Europa: conflictos simultáneos en curso

Es muy interesante observar que en esta animada discusión en Europa toman parte tanto civiles como militares

Javier Oliva Posada
Columnas
Presidente de la OTAN
Foto: AP

Desplegar unidades navales de Alemania, Francia, Italia, España y el Reino Unido en aguas internacionales del Mar Mediterráneo para detener las barcazas repletas de refugiados genera una explicable e intensa polémica, al igual que la decisión del Parlamento húngaro de autorizar el despliegue de soldados —pero sin armas letales— para contener el flujo migratorio procedente de Croacia y que sube desde los Balcanes.

Ambos asuntos incrementan la tensión porque se recurre a medidas heterodoxas ante las que no se cuenta con ningún precedente.

No muy lejos de ese difícil escenario tenemos la guerra no declarada entre Ucrania y Rusia. Allí se observan unidades de artillería, soldados uniformados y con el armamento orgánico correspondiente, aviones de combate, despliegue de unidades provistas de misiles y el apoyo de poderosos radares y satélites. Es decir, un conflicto bélico convencional.

Disputas por territorios, por superficies marítimas, reclamos históricos de posesiones que ahora se adjudican uno y otro Estado, son algunos de los ingredientes que incentivan una notable carrera armamentista en la zona.

Tan es así, que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha establecido que para 2020 todos los países que la integran deberán dedicar al menos 2% de su Producto Interno Bruto al sector defensivo. Por su parte, Rusia ha comprometido 7% de su PIB para este año.

Responsabilidades

Así es como en un mismo escenario, Europa, tenemos conflictos que retratan con dramatismo la complejidad de la convivencia y el entendimiento entre naciones, culturas y pueblos a la vez que se desatan las aspiraciones y ambiciones para controlar, imponer y someter a quienes no se sumen a un proyecto específico de soberanía, integración y, por supuesto, de dirección política.

En este ambiente el recurso fundamental de las Fuerzas Armadas como componente y no como simple instrumento, recobra un papel —si es que alguna vez lo perdió— que adquiere responsabilidades, como en el caso de Hungría, y que necesita de instrumentos legales para actuar en función de las novísimas tareas asignadas.

La doctrina y adiestramientos militares, en el caso de los dos conflictos específicos aquí citados, que cuentan casi con los mismos actores sociales e institucionales, además de la adaptación requieren de la convergencia de instrumentos legales que permitan a las Fuerzas Armadas cumplir con oportunidad y profesionalismo las misiones encomendadas e impuestas por las autoridades democráticamente electas y cuya legitimidad es incuestionable.

De allí que la provisión de presupuesto también implique una muestra de compromiso respecto de la seriedad con que se demuestra el nivel de plena identidad entre las Fuerzas Armadas y las estructuras de gobierno.

Mientras tanto, en los centros de estudio especializados, públicos y privados, se discuten y analizan los contenidos de la nueva e indispensable doctrina militar que necesariamente afectará al adiestramiento.

Es muy interesante observar que en esta animada discusión en Europa toman parte tanto civiles como militares, con la finalidad de aportar elementos que faciliten la plena aceptación de que los antagonismos del siglo XXI ya están en plena actividad.

En la formulación de las capacidades de disuasión y respuesta militar que una nación puede dar ante un antagonismo desestabilizador, como es la violencia abierta, sin importar su procedencia, lo que sin duda representa el recurso más poderoso para contenerlo, someterlo y disuadirlo, es la identidad social. Una tarea de todo ciudadano. Interesante discusión la que se da en Europa.