París: el terror global

Francia tiene a la comunidad de musulmanes más numerosa de la UE. Una victoria de la convivencia y de los valores de la democracia laica.

Javier Oliva Posada
Columnas
Atentadso en París
Foto: AP

Estudiar, analizar y escribir sobre estos temas siempre resulta un difícil ejercicio personal para procurar establecer un casi imposible equilibrio entre las emociones y la prudencia que demanda el tratamiento de la muerte violenta de inocentes, como es el caso de los 129 asesinados en París el pasado viernes 13 de noviembre.

Ahora, con nuevos elementos, sin duda hemos entrado a una nueva y peligrosa etapa de incertidumbre.

Han muerto en París dos mexicanas, con doble nacionalidad, a manos de criminales terroristas franceses en su gran mayoría (hasta el momento siete de nueve localizados, según las investigaciones de las autoridades), con familia de origen marroquí, que planearon los atentados en Bélgica, se entrenaron en Siria, en una organización que se reclama como Estado —que no lo es—, cuyas fuerzas milicianas están integradas hasta por 20 nacionalidades diferentes.

Esa es la complejidad: un escenario de dimensiones nunca visto y que, por tanto, demanda medidas apropiadas e incrementales.

Varios son los aspectos que nos indican una grave escalada en la realización de estos actos de barbarie.

Por una parte, tres chalecos explosivos detonados en un lugar, el estadio de futbol de Saint-Denis, donde se encontraba el presidente de Francia, François Hollande, así como bombas en dos bares restaurantes, un café y una sala de música y baile.

Son lugares a los que van los jóvenes a divertirse, a socializar; en donde las mujeres se desenvuelven en condiciones de libertad y seguridad; lugares, en fin, donde la felicidad y la diversión se convierten en los objetivos principales.

Eso es lo que quisieron matar también los asesinos: la diversión y la felicidad de los jóvenes.

Asimismo, por vez primera se actúa mediante la inmolación para hacer aún más daño.

Antecedentes

En 2004, en la estación del tren de cercanías de Atocha, en Madrid, hubo 198 muertos, víctimas también de atentados explosivos.

Los responsables fueron acorralados por la policía en una habitación y al verse rodeados decidieron explotar el lugar con ellos dentro.

En los atentados de Londres en 2005 las mochilas cargadas de explosivos fueron abandonadas y solo en dos casos, por errores de manipulación de la carga, estallaron junto con los delincuentes terroristas.

Así que los cinturones con explosivos, en las muy usadas y populares mochilas a la espalda, se han convertido en nuevas e insospechadas armas para ser detonadas en aglomeraciones, sistemas de transporte o simplemente en la calle.

Sin dudarlo, la sociedad francesa, al igual que sus inmediatas reacciones ante los actos criminales del 7 de enero de este año, atendió a los llamados de solidaridad: a los pocos minutos de decretado el Estado de emergencia —lo que implicó limitar los desplazamientos por París y sus alrededores— se abrió #portesouvertes (puertas abiertas), que con 400 mil visitas en pocas horas ofrecía alojamiento para aquellos transeúntes que por las restricciones al tránsito no podían llegar a sus casas.

Eran ofrecimientos de desconocidos a desconocidos para pasar la noche en un lugar seguro, en vez de seguir el camino fácil de encerrarse y que Dios diga qué va a pasar.

Actuaron en apoyo abierto y decidido por sus iguales, como sucedió igualmente en los hospitales, donde se tuvo que solicitar a los medios de comunicación que pidieran que ya no fueran más personas a donar sangre para los heridos, pues ya se habían cubierto las necesidades de urgencia.

Objetivos

Francia tiene a la comunidad de musulmanes más numerosa de la Unión Europea (UE): representa 6% del total de su población, con casi cuatro millones de integrantes (según información del Departamento de Estado norteamericano). También vive allí la comunidad judía más grande de la UE.

Sin duda, una victoria de la convivencia y de los valores de la democracia laica. Afectar esos logros es lo que está en la mente perversa de los líderes terroristas: liquidar las muestras ejemplares de solidaridad de alemanes, austriacos, italianos y, desde luego, franceses, hacia los miles y miles de refugiados que huyen precisamente de la barbarie; propiciar la confrontación, la desconfianza, las expresiones de racismo y xenofobia, son sus metas.

Ya lo lograron con la reacción ignorante de 26 de los 50 gobernadores en Estados Unidos: la decisión del presidente Barack Obama de recibir a diez mil sirios ha enfrentado a los muros de la exclusión y el prejuicio. La verdad es que tampoco podíamos esperar mucho de ellos.

Sin embargo, nosotros también debemos vencer con más democracia, libertades y tolerancia.

Ese es nuestro reto y nuestra obligación.