Güeros, un mosaico sobre la juventud

La película mexicana más premiada de 2014 fue Güeros, ópera prima de Alonso Ruizpalacios, que consiguió reconocimientos en los festivales de San Sebastián, Berlinale, Lima y Jerusalén, entre otros.

Hector González
Todo menos politica
Elenco de la cinta Güeros
Foto: NTX

Sin saber bien a bien qué fue lo que enganchó a públicos tan diversos, el realizador hace un silencio que apenas se diluye cuando comenta: “No creo haber hecho un canto a la juventud, pero sí creo que retrata a un sector que va más allá de cualquier nacionalidad. Finalmente, hay ninis en todo el mundo. Supongo que a esa visión responde la gente”.

La historia se puede resumir así: el pequeño Tomás (Sebastián Aguirre) llega a la Ciudad de México para pasar una temporada con su hermano, un joven que responde al apodo de Sombra (Tenoch Huerta). Durante su estancia el menor descubre la monótona pasividad que envuelve a su familiar, un estudiante afectado por una huelga en la UNAM. “Empecé a escribir la historia hace muchos años. A raíz de la huelga de 1999 en la universidad. Sin que sea el tema central, hablo de aquel conflicto”.

El director hace de la ambigüedad un recurso. No delimita tiempos y tampoco se apoya en elementos documentales. “No definimos el tiempo por una cuestión de presupuesto: no contábamos con los recursos para recrear aquel año. Además, al quitarle la especificidad temporal nos liberamos de la camisa de fuerza que supone un marco histórico”.

Al margen del contexto social, Tomás tiene como tesoro personal un viejo casette —aunque suene a pleonasmo— de Epigmenio Cruz, un músico de los sesentas venido a menos, al que quiere encontrar. Para conseguirlo apela a su hermano y un par de amigos. Es entonces cuando Güeros abre la ruta del roadmovie que tiene por objetivo rendir homenaje a la Ciudad de México. “Uno de los puntos de partida fue filmar una roadmovie. La Ciudad de México es tan vasta que se presta porque es casi como un país. Al mismo tiempo quería rendirle un homenaje, por eso la hice un personaje”.

En este sentido, Ruizpalacios no niega que el filme tiende un puente para dialogar con Los caifanes, pieza de Juan Ibáñez realizada en 1966 y que en su momento propuso un desenfadado tributo a la capital del país. “Esa fue una película que tuvimos presente durante todo el rodaje. Sin duda hay una deuda por ese lado. Creo que Los caifanes es mi película mexicana favorita”.

Contrastes y crítica

Filmada en blanco y negro, la película se divide en actos dramáticos que aluden a distintas partes de la metrópoli. Cada capítulo exhibe las complejidades de la ciudad. “Siempre tuvimos claro que sería un filme de contrastes. Los protagonistas se mantienen estáticos mientras que a su alrededor todo se mueve; se distinguen por su falta de compromiso y decisión. La huelga en la UNAM refleja muchos de los problemas que hay en México: la dificultad de entendernos, la polarización de la sociedad, confusiones dentro de la propia izquierda…”

Envuelta en una atmósfera nostálgica, la historia teje con paciencia y un amplio sentido de la ironía un retrato generacional sobre la juventud y la falta de opciones que padece. “Más allá de cualquier cosa, el tema de la película es la búsqueda. Quería presentar a unos chicos que quieren encontrarle sentido a su vida”.

Es entonces cuando la figura de Epigmenio Cruz se vuelve un elemento de contención importante. El otrora intérprete sesentero representa a una década que se distinguió por sus planteamientos idealistas y por promover una revolución que se quedó a medias. “A través de Cruz buscan a un referente que dejó de serlo. Puede parecer una visión triste, aunque también muestro algo de esperanza porque a esos jóvenes también les toca descubrir que el crecimiento está en sus manos”.

Sin dramatismos, Ruizpalacios navega entre la crítica y humor. Sin ser complaciente, cuestiona la movilización social a la par que resalta valores como la solidaridad o el compañerismo. “Siempre me he considerado de izquierda y no quise hacer una película que cuestionara la huelga. Quería hablar de la intolerancia y no creo que la mejor manera de mostrarse afín con una posición social o política sea endiosándola. Intento encontrar un equilibrio”.

Luego de un largo periplo por festivales nacionales y extranjeros, Güeros se estrena en las salas mexicanas. Con cautela, Alonso Ruizpalacios dice desconocer si los reconocimientos se podrán traducir, si no en éxito en taquilla, al menos en una buena permanencia en los cines. Admite que aún le falta tiempo para reflexionar sobre a qué obedecen los premios.

“Todavía no sé responder a qué se deben los reconocimientos. Cuando la presentamos en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián tuvo una recepción muy positiva porque la emparentaron con el desempleo que enfrentan los jóvenes en España. Tal vez sea cierto que, sin buscarlo, la película sí se convierte en un mosaico generacional”.