Unidos por cantos sefardíes

Su nueva empresa lleva por nombre El hilo invisible y puso en la mira los cantos sefardíes. Para la aventura convocó al Cuarteto Latinoamericano.

Hector González
Todo menos politica
Jaramar Soto
Foto: Tomada del Facebook de Jaramar

Como buena Leo le gusta dominar y seguir su instinto: Jaramar Soto lleva años emprendiendo proyectos que lejos de responder a intereses económicos obedecen a una vocación por buscar nuevas rutas musicales.

Su nueva empresa lleva por nombre El hilo invisible y puso en la mira los cantos sefardíes. Para la aventura convocó a otros músicos experimentados y curiosos: el Cuarteto Latinoamericano.

“La colaboración cristaliza un sueño”, cuenta Jaramar a Vértigo. Al hacer memoria se remite a 20 años atrás, cuando grabó Entre la pena y el gozo, su primer disco.

“Apenas decidimos reeditarlo y pensé que podría ser buena idea trabajarlo con el Cuarteto Latinoamericano; poco después se me ocurrió que sería mejor grabar canciones sefardíes”.

El vínculo de la cantante con estas piezas se remonta a un añejo proyecto teatral, ya que hace varios años montó canciones antiguas españolas para la apertura de una obra de Valle-Inclán.

“Aquel fue mi primer contacto con esa música y de inmediato no solo me enamoré de las piezas: sentí además una conexión muy natural”.

Todavía seducida por el encanto se sumó a grupos de música medieval. Durante diez años fue la vocalista de un conjunto de ars antiqua.

“Descubrí que era mi ámbito y mi universo. Nunca he dejado de estar en contacto con este repertorio”.
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La presencia del Cuarteto Latinoamericano obedece, además de a su talento y prestigio, a un interés por involucrar “arreglistas con un lenguaje contemporáneo capaz de llevar estas canciones a otro ámbito pero conservando su naturaleza exótica y apasionada”.

Los cantos sefardíes interpretados en “ladino”, “judezmo” o judeo-español ofrecen una dimensión melódica y sonora rica y sorprendente, y sus textos son bellos y vigentes en su contenido. Al ser expulsados de España por el Edicto de Ávila en 1492, los judíos españoles se despidieron cantando a la tierra que los había acogido durante 15 siglos; en el exilio lograron preservar esta sorprendente herencia musical a través de la tradición oral.

“Son canciones enriquecidas por el camino del exilio, que han llegado hasta nuestros días seguramente transformadas por las muchas bocas que las cantaron. Aun así, conservan la riqueza melódica y lírica de la música creada en una España, en la que se entrelazaron las culturas mora, cristiana y judía”, añade Jaramar.

Grabación orgánica

A lo largo de su trayectoria de más de 20 años y doce discos su trabajo ha hecho de la tradición su punto de inflexión. La desmenuza para asimilarla y moldearla a fin de producir una expresión artística personal.

En sus producciones reúne cánticos que dibujan un viaje que recorre la lírica popular y la expresión poética desde el medioevo hasta nuestros días. Y dentro de esta línea el repertorio sefardí ha sido un material recurrente y referencia importante en la definición de su carrera.

Con los arreglos de Javier Montiel, el violinista del cuarteto, y Juancho Valencia, el director musical de Puerto Candelaria de Colombia, el disco tomó nuevos y contemporáneos arreglos. La grabación tuvo lugar en la sinagoga Justo Sierra del Centro Histórico de la Ciudad de México. “El plan era ensayar juntos y después grabar en dos etapas: primero el Cuarteto y después mi voz”.

El método, novedoso para Jaramar, quien acostumbra grabar de manera conjunta con sus compañeros, reflejó el respeto hacia el proyecto por ambas partes. “En octubre del año pasado agendamos una semana para trabajar en marzo de 2015. Contamos un día de ensayo y cuatro de grabación”. El plan incluía la filmación de un documental que dejara testimonio visual de las jornadas.

Pero las cosas no siempre salen como se planean. El día del ensayo uno de los integrantes del Cuarteto Latinoamericano, Saúl Bitrán, no llegó a la sesión; proveniente de Boston, las nevadas retrasaron su vuelo.

A pesar de ello la jornada fluyó de tal manera, que el chelista Álvaro Bitrán propuso grabar todos juntos. “La decisión facilitó mucho las cosas y se hizo menos rígido el asunto. Al día siguiente, cuando llegó Saúl, alternamos la grabación de tres tomas con el ensayo. En día y medio teníamos todo el material”.

Lo siguiente fue la posproducción, para la que Jerry tenía ya todo listo. “Yo estaba muy pendiente de escuchar las primeras pruebas de edición, pero en realidad las correcciones fueron muy sutiles. Tanto para el Cuarteto como para mí este disco es un punto clave, porque lleva mi trabajo a un ámbito en el que yo no había entrado: el de la música para concierto.Ahora lo que viene es llevarla al ‘en vivo’, que será emocionante porque tienen el añadido de la energía del público. Esperamos hacer giras con este repertorio y que sucedan cosas”.