Tierra de cárteles: el dilema de las autodefensas

Hector González
Todo menos politica
Autodefensas
Foto: Cuartoscuro

Michoacán y Arizona tienen una cosa en común: en ambos lugares hay grupos de autodefensa. Con motivaciones diferentes, ambos estados cuentan con cuerpos civiles armados dispuestos a llenar el hueco que a su modo de ver dejó el Estado.

Del lado de Estados Unidos, Nailer es un individuo que merodea la frontera para evitar que los cárteles ingresen a su país. Rifle al hombro, hace rondines con el ojo de quien va de cacería.

En nuestro país, el doctor Juan Manuel Mireles conjuntó a civiles dispuestos a hacerle frente al crimen organizado.

Cada uno a su manera tiene por norma hacer justicia por su propia mano. Cada uno también despertó el interés del realizador estadunidense Matthew Heineman para formar parte del documental Tierra de cárteles, mismo que llega a nuestro país después de haber cosechado los reconocimientos al Mejor Director y Mejor Fotografía en el Festival de Sundance.

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“Empecé a filmar a los grupos de vigilantes de Arizona. Poco después mi padre me envió un artículo sobre las autodefensas en Michoacán y decidí ampliar el tema para revisar lo que sucede en ambos lados de la frontera”, explica el director en entrevista.


Sin una posición antropológica, el cineasta se acerca a ambos personajes desde una perspectiva intimista.

“Me interesaban sus motivaciones. ¿Qué lleva a un individuo a tomar las armas y ejercer la ley por mano propia?”

Sin exponerla de manera literal, la pregunta se mantiene a lo largo del documental. Heineman los exhibe como hombres convencidos de sus creencias.

“Cada uno tiene un contexto diferente. En Arizona la violencia es teórica, el temor tiene su origen en la posibilidad de que grupos criminales crucen la frontera. En cambio en México, el tema es más visceral: a partir de 2007 se contabilizan más de 80 mil muertes; entonces estamos ante una violencia más inmediata”.

Un personaje complejo

Nueve meses de rodaje durante los cuales el equipo viajó de norte a sur. El tiempo y la presencia ayudaron a ganarse la confianza de los implicados. El resultado sobresale a simple vista, la cámara se acerca a momentos de introspección así como a episodios de tensión extrema. “Gracias a nuestra presencia pudimos establecer buena relación con los personajes y acceder a momentos cruciales”.

El filme registra operativos, escenas de tortura y los procesos que se realizan en los laboratorios de anfetaminas.

“Fue muy difícil rodar estas escenas porque yo no tengo experiencia como periodista de guerra; pero decidí hacerlo porque creo que son ejemplos de las consecuencias que acarrea un Estado débil”.

Cuenta el cineasta que entre más se implicaba con los personajes la historia se volvía más compleja: por una parte veía el ascenso de estas personas que buscan combatir el mal y, por otra, notaba su descenso al infierno al ejercer la justicia por su lado. “La historia toca temas elementales de orden y caos, del deseo de tener una ley, pero también de la existencia de un salvajismo aterrador y del desgobierno. Me sentí más motivado, casi obsesionado conforme la línea entre el bien y el mal comenzaba a borrarse”.

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Un rasgo que define a Tierra de cárteles es la búsqueda de una posición lo más neutra posible.

“La película no ofrece respuestas trilladas sino que presenta una historia que, en mi opinión, será interpretada y entendida de diferentes maneras. Es esta ambigüedad moral lo que me intriga, y lo que surge naturalmente de la historia y de los personajes. Para mí esta se volvió una historia atemporal del conflicto entre idealismo y violencia que resuena en el mundo actual”, expone el director.

Tan importante es la reflexión sobre el impacto de la violencia como lo es el trazo de los líderes. Nailer y Mireles son perfilados con sus fortalezas y sus debilidades.

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“Mireles, como tú o yo, es un ser humano complejo y con motivaciones diversas. No es un hombre plano; por eso era importante mostrar sus dimensiones y facetas. Más que decirte cómo es prefiero contar al personaje con todos sus matices. Más allá de eso, las conclusiones le corresponden al público. Lo mismo sucede con Nailer. No creo que importe la opinión del director. No me corresponde estar de acuerdo ni en desacuerdo; como cineasta no juzgo, me limito a capturar la realidad en México y en Arizona. Por supuesto, a través de la cámara expreso un punto de vista pero eso es lo más que puedo hacer”.

Acostumbrado a realizar documentales de corte social y político, Matthew Heineman confiesa que Tierra de cárteles lo llevó a pulsiones y circunstancias desconocidas. “Llegué a tener miedo no solo por mí, sino por mi equipo.

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Al principio pensé que estaba contando una historia de héroes y villanos, pero a medida de que profundicé en el tema descubrí que hay muchos matices que la convierten en algo muy complejo. Nunca imaginé el resultado; pero eso está bien, porque si algo me apasiona del documental es la incertidumbre”.