motor y tomó en dirección a los tiraderos de basura de Rincón Verde por avenida López Portillo. Se estacionó en una calle oscura. Kennet fingió estar muerta. La volvió a violar. Tuvo que fingir más tiempo porque era la única opción para sobrevivir. Él le puso el pantalón y la arrojó desde el vehículo a un montón de tierra. El agresor tomó otra vez el volante, se echó de reversa y emprendió la fuga.

Todo ocurrió la mañana del 21 de junio de 2010. Kennet abordó el microbús de “El Coqueto” a las 5:15 de la mañana en Santa Mónica, municipio de Tlalnepantla. Pagó con un billete de 100 pesos por un viaje hasta el Auditorio Nacional, ubicado sobre la avenida céntrica Paseo de la Reforma. De ahí tomaría otro transporte para llegar a la Procuraduría General de la República, donde le aplicarían unos exámenes de confianza porque estaba a punto de entrar a trabajar.

Al pasar frente a la Clínica 58 del Instituto Mexicano del Seguro Social, mucho antes de salir siquiera del estado de México y entrar al Distrito Federal, “El Coqueto” se percató de que el vehículo falló. Detuvo la marcha, bajó a revisar y al volver dijo:

- Toma otro microbús porque mi carro sigue fallando.

- Sí, está bien, pero déjame más adelante porque aquí está muy oscuro- respondió Kennet.

“El Coqueto” cerró las puertas, arrancó y ya no la bajó. Al pasar el hotel Parque Satélite, se metió en una calle que está a orillas de la colonia San Lucas, cerca del centro comercial Mundo E. Apagó el microbús y se acercó a Kennet para advertirle que ya “había valido madres”, que la violaría.

Tras la agresión, Kennet quedó paralizada por un rato, luego se levantó como pudo y pidió ayuda. Llegó el Ministerio Público de Tlalnepantla. Ella se quedó en la agencia mientras los policías investigadores ubicaron al dueño del camión que manejaba “El Coqueto”. Tomaron el tarjetón de circulación y enviaron una copia por fax hasta la Procuraduría. Cuando ella vio la hoja, con la imagen vaga, dijo que no era. Sí lo era, pero no lo reconoció y las autoridades ya no continuaron con la investigación.

En 2010, en el estado de México hubo 3,001 denuncias por violación, 290 de ellas hechas en junio, según el Reporte de Incidencia Delictiva del Sistema Nacional de Seguridad Pública. En esa entidad ocurrió el 20% de todas las violaciones presentadas en el país ese año.

Kennet ya no supo ni quiso saber más sobre los malos tratos de la Procuraduría durante más de un año. A finales de 2011, la buscó la subprocuradora Italy Ciani Sotomayor. Fue a su casa, intentó hablar con ella, pero no quería tratar con nadie de esa institución. Por fin accedió, narró la amarga experiencia que vivió con “El Coqueto” y con el Ministerio Público. La habían tratado fatal, incluso le pidieron para la gasolina de los vehículos oficiales. Ni siquiera había hecho retrato hablado del agresor.

- Ya pasó mucho tiempo, ¿tú crees que podamos hacer un retrato hablado?- preguntó Ciani Sotomayor a Kennet.

- Tengo su cara aquí. Todos los días la tengo aquí.

Hicieron el retrato y con él ubicaron a una persona parecida en la zona donde geolocalizaron los teléfonos de las víctimas. Cuando lo agarraron, el sábado 25 de febrero de 2012, ella fue una de las primeras en enterarse. “Necesitamos que hagas un reconocimiento”, le dijo alguien desde el otro lado del teléfono. Ese día dejó de buscar su vestido de novia para confrontar a su victimario.

Al llegar a la subprocuraduría, Kennet pidió hablar con él. “Yo quiero decirle muchas cosas. Esto, para mí, es una forma de empezar a cerrar todo. Y quiero que me escuche”. La subprocuradora la acompañó. Colocaron custodios al “El Coqueto” y a Kennet la colocaron a una distancia prudente para evitar cualquier agresión hacia ella. “Le dijo cosas fuertísimas”, recuerda Ciani Sotomayor.

El día de la detención se recabaron más pruebas y muchos testimonios, los suficientes para que la Procuraduría dictara una medida cautelar, una especie de arraigo pero en oficina. No era una detención formal, por lo que no podían llevarlo a las galeras. Como no había una orden de aprehensión, no podían trasladarlo a un penal. El Ministerio Público impone la medida y un juez la ratifica a más tardar en ocho días hábiles.

Mientras los agentes recababan más pruebas contra “El Coqueto”, lo esposaron de pies y manos y lo ataron a una fila de sillas fijas al piso, donde permaneció hasta que escapó.

Huir a gatas

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“El Coqueto” estuvo una semana bajo medidas cautelares. Pasó las noches sobre unos cartones, como almohada usó una botella de refresco de dos litros y se cubrió del frío con una playera que uno de los policías investigadores le regaló. Así vivió hasta el lunes 5 de marzo de 2012, cuando el juez ratificaría la medida cautelar y, un día después, otorgaría la orden de aprehensión. A más tardar el miércoles 7 de marzo, “El Coqueto” amanecería en algún penal del estado de México. No fue así.

A las 10 de la mañana del 5 de marzo, la subprocuradora Ciani Sotomayor recibió una llamada. Cinco minutos después el mensaje le llegó al entonces procurador, Alfredo Castillo Cervantes. Y al poco rato, el gobernador Eruviel Ávila se enteró: “El Coqueto” había escapado. La fuga era un problema grave porque el fiscal del Distrito Federal había hecho pública la detención del feminicida.

“El Coqueto” huyó a las tres de la madrugada mientras los policías que lo vigilaban dormían en la oficina contigua. Él se despertó por accidente al azotar su cabeza contra el suelo luego de que rodó la botella que usaba de almohada. Sabía que muy pronto sería trasladado a un penal, así es que no dudó en irse. Era sumamente delgado, lo que le permitió quitarse las esposas y los grilletes. Miró una ventana que da a la parte de atrás del edificio y la atravesó. No saltó de inmediato, estaba en un tercer piso y a 10 metros de altura. Lo pensó más de una vez y, en medio de la duda, resbaló. Cayó de pie y la columna le estalló.

No le quedó más que arrastrase por el patio de la Procuraduría: pasó los botes de basura, luego un terreno baldío y enseguida la avenida. Antes de cruzar, rodeó una gasolinera para evadir las cámaras de video vigilancia. A gatas llegó del otro lado de la acera. Ahí no pudo más, su cuerpo no le dio ni para subirse a la banqueta. Un coche que circulaba por el carril de baja velocidad casi lo atropella, pero el conductor se detuvo a tiempo, descendió y preguntó a “El Coqueto” qué le había pasado.

- Me acaban de atropellar.

- Aquí está la ‘Procu’, ahorita le llamo a una patrulla y a una ambulancia.

- No, siento que me voy a morir. No te vaya a meter en un problema, mejor hazme un favor: llévame a mi casa. Es lo único que te pido.

“El Coqueto” convenció al hombre, quien lo cargó hasta la parte trasera del coche y lo llevó hasta la casa del hermano, en la Colonia Izcalli del Valle. Para justificar su presencia a las 4 y media de la mañana, inventó una historia: un grupo de hombres lo secuestró y golpeó porque lo confundió con el dueño del microbús. Lo conocían bien y no le creyeron el cuento, ni siquiera lo dejaron entrar al patio. El hermano y la cuñada lo escucharon parados, a lo lejos, luego entraron a la casa, discutieron y decidieron que era mejor llamar a la mamá. Al enterarse, “El Coqueto” suplicó que mejor lo llevaran a casa de su padre, allá por la zona de Los Remedios, en el municipio de Naucalpan. También pidió mil pesos que no le dieron.

Al papá, “El Coqueto” sí le contó la verdad. Él intentó llevarlo a un hospital, pero no quiso. Sólo quería los mil pesos que su hermano le negó: “dame mil pesos”, repitió una y otra vez a su padre. Él tampoco le dio un peso, pero lo trasladó en su propio taxi hasta la casa de una tía para que se escondiera. A ella le dijeron que se cayó y que nadie lo podía cuidar mientras se recuperaba, que si lo podía ayudar unos días.

Ella, diabética y muda, aceptó a “El Coqueto” en su casa. La tía vivía con su esposo, un hombre mayor y enfermo, en la colonia La Malinche, un rincón marginado de la delegación Magdalena Contreras, del Distrito Federal. Lo tendieron en el piso en medio de un cuarto, del único cuarto que en realidad formaba toda la casa. No volvió a pararse. Orinaba en una botella de refresco y comía muy poco para no ir al baño.

Al segundo día de posada, el tío supo lo que había hecho “El Coqueto”, se enteró por televisión una vez que su familiar se convirtió en noticia nacional, a él no le quedó más que aceptalo. “No te corro porque no te puedes mover. Recupérate lo antes posible y lárgate”, le dijo.

¡Que lo linchen!

La presión mediática y social para encontrar a “El Coqueto” fue intensa, tanta que una de las mamás de las víctimas salió a medios a pedirle a quien encontrara a “El Coqueto” que no lo entregara a las autoridades, que lo linchara. Esto obligó a las autoridades a implementar un intenso operativo que consistió en vigilar 14 domicilios de amigos y familiares, y las terminales de autobuses de la zona metropolitana. Hubo agentes de la Procuraduría que pegaron carteles que anunciaban una recompensa de un millón de pesos a quien ofreciera información sobre el paradero del feminicida.

Los policías investigadores del estado de México buscaron a “El Coqueto” durante seis días por cantinas, bares, centros de alcohólicos anónimos, hospitales, tanto del Distrito Federal como del estado de México. Seis días y ningún rastro. Mil llamadas ansiosas por la recompensa y ninguna certeza. Pero la presión mediática que cayó sobre las autoridades también la padeció la familia. Al no soportarla más, el papá de “El Coqueto” confesó a los agentes el paradero de su hijo. “Está vivo, pero muy lastimado”, les dijo.

La Procuraduría mexiquense hizo un oficio de colaboración con el Distrito Federal y fueron por “El Coqueto”. Ese día, el sábado 10 de marzo, ya tenían preparados dos operativos, uno de ellos cercano a la casa de la tía del criminal, así que los agentes sólo cambiaron el punto de operación a la Colonia La Malinche. Lo hallaron a las 6 de la tarde, después de seis días de búsqueda.

“Lo encontramos en un estado deplorable. La habitación estaba muy sucia. Estaba en el piso. Tenía una venda en la cintura, unos boxer, no tenía pantalón ni zapatos ni calcetines. El pelo se lo había cortado casi a rapa. Estaba sin rasurar”, dijo uno de los agentes que participó en el operativo y quien pidió mantener el anonimato. Los policías quisieron levantarlo, pero no pudieron, se toparon con alaridos interminables de dolor. Tuvieron que cargarlo entre varios para subirlo a la camioneta y trasladarlo hasta Toluca, a la Procuraduría estatal. Ahí lo esperaba una ambulancia que lo trasladó al hospital Adolfo López Mateos.

Tres médicos recibieron a “El Coqueto”, le tomaron radiografías, analizaron el caso y determinaron que sufría de “fractura de columna por entallamiento, fractura en un tobillo y esguince en otro”. Sobrevivió de milagro, sólo del dolor tenía que haberse muerto. Los doctores extendieron un certificado médico en el que recomendaban intervención quirúrgica apenas entrara a prisión. Tras declarar por el delito de evasión, “El Coqueto” fue trasladado a las 3 de la mañana del 11 de marzo al penal de Barrientos, ubicado muy cerca de su casa y donde había dejado a varias de sus víctimas.

Para entonces, el país ya sabía de la captura: la subprocuradora Ciani Sotomayor dio la noticia de la captura a su jefe Alfredo Casitllo Cervantes, quien a su vez avisó al gobernador Eruviel Ávila. Él lanzó un tweet y dos horas después lo confirmó en un videomensaje.

Meses después, “El Coqueto” sería sentenciado a 240 años de prisión.