Aguas tempestuosas

Guillermo Fárber
Columnas
Guerra para controlar mercado de agua
Foto: Marta Diarra/Creative Commons

Las advertencias llevaban años circulando, pero ya son innegables: desde 2008 Goldman Sachs llamó al agua “el petróleo del siguiente siglo”, cuando adquirió acciones de China Water & Drinks Inc (que le suministra agua purificada a, entre muchas otras compañías, Coca Cola); luego compró la inglesa Veolia Waters y desde entonces quién sabe cuántas más para convertirse en uno de los mayores gestionadores globales de fondos de inversión en infraestructura.

Como si necesitáramos que nos recordaran que el agua es un elemento indispensable para la vida, los financieros dueños del planeta catalogan al agua como “sector crítico”, junto a los alimentos y la energía.

El agua es hoy una industria de 425 mil millones de dólares que incluye la producción, operación y venta de botellas, máquinas expendedoras, suscripciones al suministro, tanques, tuberías y camiones para agua, etcétera.

El sector chino de agua embotellada es la industria que más crece en todo el mundo, debido a que China tiene una enorme clase media emergente y pujante y a la vez uno de los peores esquemas de distribución geográfica de agua en Asia.

Se considera que una escasez aguda de agua a escala mundial (como la sequía terrible que hoy afecta a California) sería para la humanidad una maldición todavía más calamitosa que una de alimentos o de energía.

Por eso se dice que los nuevos Barones del Agua son los megabanqueros globales, que están ansiosamente adquiriendo en todo el mundo millones de hectáreas de tierra con acuíferos, lagos, ríos y riachuelos, derechos de agua, plantas tratadoras y firmas de ingeniería y tecnología de agua.

Otro abismo artificial

La otra tenaza de la pinza son ciertos gobiernos que cada día dificultan más el aprovechamiento del agua por los individuos. Como el muy divulgado caso de Gary Herrington, en Oregon, a quien el estado acusó de nueve cargos y metió en la cárcel 30 días por el delito imperdonable de juntar agua de lluvia en tres estanques dentro de su propiedad.

Aunque usted no lo crea. Un ultrabillonario como T. Boone Pickens tiene más derechos de agua que nadie en América y puede extraer 246 mil millones de litros de agua por año de uno solo de sus acuíferos (Ogalla). Pero ciudadanos comunes como Gary Harrington son enviados a la cárcel si osan juntar agua de lluvia, para su propio consumo, en su terreno de 69 hectáreas. Impecablemente justo.

Es un extraño y perverso orden este nuevo orden jurídico que está imponiendo la globalidad, ¿no le parece? El monopolio ya no solo de las cosas sino de los derechos mismos de propiedad, sin duda un concepto novedoso. Sorpresas de la posposmodernidad: solo los que tienen mucho tienen derecho a tener.

En el fondo lo que ocurre es que el deterioro moral ha llegado a unos extremos alucinantes y se refleja en muchos otros ámbitos, con particular sevicia en los terrenos financieros y sus lacayos, los legales y gubernamentales.