‘Si un tema define mi trabajo, es el amor’

El crecimiento de un hijo y el inminente desprendimiento de su madre es el principal tema de Club sándwich.

Hector González
Todo menos politica
Fernando Eimbcke
Foto: NTX

El crecimiento de un hijo y el inminente desprendimiento de su madre es el principal tema de Club sándwich, nueva película del realizador mexicano Fernando Eimbcke y con la cual obtuvo el Premio al Mejor Director en el Festival de Cine de San Sebastián.

Paloma (María Renée Prudencio) y su hijo Héctor (Lucio Giménez Cacho) mantienen una relación muy especial. Las cosas cambian a partir de que el joven conoce durante unas vacaciones de verano a Jazmín (Danae Reynaud Romero).


En primera instancia la historia parece centrarse en la relación entre una madre y su hijo adolescente. “Quería explorar el conflicto edípico, y cuando andaba en esas descubrí que la mamá era un personaje más fuerte e interesante.

Lleva 14 años con su hijo, lo ha visto crecer y ha sacrificado muchas cosas, pero de pronto le cae el veinte de que tiene que dejarlo ir”.

Autor de Temporada de patos y Lake Tahoe, Eimbcke reconoce que su cine parte de las problemáticas adolescentes. Asegura que es una etapa fundacional en que nos cuestionamoscosas.

“Es una etapa formativa y nunca la dejas del todo. Incluso el personaje de Paloma todavía tiene rasgos adolescentes”.

Sin embargo, conforme se desarrolla la historia Club sándwich cambia su foco y se centra en la figura materna, haciendo del filme su primera inmersión en la sicología adulta.

“Hasta ahora había caricaturizado a los adultos porque me costaba entenderlos. Una vez Paula Markovitch me dijo que para entenderlos tratara de verlos como yo y descubrí que

tenía razón. Ya soy un adulto y este ejercicio me ayudó a comprenderlos. Aun así, no sabría decir si a partir de ahora me enfocaré en los mayores. Si siento la necesidad de hacer una película más de adolescentes, la haré. Uno debe hacer lo que necesita, siempre y cuando sea honesto”, señala.

Eimbcke construye la trama con pequeñas dosis de información. Nunca devela todo sobre sus personajes, a fin de mantener un buen nivel de intriga. “Podemos suponer muchas cosas, podemos adivinar que Paloma es una mujer vacía, aunque bien a bien nunca descubrimos qué sucedió con sus relaciones anteriores.

Más que como ambigüedad, me gusta definirlo como el efecto iceberg: solo ves una parte y el resto se

mantiene velado. Creo que es un recurso que tiende un puente con los personajes. No es necesario decirlo todo, así cada quien lo acopla a su vida”.

En un segundo plano, un sello del cine del realizador mexicano es la reflexión sobre la soledad y la pérdida. En este caso se puede aludir a la inocencia o a la figura paterna.

El resultado es un conjunto de personajes, si no rotos, al menos sí incompletos.

“Mis personajes son tradicionales en términos dramáticos. Todo el tiempo están tratando de completarse. Al principio de la historia son incompletos y al final entienden que su vida puede cambiar un poquito. Creo que si hay un tema que define mi trabajo es el amor. Todos mis personajes lo buscan de una u otra manera. Ese es el gran tema. Incluso en las películas de superhéroes los malos están buscando amor”.

Sin ser un cine contemplativo la propuesta del director se apoya en cámara fija, planos cerrados y pocos diálogos. Predomina la creación de una atmósfera sobre el discurso verbal.

“Creo en el lenguaje corporal porque los actores saben manejarlo. Cine y teatro son muy diferentes: mientras que frente a la cámara un guiño o un movimiento de brazo es muy expresivo, sobre un escenario la palabra necesita tener más peso. Trabajo con los actores en términos cinematográficos y eso me lleva a cerrar las palabras como medio de expresión.

Leemos una vez el guión completo y platicamos mucho antes de correr una escena. Una vez que lo tenemos claro, ellos se arrancan. Como director debo cuidar un tono, pero los dejo trabajar con libertad”.

Admirador de cineastas como Ingmar Bergman o Nuri Bilge Ceylan, Fernando Eimbcke ha cosechado reconocimientos en la Berlinale, San Sebastián, el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y el Festival en Cartagena de Indias, y sus filmes han recibido más de diez premios Ariel.

No obstante, asegura que aún está lejos de consolidar un discurso visual. “Puedes hablar de un estilo después de diez películas. Bergman tenía una obsesión, pero hizo películas muy diferentes. Dicen que los directores acaban haciendo una sola película en su vida. Quizá. Pero tampoco es algo que me quite el sueño. No es parte de mi estilo filmar con cámara fija y si lo hago es porque así me sale.

Créeme que en Club sándwich quería mover la cámara porque me parecía una peli más fragmentada y sensual, pero de pronto me encontré con que no”.