¿El principio del fin para Bush?

Jeb Bush falló en mostrarse como un político hábil para debatir.

Gabriela Guajardo
Columnas
 Jeb Bush
Foto: NTX

El pasado martes se llevó a cabo el cuarto debate entre los precandidatos republicanos a la presidencia de Estados Unidos: para Jeb Bush era un momento importante, puesto que a lo largo de su campaña no ha logrado destacar entre los demás candidatos.

Después de un par de semanas difíciles, con noticias que predicaban el fin de sus aspiraciones presidenciales y la fuga de donadores a la campaña de su contrincante Marco Rubio, Bush montó una campaña mediática previa al debate.

El heredero de la dinastía Bush relanzó su campaña con el eslogan Jeb puede arreglarlo. Hizo énfasis, en los medios y en sus mítines, en su experiencia como gobernador y en propuestas más apegadas a la realidad. Con esto se distinguió de los candidatos más extremistas del partido, como Donald Trump, Ben Carson y Ted Cruz, cuyas propuestas van desde deportar a once millones de inmigrantes hasta una reforma al sistema tributario con base en pasajes bíblicos.

Sin embargo, la verdadera competencia de Jeb Bush no son estos candidatos ultraconservadores, que si bien han logrado capturar la atención mediática, se desinflarán conforme se acerque la elección y los votantes busquen una opción más sensible: Bush tenía que preocuparse más bien de Rubio, quien es más moderado en sus posturas y a quien los donadores comienzan a voltear a ver como opción viable.

Un debate más

Una de las cualidades de Hillary Clinton es su experiencia para debatir. En el primero y único debate que se realizó entre los candidatos demócratas fue la indiscutible vencedora.

Defendió sus posturas sin titubear, se divirtió y, sin duda, le dio un nuevo impulso a su campaña: quien quiera vencerla en la elección general tendrá que estar a la par en los debates.

Del mismo modo, este último enfrentamiento entre los precandidatos republicanos era el momento de Jeb Bush para demostrar que daba la medida. Sin embargo, se volvió a perder entre la multitud. Y eso que en esta ocasión había solo siete personas más en el escenario.

El ex gobernador de Florida no supo insertarse en el debate, además de que titubeó para contestar algunas preguntas sobre política exterior.

En contraste, su joven contrincante, Marco Rubio, se mostró seguro de sí mismo, defendiéndose de ataques de los precandidatos más conservadores sin problema alguno. El senador de Florida parece haber leído los elogios que se ganó después del debate anterior, donde salió ganando en un encuentro con Jeb Bush y se posicionó como el líder.

El Bush menor perdió una gran oportunidad para demostrar en un escenario nacional que podría ganar en una batalla entre dinastías políticas. A pesar de sus propuestas sensatas y su campaña mediática falló en mostrarse como un político hábil para debatir.

Una cualidad que sin duda será indispensable para enfrentar a Clinton.