¿Hay futuro para la industria musical?

Sabemos que la de Apple es una cultura imperial, que no disimula su desprecio por los territorios conquistados. 

Pablo Reyes
Columnas
Hay futuro para la industria musical
Foto: Creative Commons/Web Summit

En Silicon Valley, zona sur del área de la Bahía de San Francisco, hay empresarios que parecen entender la necesidad de un negocio musical activo y estable. Una de estas compañías lleva una manzana como logotipo y se ha caracterizado por revolucionar la industria musical digital en el nuevo milenio.

Próximamente se estrenarán dos películas sobre Steve Jobs. La primera es una biografía basada en el famoso libro de Walter Isaacson y la segunda un documental aparentemente bastante crítico, el filme The man in the machine.

Así, pues, este tecleador se pregunta si alguna de ellas reflejará la visión de Jobs sobre la industria musical y plantea una pregunta retórica: ¿será que en la biografía de Isaacson se prestará más atención al amorío entre Jobs y Joan Baez?

Sabemos que la de Apple es una cultura imperial, que no disimula su desprecio por los territorios conquistados. Y es que Jobs logró dominar a las multinacionales musicales en un abrir y cerrar de ojos. Una vez sometidas, parecía que lo único que les interesaba era el acceso que le proporcionaban al mercado los grande ídolos, como Bob Dylan, y así dejamos de saber si el nuevo sistema implementado nos permitiría conocer a los Bob Dylan del futuro. Tal vez exagero, querido lector. Lo cierto es que hay empresarios que parecen entender la necesidad de un negocio musical activo y estable.

Proyectos

Uno de ellos, Dave Goldberg, quien incluso trabajó en la discográfica Capitol, reflexionó en gran medida sobre el modelo de disquera con posibilidades en el entorno digital. Lo desarrolló en un memorándum dirigido a Michael Lynton, directivo de Sony. El documento, como suele ocurrir, fue filtrado en las redes. Entre las propuestas de Goldberg, destacan los siguientes puntos.

1. La música está en vías de convertirse en un producto puramente digital. Las compañías necesitan transformarse para ese futuro.

2. No conviene renunciar prematuramente a los soportes físicos, pero los digitales tienen prioridad.

3. El negocio central es el catálogo, música con más de cinco años de antigüedad. Su explotación funcionaría como una empresa aparte.

4. Urge limitar los lanzamientos de nuevos artistas. Solo se mantendrán los que produzcan beneficios. No estarán subvencionados por los ingresos del catálogo.

5. Esos lanzamientos deben ser baratos, con contratos de duración limitada y mayor equidad en el reparto de beneficios (40/60, sugiere).

6. No interesan especialmente las superestrellas que exijan, por contrato, grandes inversiones. En todo caso, sus productos pasarían por pruebas de mercado.

7. Las sucursales internacionales prescindirán del producto local, excepto cuando den beneficios extraordinarios.

8. Urge facilitar el negocio de las plataformas de streaming y ventas digitales, crecer con ellas en vez de asfixiarlas.

9. Invertir en tecnología para prescindir de las sociedades de gestión de derechos, tipo BMI o ASCAP (o la SACM). Sus servicios son en realidad un impuesto.

10. El principio subyacente en todo lo anterior es la reducción de plantilla. Una discográfica necesitaría globalmente unos centenares de empleados, no unos miles.

No hace falta que se enoje, querido lector: a mí también me producen escalofríos muchos de los planteamientos. Pero Goldberg no llegó a ver la propuesta aceptada, ya que en mayo pasado, de vacaciones en México, falleció en un accidente ridículo... ¿Cómo su propuesta? Fin.