El infierno son los otros

A cuatro años del conflicto en Siria, más de cuatro millones de personas han huido de ese país. 

Lucy Bravo
Columnas
A cuatro años del conflicto en Siria, más de cuatro millones de personas han huido de ese país
Foto: NTX

Mucha tinta se ha vertido para hablar sobre la indignación que provoca la insólita imagen del cadáver del niño sirio Aylan Kurdi tendido sobre la playa de Bodrum, Turquía, en medio de la crisis de refugiados que sacude a Europa, y aun así las palabras son insuficientes.

La imagen clavada en la mirada del mundo sacudió la conciencia de muchos, pero también reveló un aspecto más profundo del drama migratorio a nivel mundial: la incapacidad de los gobiernos y la creciente amenaza de la alienación.

La errática respuesta europea ante la crisis arroja demasiadas interrogantes sobre la falta de memoria histórica, ya que algunos países que vivieron en carne propia el drama migratorio en épocas de conflicto ahora voltean la mirada hacia otro lado.

Sin embargo, la reunión de emergencia de los ministros de Interior de la Unión Europea (UE) prevista para este lunes 14 de septiembre y la idea de crear un mecanismo permanente para distribuir a los refugiados en la zona son buenas señales.

A cuatro años del conflicto en Siria, más de cuatro millones de personas han huido de ese país y otras 222 mil han perdido la vida. Diversas voces critican al Consejo de Seguridad de la ONU por su incapacidad de poner fin a la guerra, a pesar de la crisis humanitaria.

Pero la crisis de refugiados se extiende más allá: en la actualidad el mundo afronta la mayor cifra de personas desplazadas, superando por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial los 60 millones de refugiados, de acuerdo con la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Mensaje

Ninguna región del mundo está por completo exenta de las consecuencias de los flujos migratorios. A su vez, los conflictos y la persecución que azotan a diversos países y poblaciones nos enfrentan a las realidades de una respuesta internacional lenta y descoordinado, lo que aumenta radicalmente los costos humanos, financieros y políticos.

Asimismo, en distintas partes del mundo los brotes de xenofobia y discriminación acaparan los reflectores y la narrativa política.

Además de arriesgar su vida, los migrantes y refugiados alrededor del mundo deben enfrentarse a crecientes discursos de odio que los acusan de todos los males que azotan a las sociedades como el desempleo, la inseguridad, etcétera. Es sorprendente que en países tan distintos como Estados Unidos, Alemania, Indonesia o Sudáfrica la reacción nacional sea tan parecida: el rechazo al extraño.

Esto refleja un problema de percepción exagerada de la “invasión” de los migrantes. Según la encuestadora IPSOS Mori, en los 14 países consultados la gente piensa que la población inmigrante alcanza más del doble del nivel real. Los ingleses creen que en su país los inmigrantes constituyen 31% de la población, cuando en realidad son 13%. En Estados Unidos opinan que son 32%, pero en realidad alcanzan también 13%, de los que además solo 3.5% son inmigrantes ilegales. La brecha es muy similar en otros países europeos.

A donde uno dirija la mirada, la migración es hoy uno de los mayores conflictos a nivel mundial. Del populismo de Donald Trump que enaltece al pueblo estadunidense y lanza promesas al aire que traerían consigo efectos sociales devastadores y daños permanentes a la economía, al nacionalismo de Nicolás Maduro que ha fijado su mirada en el pueblo colombiano como origen de todas sus desgracias, el mensaje es el mismo: el infierno son los otros, algo que muchos recordaron con la imagen del niño que naufragó en el Mediterráneo.