Ajuste de velas

El recorte del gasto público ya había sido de alguna manera adelantado por el secretario Videgaray.

Sergio Sarmiento
Columnas
Agustín Carstens
Foto: NTX

Una persona, una familia o una empresa que sufre una caída de sus ingresos no tiene más opción que recortar su gasto: vivir de la tarjeta de crédito o de los ahorros puede ser una alternativa durante un tiempo, sobre todo si se piensa que la caída de los ingresos es temporal, pero en el mediano y largo plazo no hay opción a menos de que se recuperen los ingresos.

Este 17 de febrero, en el último día de la visita papal a México, cuando ya el país empezaba a darse cuenta de que los problemas previos a la gira no habían desaparecido, se anunciaron una serie de medidas económicas importantes. El que el anuncio se haya realizado en una conferencia de prensa conjunta del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, subraya la importancia de la decisión.

El recorte del gasto público ya había sido de alguna manera adelantado por el secretario Videgaray. Lo que faltaba saber era el monto. Hoy sabemos que el recorte será de 132 mil millones de pesos, de los que 100 mil millones recaerán en Pemex.

Empezamos a entender por qué José Antonio González Anaya, uno de los administradores y financieros más eficaces del actual gobierno, fue recientemente nombrado director general de Pemex.

Otro elemento crucial que se dio a conocer en la conferencia de prensa del 17 de febrero fue la decisión de la Junta de Gobierno del Banco de México de elevar la tasa de interés de referencia. El aumento fue de medio punto porcentual para llevar la tasa interbancaria a 3.75% anual. Esta alza en el interés fue acompañada por la eliminación de las subastas de dólares con las que se han inyectado miles de millones de dólares en reservas al mercado cambiario sin lograr detener la caída del peso.

Estrategia

El aspecto más relevante de este paquete es, sin duda, el reconocimiento de que la depreciación del peso, que había sido presentada con anterioridad por las autoridades como un fenómeno poco importante, sí representaba un peligro para la economía del país. Durante meses el Banco de México se resistió a subir las tasas de interés y aplicó más bien, en coordinación con Hacienda, una política de venta de reservas para apuntalar el peso. La estrategia simplemente no funcionó. El peso ha sufrido una depreciación que amenaza no solo el nivel de precios locales sino las inversiones productivas. Elevar la tasa de interés es reconocer una realidad de mercado. Es saludable que la Comisión de Cambios, en la que participan Hacienda y Banxico, haya decidido cambiar de estrategia en este tema.

Las medidas que se anuncian son sensatas y coherentes. Recortar el gasto público cuando cae el ingreso no solo es sano, sino indispensable. Reconocer una realidad del mercado, como la que ha obligado a elevar las tasas de interés en México, no es una derrota sino una obligación. Dejar de inyectar dólares a un mercado que no reacciona es sentido común.

Sin embargo, no hay forma de saber si estas medidas serán suficientes para mantener la tasa de crecimiento de 2.5% que México registró el año pasado con una inflación baja. Hay una tormenta económica y afecta a la mayor parte del mundo. Es momento, sin duda, de ajustar las velas. La medida nos puede ayudar a enfrentar la situación con mayor ventura, pero la tormenta no desaparecerá. Y si la intensidad aumenta, las consecuencias aún podrían ser muy negativas. Quizá no sea el último ajuste de este año.