Tres medidas

El gobierno decidió actuar a tiempo con medidas dolorosas que garanticen la estabilidad del sistema.

Juan Gabriel Valencia
Columnas
Agustín Carstens y Luis Videgaray
Foto: Cuartoscuro

En medio del traslado de México a Ciudad Juárez del Papa Francisco para su última escala en su gira mexicana, algunas televisoras interrumpieron la señal de esa narrativa para transmitir en vivo la conferencia de prensa conjunta del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens.

Se trató básicamente de un triple anuncio que tendría —ya tuvo— consecuencias inmediatas.

El primero de los anuncios consistió en la aplicación de una medida preventiva de recorte al gasto público por 132 mil millones de pesos: 32 mil corresponderían al gasto público federal en rubros accesorios y/o prescindibles (¿eso existe en el gasto gubernamental?) y 100 mil más que serán detallados en el transcurso de esta semana y en los que Pemex reducirá su monto de inversión para 2016.

Un segundo anuncio fue el incremento, fuera de cronograma preestablecido, de la tasa de interés en medio punto porcentual, llegando a 3.75 por ciento.

La tercera decisión a adoptar en lo inmediato fue la cancelación de las subastas de dólares que hasta dos veces por día venía realizando el Banco de México para respaldar el tipo de cambio y que en el acumulado significaron una disminución en las reservas de 25 mil millones de dólares.

Expectativas

En cuanto al recorte del gasto público hay que decir que prácticamente ya no hay margen. México hace mucho tiempo que dejó de ser un país en el que se pueda meter la tijera en el gasto gubernamental sin que pase nada por tener un gobierno obeso e ineficiente. Eso es un mito inexistente. A pesar de agujeros de dispendio y falta de rentabilidad en algunos ramos de la administración pública, el gobierno mexicano es uno de los más disciplinados del mundo occidental en materia de finanzas públicas.

De manera que lo que se reduzca, sí afecta: en el empleo —posiblemente el despido de 25 mil trabajadores del sector público—, en algunas obras de inversión que a su vez atraen capital privado, y en una ligera contracción de la demanda agregada. Inflación controlada, pero quizá menor crecimiento económico.

En el caso de los 100 mil millones de pesos menos de inversión de Pemex, esta es una medida acertada que se toma con enorme retraso.

Entre 2008 y 2013 la inversión de Pemex creció anualmente más de 50% y su producción en números absolutos cayó más de 10%, con precios de más de 100 dólares por barril. La combinación de esas variables y esas incógnitas solo arroja un resultado: ineficiencia en todos sus ángulos, desde exceso de planta laboral, proyectos infructuosos, contrataciones y subcontrataciones infladas, una falla estructural de organización corporativa, una planta laboral con prestaciones e ingresos de primer mundo para estándares de competitividad y productividad lejísimos de comparar con las mejores empresas petroleras del planeta.

El incremento de la tasa de interés mantiene el atractivo del sistema financiero nacional como economía emergente, pero puede significar una contracción crediticia para las grandes empresas del país.

La cancelación de las subastas de dólares elimina la previsibilidad y la certeza en la sobrevaluación del peso, lo que frena expectativas especulativas, pero deja en manos del Banco de México el momento y el monto de intervenciones directas en el mercado para sostener un nivel determinado de tipo de cambio.

Es un buen escenario, oportuno, no exento de riesgos como cualquier recetario económico de coyuntura, en el que no todas las variables están bajo control de la economía nacional.