La Cumbre de las Américas desde Washington

Javier Oliva Posada
Columnas
Cumbre de Las Américas
Foto: AP

La sincronía y oportunidad no pudieron ser mejores: a unas horas de concluida la histórica VII Cumbre de las Américas en la ciudad de Panamá, en la capital norteamericana la hoy protagonista número uno del Partido Demócrata, Hillary Clinton, anunciaba su aspiración para suceder a Barack Obama al frente de la Casa Blanca.

Fue un anuncio clave, pues los resultados del encuentro continental trienal número siete, que como sucede en este tipo de foros son más simbólicos que efectivos, dejaron en claro que Latinoamérica será un jugador clave en las elecciones presidenciales de noviembre de 2016 en Estados Unidos.

Ha sido muy comentado y analizado el encuentro entre los presidentes Raúl Castro y Obama en Panamá; las efemérides y fotografías de hace décadas volvieron a publicarse para darle un mayor realce.

Para México se trató de un encuentro que vino a constatar la base de nuestras acciones en materia de política exterior en el continente.

Pero el proceso de restablecimiento en las relaciones diplomáticas y comerciales entre La Habana y Washington tiene que ver también, de forma directa, con el complejo y no menos relevante proceso de negociación para llevar la paz a Colombia: como se sabe, la sede de esas conversaciones es Cuba.

Así que también Venezuela, con su notable influencia en el bando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, se ve convocada a generar un ambiente propicio para que la normalización en su país vecino sea algo más que solo un buen deseo.

Prioridad

Desde la perspectiva de la dinámica de poder en Estados Unidos el voto latino será decisivo, como cada cuatro años, para conquistar la Presidencia norteamericana.

En efecto, con un líder a la baja en cuanto a las percepciones internas, con una fuerza conservadora radical consolidada por el Partido Republicano y con una indiscutible capacidad de veto en ambas cámaras del Congreso, el margen de maniobra de Barack Obama en Latinoamérica era hasta hace unos días muy reducido.

Pero ahora esa tendencia se ha visto profundamente modificada y no hay duda de que incluso el influyente sector cubano-estadunidense de Florida reaccionará dividido ante la eventualidad del ajuste histórico en la relación entre ambas naciones.

De allí que el anuncio de las aspiraciones de Hillary Rodham Clinton haya tenido el marco perfecto para iniciar su camino hacia la Casa Blanca. Más aún cuando desde hace muchos años Latinoamérica había dejado de ser una prioridad en la política exterior de ese país: ahora las comunidades latinas, encabezadas por la mexicana (ocho de cada diez inmigrantes tienen origen directo o indirecto en nuestro país, de acuerdo con los datos del influyente Pew Center), volverán su atención hacia el ala progresista y promotora de la inmigración legal del gobernante Partido Demócrata.

Hasta el momento los senadores republicanos que han comenzado el proselitismo por sus candidaturas son expresiones de los sectores conservadores y, por tanto, opuestos al desbloqueo a Cuba y a la inmigración latinoamericana.

Si bien falta un largo trecho por recorrer en la normalización de los vínculos entre La Habana y Washington, no hay duda de que una vez lograda implicará un cambio de fondo en la geopolítica del continente.

México aún tiene tiempo para desarrollar un sano y constructivo protagonismo en la zona.