Acceso al libro: una labor inconclusa

El promedio de lectura en México es de 2.5 libros al año; 4 de cada 10 mexicanos nunca han pisado una librería y a nivel nacional existen 25 millones de personas sin acceso a la lectura.

Hector González
Todo menos politica
Acceso al libro
Foto: Magic Madzik/Creative Commons

El 23 de abril se celebró el Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor. Una vez más las conmemoraciones se extendieron a lo largo de centros culturales, plazas y librerías. Un homenaje a Fernando del Paso, la lectura pública de Alicia en el país de las maravillas en Guadalajara y maratones de lectura en la Ciudad de México figuran entre las actividades para conmemorar a la palabra escrita.

En el mismo marco, nuestro país fungió como invitado de honor a la Feria Internacional del Libro en Londres, donde según el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes se agendaron 500 citas para firmas de contrato o acuerdos de intención de compra de derechos. Además, el Distrito Federal funge como invitado de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.


A simple vista la industria editorial luce boyante… pero hagamos una pausa.

Acceso limitado

El promedio de lectura en México es de 2.5 libros al año; 4 de cada 10 mexicanos nunca han pisado una librería y a nivel nacional existen 25 millones de personas sin acceso a la lectura.

La información proveniente del estudio Panorama del libro digital en México, elaborado por Casa del Libro México, contabiliza mil 200 puntos de venta de libros; es decir, entre los dos mil 454 municipios que conforman el país algunos no tienen un solo expendio.

El Informe estadístico de librerías de la Cámara Nacional de la Industria Editorial indica a su vez que del total de los locales donde se pueden conseguir títulos 600 son librerías y el resto papelerías, tiendas departamentales o kioscos. A la poca oferta se suma la centralización: el Distrito Federal y el Área Metropolitana alojan 30% de los puntos de venta, seguidos de Jalisco con 6.8 por ciento.

En contraste, y conforme a datos obtenidos del Sistema de Información Cultural del Conaculta, mientras que en la capital hay un punto de venta por cada 18 mil 700 habitantes, en Chiapas se tienen contabilizados apenas 26 expendios, es decir, uno por cada 180 mil chiapanecos. En situación similar se encuentra Tabasco, donde se cuentan doce expendios, lo que equivale a una librería por cada 186 mil personas.

Otra forma de medir el acceso al libro es a través de las bibliotecas. Creada por la Secretaría Nacional de Educación Pública en 1983, la Red Nacional de Bibliotecas Públicas tiene por objetivo garantizar la cobertura del territorio nacional con estos espacios.

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Según el Atlas de infraestructura cultural actualmente se cuenta con seis mil 610 de estos centros de lectura, con un acervo apenas superior a los 33 millones de títulos, lo que representa 0.33 libros por habitante a nivel nacional.

Los municipios con más bibliotecas son Monterrey (Nuevo León), con 76; la delegación Iztapalapa (DF), con 62, y, paradójicamente, Comalcalco (Tabasco), con 54.

En cambio, 226 municipios que representan 9.24% del total carecen de un recinto de este tipo y mil 224, que representan 50.06%, tienen solo uno.

Según la Encuesta nacional de lectura 56.4% de los mexicanos lee libros, 30.4% reporta haberlos leído en algún momento de su vida y 12.7% reconoce nunca haber leído un título.

El mismo documento especifica que los niveles de lectura de libros son menores entre la población de estratos socioeconómicos bajo (48.9%) y medio bajo (57.1%), en tanto que el nivel más alto de lectura se da entre los sectores medio (79.2%) y desciende ligeramente en el medio alto y alto (75.9%).

En términos territoriales los mayores índices de lectura se dan en el Distrito Federal (81.6%), el noroeste (62.8%) y el centro (58.15); las cifras inferiores corresponden al sur (47%) y el centro-occidente (51.3%).

Por ciudad los porcentajes más altos los registra la Zona Metropolitana de la Ciudad de México con 74.9%, seguida de Guadalajara con 56.4% y Monterrey con 50.1%.

Si nos apegamos a la misma fuente la tendencia es la misma: el promedio de títulos leídos por persona es menor entre los sectores socioeconómicos muy bajos, con 1.5, y bajo, con 2.3; en tanto que el más alto se da en los niveles medio alto y alto, con 7.2.

A nivel regional el Distrito Federal tiene el mayor promedio de libros leídos con 5.5, seguido del noroeste con 3.6. En medio se sitúan el noreste con 2.5 y el centro y el sur con 2.6; en tanto que el promedio más bajo se da en el centro-occidente con 2.3.

Las cifras ilustran una tendencia clara: los sectores más desfavorecidos no tienen acceso a la lectura.

La Encuesta nacional de lectura revela que el principal canal de acceso a los libros es la compra, con 45.7%; seguida del préstamo por un amigo o familiar, con 20.1%; el regalo, con 17.9; el préstamo bibliotecario o de salas de lectura, con 10.2, y solo 1.2% por fotocopiado. Como es de esperar, el porcentaje de acceso a través de bibliotecas y salas de lectura es más alto para la población de nivel socioeconómico más bajo.

Los niveles más altos de compra los registra la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, con 64.7%, seguida de Guadalajara con 51.5% y Monterrey con 46.7%. Las regiones que reportan porcentajes más altos de asistencia a bibliotecas son el Distrito Federal (84.8%) y el noreste (76.3%), en tanto que el sur registra el más bajo (53.3%).

Replanteamiento

En México poco más de la mitad de la población (54.3%) no compra ni un libro impreso al año y uno de cada diez (9.6%) compra seis o más títulos en el mismo periodo. Una vez más la lógica tiende hacia la gente con más solidez financiera.

En el Programa Especial de Arte y Cultura trazado por el gobierno federal se establece como un objetivo “desarrollar acciones que promuevan la formación de lectores”. Sus líneas de acción se limitan a dos enunciados: “Promover acciones que propicien el acercamiento de la población a la lectura” y “Fortalecer los servicios para favorecer el acceso de la población a los libros”.

No se plantean los cómos y tampoco se dice nada en específico sobre la intención de llevar los libros a los municipios marginales y con altos índices de pobreza. De hecho, el programa Bibliotecas de Aula promovido por la SEP en los últimos años, a partir del presente sexenio permanece estancado, pues no ha recibido partidas presupuestales.

Con el objetivo de replantear la promoción y difusión de la lectura en el subcontinente, el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe publica el documento Nueva agenda por el libro y la lectura: recomendaciones para políticas públicas en Iberoamérica.

El estudio plantea un nuevo diseño de política hacia el libro acorde con los tiempos. Si bien reconoce que la lectura en dispositivos digitales (e-readers) es, al menos por ahora, algo poco representativo de Latinoamérica, sí establece la posibilidad de que cada vez sea más popular la lectura en escenarios que combinen la pantalla y el papel.

De acuerdo con la Asociación Mexicana de Internet existen 51.2 millones de usuarios de la red en nuestro país. De esta cifra, 44% asegura haber hecho una compra por esta vía. Los productos más requeridos hasta 2013 son música y películas (44%), computadoras (38%), ropa, accesorios y espectáculos (37%), reservaciones hoteles (33%), boletos de avión o camión (31%), software (30%) y libros y revistas (29%); este último sector ha mantenido un crecimiento sostenido en 2011 (19%) y 2012 (27%).

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Las propuestas del CERLAC obedecen a esta tendencia y proponen un viraje en el uso de instrumentos como las bibliotecas. Si se pretende insistir con la razonable idea de que la biblioteca es un factor relevante en la puesta en contacto del lector con el libro y se sostiene la idea de que la biblioteca puede favorecer la asequibilidad de la experiencia de lectura a los grandes públicos, entonces se trata de revisitar las bases que sustentan su andamiaje social, económico y político. Movilizar las bibliotecas públicas del servicio tradicional al servicio remoto, del producto al servicio, del silencio a la argumentación, de la prescripción a la apertura de comentarios, del texto acabado a la relación con los textos abiertos, del monosoporte a la combinación de lenguajes y disposiciones de lectura. Esos cambios no serían problemáticos si no existieran factores de anclaje tan potentes como:

Las propuestas enunciadas por el CERLAC no se decantan por la tecnología como la gran solución a los problemas educativos, sino que apuestan por estrategias combinadas.

En el diseño de la Agenda Educativa Post-2015 el organismo subraya la necesidad de desarrollar programas que, más allá del concepto tradicional de educación, se enfoquen en el “aprendizaje a lo largo de la vida”, generando oportunidades múltiples de formación.

No hay celebración por la lectura que sirva si no es integradora e incluyente y si no atiende los requerimientos del presente, sobre todo en relación a los sectores más desprotegidos y marginales.