El Juárez liberal

Sergio Sarmiento
Columnas
Mural Benito Juárez
Foto: Esparta Palma/Creative Commons

A muchos políticos mexicanos se les llena la boca de lugares comunes cuando hablan de Benito Juárez. Les encanta usar este tipo de personaje para su lucimiento.

Nunca hay mayor verborrea que en torno del 21 de marzo. Pocos pierden la oportunidad de festejar el natalicio (nunca he sabido por qué en su caso es “natalicio” y en el de los demás “nacimiento”) del Benemérito de las Américas. Es esta fecha propicia para recontar la anécdota del pobre pastorcito indígena que con el estudio y el trabajo llegó a ser presidente de la República Mexicana.


Pocos, sin embargo, son los políticos que se detienen a examinar las ideas de Juárez y los liberales. Quizá no lo hacen porque saben que tendrían que confesar que se oponen a las causas liberales y defienden más bien las de los conservadores que Juárez combatió.

Los liberales se caracterizaban por defender las libertades individuales. No aceptaban esos derechos colectivos que hoy la izquierda considera superiores. Eran los conservadores del siglo XIX, y no los liberales, quienes mantenían que las comunidades tienen el derecho de restringir las libertades personales por el bien de la colectividad.

No solo estaban los liberales del siglo XIX a favor del libre comercio, sino que esa es la razón de que así se les llamara. Los conservadores de aquel entonces, como los izquierdistas de hoy, consideraban que el libre comercio era una práctica inmoral que el gobierno debía restringir con medidas proteccionistas. Estaban convencidos de que la autoridad estaba en mejor posición de decidir qué productos o servicios podían o no comerciarse y bajo qué condiciones. Los liberales siempre han defendido que esta función solo corresponde al individuo y al mercado.

Juárez creía firmemente en la inviolabilidad de la propiedad privada. El Artículo 27 de la Constitución de 1857 que impulsaron él y los liberales prohibía al gobierno despojar a los particulares de su propiedad excepto en caso de utilidad pública y bajo previa compensación. En cambio los políticos populistas de hoy mantienen, como la Constitución de 1917, que el gobierno es el verdadero dueño de todas las tierras y las aguas del país y que la propiedad privada es una simple concesión de la autoridad.

Coraje

Juárez no era anticatólico. A lo largo de su vida fue no solo practicante sino guadalupano. Defendía, sin embargo, la separación de la Iglesia y el Estado. Por otra parte, estaba en contra de la acumulación de propiedades en manos de la Iglesia ya que esto disminuía la actividad económica y comercial al retirar tales propiedades del mercado.

El liberal mexicano se habría sentido ofendido ante quienes hoy buscan preservar los usos y costumbres de las comunidades indígenas. Como indígena, conocía mejor que nadie el efecto empobrecedor de muchas de estas prácticas. Para él la forma de rescatar a las comunidades indígenas de la pobreza era liberarlas de las reservaciones que el régimen colonial les había creado y que los conservadores defendían. Era importante para Juárez que los indígenas tuvieran los mismos derechos y obligaciones que el resto de los mexicanos.

En cuanto a la propiedad colectiva de la tierra, como la que hoy vemos en comunidades agrarias y ejidos, Juárez era terriblemente crítico. La desamortización de bienes de las corporaciones no solo estaba dirigida a la Iglesia sino a la propiedad colectiva de tierras comunales que a su juicio había mantenido a los indígenas en la miseria.

Cada 21 de marzo me da gusto ver que nuestros políticos sacan a relucir a Juárez, una de las figuras más extraordinarias de nuestra historia. Pero me da coraje ver que esos políticos evocan a un Juárez que no existió para combatir las ideas liberales que en cambio defendió.