Me interesan los personajes en evolución: Masaaki Tezuka

Hector González
Todo menos politica
Me interesan los personajes en evolución: Masaaki Tezuka
Foto: Creative Commons/galactic.supermarket

Una de las virtudes del japonés Masaaki Tezuka es la paciencia: durante años se desempeñó como asistente de director; aprendió tanto de los buenos como de los malos realizadores; con ninguno trabajó tanto como con Kon Ichikawa, a quien acompañó en los filmes Koto (1980), La princesa de la luna (1987) y Villa de las ocho tumbas (1996), entre otros.

Hace unos días el realizador visitó México para hablar de su mentor, sobre quien explicó para Vértigo: “Ichikawa es un realizador de distintas facetas; quizá debería merecer la misma atención que Kurosawa”.

Con la escuela de la práctica Tezuka recibió la invitación para realizar su ópera prima a la edad de 45 años. Se asume como un director tardío, aunque sin lamentaciones dice que “la oportunidad me llegó en mi momento”.

La oferta no podía ser mejor para quien recuerda que la primera película que vio fue una del legendario Godzilla, el monstruo japonés por antonomasia y símbolo del desastre nuclear en la tierra del sol naciente. Así fue como tomó las riendas de la saga local dedicada al lagarto gigante con Godzilla vs. Megaguirus: estrategia de aniquilación G.

La experiencia fue tan favorable, que siguieron Godzilla vs. Meca-Godzilla y Godzilla: Tokyo SOS. “Cuando hice por primera vez Godzilla mis hijos estaban en primaria. Recuerdo que me parecía fundamental enviarles un mensaje y este fue: ‘No te rindas y lucha hasta el final, porque siempre habrá gente mala’”.

Masaaki Tezuka tiene escuela y especialidad en el cine de acción y efectos especiales, pero no a la manera de las grandes producciones de Hollywood: el suyo es un trabajo artesanal.

“Los años con Ichikawa fueron de gran aprendizaje. Cuando hicimos King Kong vs. Godzilla cada edificio era una caja trabajada por una persona. Con ese detalle construimos una ciudad. No importaba que en dos minutos todo fuera destruido. Actualmente en Hollywood se trabaja de otra manera: con una persona se diseña una metrópoli. En lo personal prefiero colaborar con 50 individuos; parte de la esencia del cine es el trabajo comunitario. Siempre trato de conservar detalles manuales. Me interesa mucho la calidez humana. Si te fijas bien, los monstruos trabajados a mano siempre parecen más reales. Desgraciadamente, con la digitalización cada vez es más difícil respetar lo artesanal”, indica.

En Japón monstruo se dice kaiju. Alrededor de estas figuras se ha hecho una tradición que va del cine al cómic y a la novela gráfica. “Los monstruos son consecuencia de algo —asegura el cineasta— y Estados Unidos supo explotarlos; gracias a esto es muy fácil atribuirles un significado o un mensaje sencillo. Todos obedecen a un origen y una razón de ser. Hoy se les atribuyen las explicaciones más complicadas. No es mi caso: me cuesta trabajo, por ejemplo, pensar la Godzilla de Norteamérica como un amigo de los seres humanos”.

Ajeno a pensar el cine de monstruos como personajes de simple entretenimiento, Tezuka cree en la importancia del mensaje tanto como en la tradición a la que pertenece. “Es muy sencillo: si al final vas a hacer tanto esfuerzo de producción y efectos, haz las cosas bien y dale un sentido a la historia”.

Para él, el reto de cada proyecto consiste en trascender la diversión y la risa. “Al margen de la pirotecnia me interesa crear personajes en constante evolución. Los efectos deben ir en función del personaje, no a la inversa”.

Sus filmes se distinguen en este sentido por vacuas aproximaciones a la figura del héroe, a cambio de la posibilidad de reacción en el ser humano. “No me interesa la heroicidad. Prefiero hablar de seres humanos que se esfuerzan por conseguir algo; la constancia y el trabajo es lo que nos hace crecer. En esencia todos somos débiles, por eso todos podemos ser héroes”.

En un sentido narrativo, la escritura visual del japonés se concentra en ir un paso adelante del espectador pero sin menospreciarlo. Sabedor de las tablas que otorga el oficio, no esconde ningún as bajo la manga. “¿Quieres que te diga mi secreto? La esencia es comenzar por el final. La fórmula consiste en preguntar: ¿cómo debo llegar a ese personaje? La historia es fácil. Si te quiero presentar a una mujer fuerte como resultado, al principio debe ser débil y sin personalidad; la fortaleza la adquirirá sobre la marcha, conforme vaya superando una serie de pruebas. No hay demasiadas vueltas, la cuestión consiste en ponerse del lado del espectador”.