Los juegos del hambre

Durante las elecciones primarias de cada estado los resultados se traducen en una serie de delegados adjudicados a cada candidato.

Lucy Bravo
Columnas
Elecciones EU
Foto: AP

Al inicio de la contienda presidencial en Estados Unidos, el presidente Barack Obama se refirió al campo republicano como un grupo de candidatos lo suficientemente grande como para protagonizar “sus propios juegos del hambre”. Lo que jamás imaginó es que un año después este escenario se podría volver realidad: al parecer la única manera de detener a Donald Trump es evitar que llegue a la Convención Nacional Republicana de julio sin la mayoría de votos, desatando una especie de pelea a muerte entre todos los candidatos por la nominación.

Es importante recordar que durante las elecciones primarias de cada estado los resultados se traducen en una serie de delegados adjudicados a cada candidato: en el caso republicano hay dos mil 472 delegados en juego.

En un claro intento del establishment republicano por descarrilar la campaña de Trump, el ex candidato de los comicios de 2012, Mitt Romney, salió a denunciar al magnate como un farsante y dio indicios de la posibilidad de una convención impugnada o abierta.

Sin embargo, el letargo de las élites se prolongó demasiado y la apuesta por dividir el voto para evitar que Trump obtenga los mil 237 delegados que necesita para alcanzar la nominación en la primera ronda podría ser muy arriesgada.

Una convención impugnada significa que una vez que la primera votación ha terminado sin lograr mayoría los delegados ya no están obligados a adjudicar su voto a cierto candidato y pueden votar libremente, algo que no ha sucedido desde 1952.

Además, existe la figura de los 150 superdelegados que no tienen su voto “atado” a ningún candidato, por lo que el caos desatado al interior del partido se convertiría en un espectáculo en televisión nacional y el costo político sería enorme de cara a la elección general del próximo 8 de noviembre.

Muchos aseguraban que la única forma de enfrentarse a Trump era unirse en torno de una sola campaña —probablemente la del candidato más moderado, Marco Rubio— pero esto no ha sucedido y el multimillonario sigue acumulando victorias.

Seducción

Más allá de la especulación a estas alturas de la contienda podría ser demasiado tarde para robarle la candidatura a Trump, porque aun cuando su nombre no apareciera en la boleta su discurso de odio ha penetrado a un electorado disconforme y antipolítico.

No bastan sus elogios al fascismo de Mussolini, ni el apoyo del Ku Klux Klan a su candidatura para detenerlo: para los votantes de Trump la seducción populista es más poderosa.

Trump ha tocado las venas nacionalistas del electorado norteamericano y ha sacado lo políticamente incorrecto de la política. Trump ha legitimado ecos de violencia que muchos creían muertos y eso es algo que ni “los juegos del hambre” del Partido Republicano podrán erradicar.