Por una real reforma fiscal

La reforma más importante no se hizo. El presidente Enrique Peña Nieto impulsó varias y muy importantes reformas. 

Sergio Sarmiento
Columnas
Monedas
Foto: NTX

La reforma más importante no se hizo. El presidente Enrique Peña Nieto impulsó varias y muy importantes reformas. La educativa es quizá la más relevante, aunque necesariamente tendrán que pasar varios años para que tenga efecto su magia. La energética, si bien ha llegado tarde, en un momento en que han caído los precios del petróleo, debe ayudar a liberar una industria que ha estado maniatada por un monopolio durante demasiado tiempo. La de telecomunicaciones, si bien tiene puntos negativos, abre de manera muy importante un mercado que ha estado dominado por dos empresas durante demasiado tiempo.

Sin embargo la reforma fiscal, la que permitiría desatar el potencial de los mexicanos para salir adelante, simplemente no se ha intentado. Seguimos teniendo una economía con tasas excesivamente altas, reglas demasiado complicadas y una amplia evasión fiscal.

Las cifras del INEGI muestran que 59% de la población de nuestro país trabaja parcial o totalmente en la economía informal. Esta gran masa, sin embargo, solo representa 24.8% de la producción. Una de las razones de la falta de productividad de nuestro país es esta gran concentración de la Población Económicamente Activa en un sector que se mueve en las sombras y que carece de una suficiente inversión en maquinaria y equipo.

Una buena reforma fiscal ayudaría a resolver este problema. Para ello sería necesario reducir las tasas de impuestos, que son exageradamente altas en nuestro país para los cumplidos. Otra serie de medidas tendrían que estar dedicadas a reducir la complejidad en el sistema fiscal mexicano. La eliminación de tratos preferenciales sería indispensable para transformar nuestro sistema fiscal. México está actualmente en el lugar 114 de 189 en el mundo en la lista de Paying Taxes, un estudio que realiza PricewaterhouseCoopers para el Banco Mundial.

Gasto

Pero México no solo necesita una reforma fiscal. También requiere de una transformación del uso del dinero público. Actualmente los fondos gubernamentales se dedican abrumadoramente al gasto corriente y burocrático o a los subsidios, los cuales pese a haber crecido espectacularmente en los últimos años no han servido para reducir la pobreza, ni siquiera en un estado como Chiapas, en el que se han concentrado.

El gasto debería utilizarse de forma más importante para la inversión y para construir la infraestructura que pueda mejorar la competitividad del país. De esta manera se logrará la creación de empleos productivos, cosa que no se obtiene con el gasto en burocracia o en subsidios.

El gobierno de Enrique Peña Nieto prometió que haría una reforma hacendaria que tocara tanto la parte fiscal como la del gasto. En lugar de eso promovió un simple aumento de impuestos y una expansión de los subsidios. No sorprende que en estas circunstancias no haya crecido la economía nacional en este 2014. La reforma más importante en la agenda que prometió Peña Nieto ni siquiera ha empezado.