Florencia, la voz de los jóvenes que viven en silencio

Juan Carlos Ponce
Florencia Rangel
Foto: Juan Carlos Ponce

Fundar una institución que apoye a jóvenes con discapacidad auditiva es el sueño de Florencia Rangel, quien desde hace 7 años trabaja apoyando a pacientes con problemas auditivos.

Según Florencia, quien participa como coordinadora de actividades en el Centro de Formación y restauración Casa de María, uno de los grandes problemas de las comunidades con discapacidad auditiva es la exclusión porque siempre están al margen de lo que sucede a su alrededor.

“Hay ejemplos donde hay un niño sordo y toda la familia es oyente y no hay ese punto de inclusión, lo hacen a un lado, a pesar de que crecen dentro de una familia y mamá y papá lo cuidan al por mayor, no hablan su idioma, no lo entienden y él no tiene la manera de expresarlo”, indica.

Florencia recuerda que una de las razones que la llevaron a trabajar con jóvenes con discapacidad auditiva es porque “hay muchos sordos y nadie los está atendiendo, un ciego te escucha y te entiende lo que hablas, una persona que está en silla de ruedas también te entiende, pero el punto de la sordera es que su capacidad afectiva no es la misma porque los sentimientos no son palpables”.

“El campo laboral para ellos es muy cerrado, no hay muchas empresas que los reciban porque no tienen la forma de comunicarse con ellos y se les cierra el mundo”, explica.

La depresión la llevó a trabajar con jóvenes

Florencia recuerda que hace 7 años comenzó a trabajar con jóvenes, después de superar una depresión en la que cayó tras la muerte de su madre.

“Mi depresión fue un tanto agresiva, no tanto de llorar y llorar, sino agresiva. Entonces me invitaron a un grupo AA donde me ayudaron a controlar la agresividad y es ahí donde surge la idea de comenzar a trabajar con personas  con problemas. “Después de esto, hace 5 años conozco a Mariana y Tony quienes son los encargados del centro. Yo soy de Zacatecas y ellos me invitaron a venir al Distrito Federal a conocerlos y a trabajar un poquito más”, explica Florencia.

Tras arribar a la Ciudad de México, consiguió trabajo en una empresa refresquera donde emplean a jóvenes con discapacidad auditiva y fue ahí donde aprendió el lenguaje de señas.

“De ahí empecé a interesarme a aprender la lengua de señas. Al principio toda mi comunicación era por notitas pero después ellos me empezaron a enseñar. Pasa de todo, desde que te dicen ignorante y te dicen que una seña es muy bonita pero al final es una grosería”.

Florencia comenta que una de las complicaciones que tuvo para aprender lenguaje de señas fue lograr que la comunicad con discapacidad auditiva la aceptara porque son “medio cerrados”.

Gracias al apoyo de uno de sus compañeros de trabajo y a los consejos de una intérprete, Florencia comenzó a poder comunicarse con personas con discapacidad auditiva.


Soportan críticas de la gente

Una ocasión que Florencia viajaba junto a un amigo con discapacidad auditiva por el Metro, conoció de cerca los comentarios ofensivos y las burlas a las que están expuestos los sordos.

“Un día me pasó que íbamos platicando y yo obviamente cuando voy con él no hablo, entonces pude escuchar los comentarios de la gente ‘mira los sorditos, cómo le dirá esto, cómo le dirá aquello’, decían. Hay mucha morbosidad de decir ‘imagínate cuando pasa esto o cuando están en esto cómo le harán’”, indica.

Florencia considera que no está mal que la gente se cuestione sobre la vida de las personas con discapacidad auditiva, pero sugiere que más allá de criticar deberían interesarse por entender el lenguaje de señas.

“Por ejemplo, en los servicios de salud no hay quién les entienda. Una vez me tocó acompañar a un compañero que traía un dolor muy fuerte, entró a consulta y le dieron medicamento para la garganta cuando en realidad tenía una infección tremenda en el estómago”, explica.


Visitas guiadas en Museos

Como parte de su aprendizaje en lengua de señas, Florencia colabora como intérprete en algunos museos de la Ciudad de México, dentro del programa cultural Pasaporte del Arte.

“Cuando llegan los niños lo primero que dicen ¿qué está haciendo ahí? Pero conforme se van dando cuenta de mi labor y hay quien se acerca y te pregunta ¿qué significa esto? Es padre porque después los niños llegan y te dicen ‘hola, cómo estás’ con el lenguaje a señas”.

Florencia asegura que una de las mejores experiencias de este trabajo es cuando puede hacer que los niños con discapacidad auditiva puedan disfrutar y entender lo que hay en los recintos.

“Una vez llegó una niña con su mamá a uno de los museos y, con el solo hecho de que hubiera alguien que le interpretara, despertó una gran alegría en la pequeña. Su mamá estaba muy agradecida y señaló que estaba muy bien que hubiera este tipo de apoyo”.


Apoyo a jóvenes con discapacidad auditiva

Florencia coincide con las personas que piensan que “cuando hay una persona sorda en la familia, toda la familia se debe declarar sorda”.

“Muchas veces criticamos a los sordos y decimos que son muy sentidos o reservados y es porque no entendemos cómo nos perciben a nosotros. Muchas veces nos pasa que estamos comiendo y nos reímos de algo y de uno de nuestros jóvenes se nos queda viendo así como ¿de qué se ríen? Entonces yo lo que hago es explicar paso esto, pasó aquello y así ya sabe lo que pasó”, aclara.

Asimismo, asegura que las familias no deben sobreproteger a los jóvenes, por el contrario, se debe encontrar la forma de que la persona con la discapacidad reciba los conocimientos necesarios.

“Se trata de que la persona no termine diciendo ‘soy sordo y ayúdame en todo’ o ‘soy ciego y ayúdame en todo’, no. Deben entender que a pesar de su discapacidad pueden valer por sí mismos. Sobre todo darles seguridad”.
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