Inmigración ilegal en Europa

Javier Oliva Posada
Columnas
Migrantes
Foto: AP

Acicateada por las guerras en Siria y Libia, así como por la ya prolongada inestabilidad en buena parte del norte de África y en Oriente Medio, el flujo de migrantes que pretenden llegar a Europa occidental, sobre todo, se ha incrementado al mismo ritmo que se suceden las tragedias como el naufragio de una embarcación en la que según las investigaciones iban 700 personas y solo fueron rescatadas 28.

Testimonios de los supervivientes señalan que había entre los pasajeros 40 o 50 niños y 20 mujeres.

La tragedia ocurrió a casi 150 kilómetros de las costas libias, por donde se dirigían a uno de los accesos más peligrosos: el sur de la península Itálica.

Las reacciones no se han hecho esperar. Matteo Renzi, primer ministro italiano, ha solicitado la concurrencia y apoyo de la misma Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para coordinar acciones que permitan, al menos, recuperar los cientos de cuerpos que se pueden encontrar en altamar.

También la Organización de Naciones Unidas, a través de la vocera del Alto Comisionado para los Refugiados (Acnur) ha solicitado una acción urgente ante los más de mil 500 inmigrantes fallecidos en las últimas dos semanas en su desesperado intento por alcanzar las costas europeas.

Como sucede en el asunto de la inmigración ilegal —en México y Latinoamérica sabemos mucho de eso—, solo ante la tragedia hay reacción y un poco de atención de gobiernos y opinión pública.

Pero ese tipo de acontecimientos se repiten cada año, porque cientos de personas viajan con la única finalidad de salvar la vida porque en sus regiones de origen es imposible la existencia pacífica y tener condiciones de desarrollo: su única opción es desplazarse de las peores formas, agobiadas por funcionarios mayores y menores corruptos, delincuentes sin escrúpulos, además del letal desafío que significan mares, desiertos y otras condiciones geográficas muy difíciles de sortear.

Desigualdad

Las explicaciones e investigaciones que ahora comenzarán a abundar en los medios de comunicación para interpretar, prevenir y proponer soluciones a tragedias como el hundimiento del pesquero señalado solo serán una mínima parte de lo que un problema estructural y de seguridad internacional como la migración ilegal requiere.

Sean latinoamericanos que buscan llegar a Estados Unidos o Canadá, norteafricanos con rumbo a Europa o cualquiera que sean las regiones de las que se hable, lo cierto es que la pobreza, la violencia criminal, las guerras de todo tipo y el deterioro ambiental propiciarán que este tipo de capítulos mortales se sigan escribiendo.

Para la Unión Europea se trata de una variable tan o más compleja como el combate al terrorismo, por dos razones: una, porque si bien a los terroristas se les puede seguir un juicio penal y por consecuencias criminal, frente a los inmigrantes, no solo por razones humanitarias sino porque también buena parte de la inestabilidad en los países de origen, mucho tienen que ver las acciones de los propios integrantes de la UE; dos, porque también esos mismos países hoy convulsos fueron zonas de influencia e incluso coloniaje de parte de Francia, Inglaterra, España, Italia, Alemania o Bélgica, entre otros. De una u otra forma, lo mismo puede explicarse para el caso de las complejas relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica.

No deben seguirse esperando más tragedias, pues además de las indiscutibles razones humanitarias, las condiciones de desigualdad son las que deben atenderse a la brevedad.