Elecciones ¿para qué?

Carlos Ramírez
Columnas
Elecciones
Foto: NTX

Como pocas veces en la historia del país, el proceso electoral federal y los procesos que realizarán estados emblemáticos parecen carecer de sentido: se buscará renovar la Cámara de Diputados, donde se han aprobado leyes absurdas y se votarán autoridades estatales donde importa más el control corporativo que el ejercicio del voto para calificar a gobernantes.

Sin la violencia generalizada como en 1994 ahora el país vive una situación de colapso sistémico. Como en otras ocasiones el sistema político y sus instituciones marchan por un lado y la irritación social camina por otro. El país se mueve entre reformas y contenciones, pero sin los consensos de reformas. Por eso se aprobaron reformas estructurales de modernización, pero no se han aplicado por debilidades institucionales.

La salida irritada que ha planteado una parte de la sociedad bajo liderazgos intelectuales puede sonar absurda: el voto en blanco, la abstención o el voto anulado. Si en la superficie son conductas políticas de repudio, el sistema electoral se decide en función de los que votan, por muy baja que sea la votación. Y al final de cuentas los procesos electorales ya no compiten con propuestas de ejercicio del poder, sino que son producto del manejo de aparatos.

A ello se agrega una nueva caracterización del sistema de partidos: el proceso de institucionalización de la lucha política provoca una aglomeración política en el centro, perdiéndose las posibilidades atractivas de la polarización ideológica: nada diferencia al PAN del PRI ni a este del PRD o de Morena. Hasta en el discurso hay coincidencias que también constituyen circunstancias para alejar a los electores de las urnas.

La crisis política de México radica, en este sentido, en la carencia de opciones partidistas: el reciclamiento de candidatos entrará, además, en una nueva fase: la reelección legislativa —cuatro ocasiones sucesivas en la Cámara de Diputados y dos en la de Senadores— pero con los mismos protagonistas. Y si alguien espera que la reelección sea forma de calificar resultados legislativos o de gobierno, al final de cuentas los partidos decidirán.

Significado

Las grandes reformas y cambios políticos en México se dieron por la vía revolucionaria o por el choque entre élites de poder. La transición democrática que culminó con la alternancia partidista en la Presidencia de la República en 2000 fue pivoteada por la presencia en el sistema de partidos y en el sistema parlamentario del Partido Comunista y su modelo de lucha de clases para el cambio político, aunque el beneficiario haya sido el PAN. Sin el PCM y su propuesta de socialismo, la alternancia hubiera sido imposible.

La dinámica del cambio político paradójicamente se agotó en 1989 con la disolución del PCM y la entrega de su registro a la corriente democrática priista de Cuauhtémoc Cárdenas para fundar el PRD como una secuela anacrónica del priismo cardenista y populista.

En lugar de profundizar la propuesta socialista como punto de contención institucional, el PRD luchó por ser un viejo PRI. Por eso fue que el beneficiario de la lucha por el cambio político fue el PAN y no el PRD, aunque el PAN decepcionó luego de dos sexenios por eludir las tres reformas necesarias: de sistema político, de régimen de gobierno y de modelo de desarrollo.

En este contexto las elecciones de 2015 tienen que realizarse por mandato constitucional, pero en la realidad carecen de sentido y de significado políticos.