Trump y México

El enojo, el resentimiento y la discriminación contenidos por décadas afloran en el diagnóstico y la promesa política de Donald Trump.

Juan Gabriel Valencia
Columnas
Donald Trump
Foto: AP

Avanzan las campañas de proselitismo rumbo a la elección presidencial en Estados Unidos. Falta mucho para el primer martes del próximo noviembre. Sin embargo, en los últimos tres meses se han perfilado algunas tendencias, aunque resten muchas interrogantes por resolver. Tal vez las principales.

Una de las sólidas tendencias de las semanas recientes es la conversión de un advenedizo en casi inexorable candidato del Partido Republicano a la Casa Blanca: Donald Trump. En contra de la opinión de propios y extraños, el personaje se ha manejado como pez en el agua con un discurso a la derecha del conservadurismo tradicional del republicano medio, que ha logrado que más de medio mundo en Estados Unidos y fuera se sientan ofendidos y sorprendidos de que las provocaciones y agresiones verbales del magnate inmobiliario pasen indemnes ante los electores de las primarias del Partido Republicano actualmente en curso.

Las réplicas y descalificaciones de las partes agraviadas (México, países islámicos, hasta Francia y Gran Bretaña) han tenido el destinatario errado, es decir, se han orientado a convencer de que están equivocados a los previamente convencidos de que ellos son los portadores de la verdad histórica y futura del sueño americano.

Yo no sé si como han dicho portavoces oficiales en diversas partes del mundo y analistas habitualmente serios Trump es un estúpido y un ignorante o solo dice estupideces y afirmaciones reflejo de ignorancia, lo que no hace sinónimo de esos calificativos al emisor del mensaje con los contenidos del mismo.

A muchos les pesará reconocerlo, pero a lo largo de los pasados seis meses es evidente que el staff de campaña de Trump diseñó una estrategia y un trabajo de investigación sociológica extraordinarios. Se amalgaman en el grupo íntimo desde jovencitas de 26 años hasta viejos operadores de diseño global de campañas y de trabajo de tierra, capaces, por un lado, de decir lo que una corriente republicana querría expresar acerca de su sistema político y sociedad en general y que no había encontrado ni el vocero ni el fraseo.

Esos pueden ser estúpidos e ignorantes, pero son tan votantes como otros (eso en México ya lo hemos vivido y seguramente lo volveremos a ver). El enojo, el resentimiento, el inmediatismo y la discriminación contenidos por décadas afloran en el diagnóstico y la promesa política de Donald Trump.

Tiempo

Y, por otro lado, han conseguido enganchar a los medios tradicionales en un debate que no puede perder ante sus electores, porque de antemano quienes no están de acuerdo simplemente no son escuchados, ya que sus planteamientos, tal como los ha formulado, son lógica y empíricamente irreductibles.

Las elecciones primarias las tiene ganadas. Qué pasará en la Convención Republicana en julio y más allá, está por verse.

¿México tiene que esperar en la puerta de su casa a ver pasar el cadáver de su enemigo? No. Todavía hay tiempo.