Creciente ola de separatismo en el mundo

Diversos países enfrentan tensiones internas ante el deseo de una parte de su población de alcanzar su independencia.

Arturo Moncada
Política
Separatismo
Foto: NTX

Decenas de conflictos separatistas, motivados por razones que van desde étnico-religiosas, pasando por lingüísticas y tribales, hasta como consecuencia de malos repartos del poder político, desigualdad en la distribución de la riqueza, intereses económicos y geopolíticos o geoestratégicos de grupos internos se registran actualmente en todo el planeta.

De hecho existen brotes secesionistas tanto en Europa como en Asia, África y, en menor intensidad, en nuestro continente.

Hay además tendencias que recurren al terrorismo como medida de choque y otras que buscan mediante medios legales alcanzar una progresiva independencia conforme a Derecho, como en los casos de Québec, Escocia y Cataluña.

Sin embargo, en esta última, el Parlamento catalán aprobó en días pasados —con 72 votos a favor de 135 posibles— una resolución para promover la inmediata independencia de esa región respecto de España.

El texto prevé que, en el plazo de un mes, empiece la tramitación de las leyes de proceso constituyente, de seguridad social y de hacienda pública que establezcan las bases de creación de la hipotética República Catalana.

La medida, no obstante, fue impugnada por el gobierno español ante el Tribunal Constitucional, el cual acordó por unanimidad suspender la declaración independentista y advirtió de sanciones penales a la Mesa de la Cámara, al secretario y a los miembros del gobierno del presidente catalán, Artur Mas, en caso de no cumplir la decisión o incurrir en nuevas iniciativas separatistas.

Identidad

Si bien cada conflicto debe analizarse por separado, la cuestión de identidad es una constante dentro de ellos, indica el doctor Armando Azúa García, coordinador de la licenciatura en Historia de la Universidad Iberoamericana.

“Sin duda todos los conflictos de separatismo tienen que ver con temas de identidad: cuando un grupo humano se siente identificado, se siente parte de un conjunto y no suele haber mayor problema. El conflicto surge cuando dentro de este grupo algunos individuos, que pueden ser algunos o pueden ser millones, empiezan a sentirse diferentes del resto del conjunto a partir de algún elemento: es en ese momento cuando van surgiendo los separatismos”, explica el especialista.

Hay ejemplos históricos, dice, “de cómo algunos grupos humanos que en un momento dado se sintieron parte de un colectivo, con el paso del tiempo cambiaron, digamos, este elemento de cohesión que les daba identidad. Como ejemplo, ahí está el caso de Bélgica: los belgas y los holandeses podríamos decir que forman parte de un grupo que en ciertos aspectos podría parecerse, puesto que hablan una lengua parecida, el flamenco y el neerlandés u holandés. Pero en el siglo XVI el motivo que los separó fue la cuestión religiosa. De ahí surgieron estos dos países. Sin embargo, en el siglo XX el tema religioso deja de ser prioritario y ya no es el que da sentido de identidad al grupo, sino la lengua. Vemos entonces que en el caso de Bélgica un grupo de personas que en el pasado se identificaban como católicos frente a sus vecinos del norte que eran protestantes, empiezan a distinguirse por la lengua que hablan. Si unos hablan francés, otros hablan flamenco: la lengua se convirtió en el nuevo motivo de identidad. Y así ocurre en el mundo: el elemento que daba coerción va cambiando”.

Nacionalismo

En Europa, en 2014 Ucrania afrontó la separación de Crimea y ahora enfrenta movimientos secesionistas en las regiones de Donetsk y Lugansk; Turquía confronta el movimiento separatista de los kurdos; Italia tiene líos en Lombardía; y Francia en Córcega.

En el Reino Unido se efectuó incluso el referéndum separatista de Escocia, donde venció el “No”. Y en España los movimientos separatistas del País Vasco, Andalucía y marcadamente ahora en Cataluña reflejan un gran descontento de sociedades y provincias en ese continente, considerado potencia social y económica.

—¿La idea de identidad de la Unión Europea está rebasada?

—El caso de la UE creo que también es paradigmático en cuanto a la creación de una identidad y, por lo tanto, de una supranación. Esta idea de la UE es muy fuerte durante los cincuentas y casi hasta los años noventas. En buena medida es una reacción a toda la destrucción y cansancio que se generó durante las guerras de los siglos XIX y XX, como la Primera y la Segunda Guerra Mundial dentro de Europa. En los cincuentas, cuando se crea la comunidad europea, cambia el enfoque con la intención de no seguir sufriendo estas guerras periódicas y los diferentes pueblos intentan buscar los elementos que los hace comunes y descubren maravillosamente que un alemán y un francés tienen mucho más en común que lo que tienen de diferente. Y es cuando empiezan a invocar este principio de la identidad europea basada en ciertos valores comunes, como la democracia, una tradición cristiana parecida en términos generales, las ideas liberales, etcétera. Durante la segunda mitad del siglo XX se apela más a lo que nos hace cercanos, que a lo que nos hace diferentes.

Así, explica Azúa García, vemos el gran avance que hay en los procesos de la Unión Europea y que se asemejan a un solo Estado. “Por ejemplo, el espacio schengen, que permite la libre movilidad de los ciudadanos; es decir desaparece el símbolo por excelencia del Estado-Nación que es la frontera y hay libre movilidad. Sin embargo, cuando el mito del gran progreso europeo se empieza a quebrar en algunos países a partir del cambio del siglo, surgen voces que denuncian a la UE y reivindican su nacionalismo”.

Uno de los primeros países que puso límites al proyecto de creación de la identidad europea fue Gran Bretaña, afirmando: “Sí somos parecidos, pero no tan parecidos”. Es la idea muy británica de la isla frente al continente.

En este sentido, apunta Armando Azúa, “encontramos el caso catalán, el caso vasco, el caso flamenco y otros más que aseveran: ‘Europa es una unión de naciones y nosotros los catalanes, o los vascos, somos naciones dentro de Europa y queremos ser naciones independientes dentro de la Unión Europea’. Se sienten más seguros en una gran Unión Europea que en un Estado concreto, como podría ser el belga o el español”.

En los setentas nadie hubiera pensando que en España iba estar a punto de separarse alguna provincia. En aquel entonces, de hecho, España estaba todavía bastante inmersa en la idea de la unidad del Estado español, que hoy se cuestiona bastante.

Pero la corriente nacionalista no solo se registra en Europa: en América, la provincia canadiense de Québec es un claro ejemplo de eso.

Es interesante, dice el experto, “cómo en Québec muchas de las instituciones reciben el nombre de ‘nacional’. Entonces, por ejemplo, el museo de la provincia se llama Museo Nacional. O el Congreso no se llama Parlamento como en el resto de las provincias canadienses: se llama Asamblea Nacional. Todo se llama ‘nacional’ y es porque la Constitución canadiense reconoce que Québec es un Estado binacional en principio. Y este quizá sería el caso emblemático basado en esta tradición francófona de la provincia de Québec, que incluso ha llegado a realizar legalmente plebiscitos para su eventual salida del Estado canadiense”.

En América Latina también pueden surgir estos movimientos: “En el siglo XIX fueron muy fuertes los micronacionalismos que dividieron a la Gran Colombia, conformada por lo que hoy son Ecuador, Venezuela y Colombia. Y a pesar de que hay más ejemplos considero que durante la segunda mitad de ese siglo estos movimientos se van calmando. En el siglo XX se registró una época de un gran nacionalismo que concretó esos movimientos. No obstante eso no garantiza que en un futuro esos movimientos nacionalistas no puedan resurgir. Por ejemplo, en Brasil algunos movimientos apuntan a una eventual reivindicación del sur frente al norte, que es donde está la gran mayoría de la población de origen africano. Nadie nos puede asegurar que en 200 años el mapa de América Latina, que hoy se ve tan estable, pueda llegar a cambiar. Estos movimientos pueden surgir en cualquier momento y en cualquier lugar”.

Colonialismo

Sin duda alguna, es en África donde el sentir separatista registra un sinfín de diversidad de causas, como el tribalismo, la etnicidad y la religión.

No obstante, las relacionadas con la manera en que las potencias coloniales delimitaron sus dominios, unificando territorialmente a etnias que habían tenido ancestrales querellas, son las que mas perjudican a esa región.

Hoy se registran en África más de 30 movimientos separatistas, entre los cuales destacan las luchas secesionistas de grupos fundamentalistas como Boko Haram en Malí y en Níger de los Tuareg; los Diola en Senegal y en Marruecos; el del Sahara Occidental igualmente.

También se presentan problemas de movimientos secesionistas en Mauritania, Argelia, Sudán, Sierra Leona, Angola, Kenia, Somalia, Togo, Ruanda, República Democrática del Congo, Uganda, Etiopía, Burundi y Liberia, entre otros.

—¿Cómo afecta la división impuesta durante el colonialismo?

—Bastante. Como ya comenté existen elementos que generan identidad, como la religión, la lengua, etcétera. En el caso de los países africanos, que también se puede dar en algunas naciones de América Latina o en Asia, tenemos otro elemento: la presencia colonial. Cuando estas potencias sin ningún tipo de consideración identitaria empezaron a trazar fronteras dentro de África no tomaron en consideración a los grupos que estaban o no identificados entre sí, dejándolos fragmentados entre dos Estados o en el nuevo Estado creado por esta presencia colonial. Así, grupos que en el pasado estaban enfrentados quedaron en un solo territorio y ahora buscan dividir al país o, al contrario, buscan a toda costa unificarlo.

También en Oriente Medio diversas naciones registran efectos separatistas por el colonialismo. No obstante, muchos de estos casos van ligados con los recursos económicos que suministran los territorios. Ejemplos de ello son Irak y Siria, que liberan una cruenta guerra contra el Estado Islámico: ambos países no solo afrontan los desafíos militares contra este grupo de fundamentalistas sunitas, sino la amenaza que representa para sus existencias como Estados, ya que el territorio que controlan son las zonas petroleras más estratégicas y preponderantes dentro del mapa petrolero mundial y, por ende, clave para los intereses estratégicos de las potencias en la región.

En cualquier caso, en los últimos años los movimientos separatistas han tomado notoriedad dentro de un mundo en el que, al parecer, no es completa la globalización.

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