Volver al origen

Aunque una acción colectiva internacional lograra eliminar al EI, es muy probable que surjan nuevos grupos terroristas. 

Lucy Bravo
Columnas
origen del terrorismo
Foto: AP

A poco más de una semana de los ataques terroristas en la ciudad luz el mundo sigue buscando respuestas: de Nueva York a Dublín se entonó La Marsellesa y los medios de comunicación se inundaron de discursos, debates y análisis que aún no terminan de explicar el velo que se desgarró el pasado 13 de noviembre, lo que hay detrás, la guerra de grupos extremistas contra la civilización.

No es un secreto que el viejo continente vive atrapado entre la tragedia terrorista y la crisis de los inmigrantes.

La errática respuesta de Occidente al surgimiento del grupo Estado Islámico (EI) fue el detonante de los grandes retos que ahora aquejan a Europa y a Oriente Medio. Y mientras los ciudadanos europeos viven en carne propia la impotencia de sus gobiernos, los partidos xenófobos se benefician sin escrúpulos de la tragedia.

¿Cambiarán los Estados europeos su posición hacia la afluencia de inmigrantes y refugiados? ¿Realmente se han fortalecido las capacidades del EI? ¿Estamos ante el preámbulo de la disolución del histórico Acuerdo de Schengen que permite el libre tránsito en 26 países europeos, fundamento mismo de la Unión Europea? ¿Será París un punto de inflexión en la estrategia internacional contra el terrorismo? Mientras las interrogantes aumentan, las respuestas se estancan.

Sin embargo, para poder entender el extremismo que amenaza al corazón europeo y la estabilidad internacional es necesario regresar al origen.

Contrario a las voces islamófobas contemporáneas, la violencia yihadista no es intrínseca al Islam y la vasta mayoría de musulmanes rechaza totalmente tales acciones.

El terrorismo yihadista es un movimiento político con base en la interpretación fundamentalista del Islam por parte de una minoría. Además la aparición de grupos radicales como el EI o Al-Qaeda es un síntoma de la amplia crisis de legitimidad y gobernabilidad en el mundo árabe, producto lamentable de décadas de interferencia occidental en Oriente Medio.

Mensaje

Pero el terrorismo promovido por el EI y otras organizaciones no se justifica por un resentimiento histórico: se trata de una ideología motivada esencialmente por la violencia y la ambición.

Con los recientes atentados en París, Ankara, Beirut y el ataque contra el avión ruso en Egipto, el EI busca enviar un mensaje tras sus pérdidas territoriales frente al crecimiento de la coalición internacional en su contra, incluyendo a Francia, que desde septiembre pasado comenzó ataques aéreos en Siria. La organización intenta demostrar que el costo de la lucha en su contra es el terror.

Pero el EI también tiene un objetivo estratégico a largo plazo: consolidar su control territorial en Siria e Irak para después ampliar su autoproclamado sistema de gobierno o Califato en todo el mundo musulmán y más allá. Para ello su ideología busca reforzar su narrativa de una antipatía intrínseca de Occidente al Islam y atraer aún más simpatizantes a su estandarte ensangrentado. Por lo tanto, si Estados Unidos, Francia y sus aliados lanzan una nueva cruzada en Oriente Medio para erradicar al grupo extremista y posteriormente fomentar un cambio de régimen en Siria, el mensaje del EI se vería reivindicado.

Aunque una acción colectiva internacional lograra eliminar al EI, es muy probable que surjan nuevos grupos terroristas en la región, hasta que no se logren crear instituciones estatales más legítimas y eficaces. Y la historia nos ha demostrado una y otra vez que eso es algo que un ejército invasor no puede hacer.

El hecho de que ningún grupo sirio, ya sea del gobierno de Bashar al-Assad o de la oposición, fuera invitado al inicio de las negociaciones del Grupo Internacional de Apoyo a Siria que se reunió en Viena, Austria, el pasado 14 de noviembre, demuestra que las potencias extranjeras simplemente no quieren entender el origen del conflicto.