Un gesto vacío en la ONU

Sin un Estado palestino independiente, una generación de jóvenes frustrados tomaron las calles para descargar su rabia.

Lucy Bravo
Columnas
Violencia en Medio Oriente
Foto: NTX

En las últimas semanas hemos visto una alarmante escalada de violencia entre Israel y Palestina, tras una serie de ataques perpetrados por jóvenes o “lobos solitarios” de la comunidad árabe en contra de policías y ciudadanos israelíes, lo que provocó que el gobierno de Israel desplegara a miles de soldados en las principales ciudades e instalara puntos de control en los barrios árabes de Jerusalén.

Algunos consideran que se trata de un movimiento surgido de forma no organizada y sin liderazgo definido, pero la ola de violencia que se extiende actualmente sobre Israel podría encarnar el inicio de una tercera Intifada.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, atribuye los ataques al extremismo árabe y asevera que es el propio presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, quien promueve la incitación y el desorden en Oriente Medio.

No obstante, la realidad política actual del histórico conflicto se muestra no como una justificación para la violencia, sino como una visión sobre el origen de la misma.

Sin un Estado palestino independiente viable a la vista, una generación de jóvenes frustrados por una vida bajo la ocupación, así como por las fallas de su propio liderazgo, han decidido tomar las calles para descargar su rabia contra el legado de su despojo. A su vez, la continua expansión de los asentamientos israelíes, considerada ilegal por parte de la comunidad internacional, aviva las llamas.

Por su parte, el presidente Abbas aprovechó su intervención ante la Asamblea General de la ONU para anunciar la desvinculación de la ANP de los Acuerdos de Oslo de 1993, que estipulaban la eventual independencia plena de Palestina y el fin de la ocupación de Israel, pero que según él han quedado en letra muerta desde entonces.

Silencio

En medio de la creciente tensión, el mutismo de los líderes mundiales se hace cada vez más evidente.

La Casa Blanca ha mostrado poco interés en la situación, a pesar de las conversaciones telefónicas que el secretario de Estado, John Kerry, sostuvo con ambas partes. Hasta el momento de la redacción de este texto, Kerry tiene previsto realizar una visita a Oriente Medio y Europa, pero se prevé que la agenda se vea dominada por la actual crisis en Siria y el combate a la amenaza del grupo Estado Islámico.

En otra señal de lo lejos que el conflicto israelí-palestino ha caído de la agenda mundial, el presidente Barack Obama no mencionó a Israel o Palestina una sola vez en su último discurso ante Naciones Unidas. Más aún: a pesar de que la bandera de Palestina se alzó frente al cuartel general de la ONU, junto a los 193 países que integran el organismo creado para garantizar la paz, a Palestina aún no se le reconoce como Estado ni como miembro pleno de la comunidad internacional.

El izado es simbólico, en un momento crítico en Oriente Medio, con un proceso de paz árabe-israelí completamente paralizado y unConsejo de Seguridad de la ONU dividido e incapaz de encontrar una salida a décadas de conflicto.

Pero si bien los simbolismos son importantes en la política, el gesto permanece vacío y no acercará a las partes a la paz sin una verdadera exigencia de los líderes mundiales de un compromiso inmediato a continuar con las negociaciones entre Israel y Palestina, sin más espejismos de por medio.