Del tiempo y la comida

Un estudio sugiere novedosas razones por las cuales hoy nos resulta más difícil mantener el mismo peso que nuestros ancestros hace 30 años.

Daniela Suárez
Columnas
Hamburguesa y papas
Foto: Michael Stern/Creative Commons

¿Alguna vez te has preguntado por qué la alimentación ha cambiado? Seguramente has escuchado a familiares, tíos, abuelos o incluso a tus propios padres decir que la comida no es como antes o bien que hoy las recetas, los ingredientes y las porciones se han alterado. Ahora pareciera que por más que le echemos ganas, por más dietas que comencemos o por más que vayamos a nuevas clases en el gimnasio, nuestros esfuerzos no nos brindan frutos tan inmediatos.

Quizás hace 30 años era más fácil bajar los kilitos de más después del maratón Guadalupe-Reyes. Con tan solo regresar al régimen habitual de alimentación y retomar las rutinas cotidianas, el peso de las fiestas decembrinas desaparecía tan fácilmente como aquellos propósitos que tanto recitamos en Año Nuevo.


Estos cambios y estas dificultades tienen una razón de ser. Un estudio sugiere novedosas razones por las cuales hoy nos resulta más difícil mantener el mismo peso que nuestros ancestros hace 30 años, aun cuando la cantidad de comida y el ejercicio es similar.

Es decir, hoy un joven de edad promedio de 30 años que ingiere una dieta de dos mil calorías diariamente y hace aproximadamente dos horas de ejercicio a la semana tiene una mayor tendencia a pesar 10% más que un joven de 30 años en los ochentas.

Un equipo de investigadores de la York University en Toronto se dedicó a evaluar si la relación entre el número de calorías, la cantidad de ejercicio y la ingesta de macronutrientes (proteínas, grasas y carbohidratos) ha cambiado con el paso del tiempo. Para el estudio, los expertos han investigado la ingesta calórica de 36 mil 400 americanos desde 1971 hasta 2008, así como el ejercicio de 14 mil 419 entre 1988 y 2006.

Variables

Lo que descubrieron es que cuando los tres factores (calorías, ejercicio y macronutrientes) eran proporcionales, un individuo en la década de 2000 tendría una masa corporal de aproximadamente 10% mayor que una persona en 1988.

Jennifer Kuk, una de las autoras del estudio y especialista en la Escuela de Kinesiología y Ciencias de la Salud, asevera que “la comida y el ejercicio no son los únicos actores en la escena, podría haber otros cambios específicos que contribuyen al aumento de la obesidad más allá de la dieta y el ejercicio”.

Los factores que describen como posibles en estos cambios son: exposiciones químicas como pesticidas, plásticos y empaques que fomentan un desbalance hormonal. Otro factor es el cambio de microorganismos o microbioma en el sistema digestivo. Debido a que los estadunidenses consumen más carne hoy que hace dos o tres décadas y estos alimentos alojan más cantidad de antibióticos, esteroides y hormonas, esto puede generar un desbalance en los organismos digestivos.

Por último, los investigadores sugieren que el cambio en el peso podría tener relación con los antidepresivos, ya que un reporte del Center of Disease Control and Prevention’s National Center for Health Statistics afirma que el uso de estos medicamentos ha aumentado en Estados Unidos 400% desde 1988.

A pesar de que estos hallazgos no son definitivos y aún continúan las investigaciones, los expertos siguen buscando información valiosa para reducir el sobrepeso. Por el momento lo único que nos queda es apegarnos a los propósitos de la dieta y a las inscripciones en el gimnasio.