El Consejo de Seguridad de la ONU

México ha desarrollado una intensa actividad diplomática para obtener un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. 

Javier Oliva Posada
Columnas
Consejo de seguridad de la ONU
Foto: NTX

Uno de los principales temas que tienen que ver con la conmemoración del 70 aniversario de creación de la Organización de Naciones Unidas (ONU) es la revisión y, de ser posible, la puesta al día de algunas de sus principales estructuras de decisión. El Consejo de Seguridad, integrado por 15 países, de los cuales la República Popular de China, la Federación Rusa, Francia, Estados Unidos y el Reino Unido son desde la creación del Consejo participantes permanentes. Hay otros diez lugares que son rotativos y que procuran atender a una representación geopolítica.

En la actualidad lo componen: Angola, Chad, Chile, España, Jordania, Lituania, Malasia, Nigeria, Nueva Zelanda y Venezuela. México ha formado parte del Consejo de Seguridad en cuatro ocasiones: 1946, 1980-1981, 2002-2003 y 2009-2010. La relevancia de este órgano tiene que ver con sus recursos, capacidades y vetos para decidir operaciones de mantenimiento de la paz, autorizar acciones de intervención militar y, desde luego, promover la paz.

Aunque es una obviedad, las recientes y profundas transformaciones, pero sobre todo la emergencia de conflictos y antagonismos a los órdenes nacionales y regionales, ha generado la extendida inquietud en la comunidad internacional para que el Consejo de Seguridad sea ampliado en cuanto a los asientos de carácter permanente. Entre los países que han estado desarrollando una intensa actividad diplomática, tanto para modificar la estructura como para obtener un lugar, destacan: Alemania, India, Brasil, Sudáfrica, Nigeria, Arabia Saudita y desde luego México.

Sin embargo, pese a que se esperaban algunos pronunciamientos en ese sentido, la atención la captaron los conflictos en Siria y Ucrania, así como la promoción de una agenda mundial a favor de la equidad de género. Se trataron otros temas que parecían consensuados por la distribución de la carga financiera para el mantenimiento y funcionamiento de las Naciones Unidas, así como el inicio de los trabajos para una revisión exhaustiva de programas clave como el de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Efectos sociales

Es incuestionable que la complejidad de las situaciones nacionales o regionales que llegan a la violencia se han tornado difíciles para ser tratadas con los recursos convencionales del derecho internacional. La emergencia de actores no estatales, incluso los efectos sociales del cambio climático, han rebasado las condiciones de cooperación y coordinación que hasta hace poco resultaban efectivas. La multiplicación de acciones unilaterales, aunque justificadas desde la perspectiva de los países involucrados, sin embargo no es suficiente para alcanzar posteriores acuerdos que permitan la recuperación de la paz.

Por ejemplo, el inicio de los bombardeos aéreos de Francia sobre territorio sirio, el pasado 26 de septiembre, para contener y destruir la infraestructura bélica del Estado Islámico en Siria y Levante, es un dramático ejemplo de lo anterior. Las decisiones no pueden ser tomadas en el Consejo de Seguridad de la ONU, ya que el veto —recurso reservado solo para los cinco países con representación permanente— da paso a una escalada en donde cada una de esas potencias actúa en función de sus intereses. Las relaciones históricas entre Rusia y Siria han impedido, en efecto, una acción multilateral organizada y avalada por Naciones Unidas.

Ante ese panorama, México en el debate de la reconstitución del Consejo de Seguridad tiene una buena oportunidad para retomar su posición en la diplomacia mundial. Pugnar por un asiento permanente es un objetivo a conquistar.