Hay pocos directores brillantes y visionarios: Greenaway

Peter Greenaway en uno de los más entusiastas renovadores del lenguaje fílmico.

Hector González
Todo menos politica
Greenaway
Fot

A Peter Greenaway (Newport, Reino Unido, 1942) le preocupa la renovación narrativa y plástica del cine. A salto de mata entre la pintura y el séptimo arte, desde mediados de los sesentas comenzó a desarrollar el vínculo entre ambas disciplinas.

Desde entonces se ha convertido en uno de los más entusiastas renovadores del lenguaje fílmico. Gracias a las cintas El contrato del dibujante; La panza del arquitecto; El cocinero, el ladrón, el amante y su mujer; Los libros de Próspero; El bebé de Macon o El libro de cabecera ha obtenido reconocimientos por su contribución artística en Cannes, el Festival Internacional de cine de Guanajuato y dentro de las galas de los premios BAFTA.

Greenaway es tan elocuente como radical. Es un hombre de ideas claras y dispuesto a la discusión. Dadas sus inquietudes narrativas no es extraño que realice Eisenstein en Guanajuato, un biopic fuera de lo común acerca del paso del realizador ruso y pionero del montaje cinematográfico, Sergei Eisenstein, por nuestro país.

—De director a director, ¿qué clase de empatía siente con Eisenstein?

—Creo que hay muy pocos directores brillantes y visionarios, y él es uno de ellos. Una de sus ventajas es que estaba haciendo cine en 1920, cuando todavía no sabíamos lo que era. Al margen de propuestas comerciales, había gente como Luis Buñuel o Salvador Dalí que trataban de entender su relación con la idea de la esencia del tiempo.

Recordemos las películas silentes. Había además muchas posibilidades fílmicas y políticas; pensemos en la propaganda y su labor para esparcir el comunismo no solo en Rusia sino alrededor del mundo. El cine era importante y realmente serio, fue una herramienta de organización y civilización de los sistemas políticos. Eisenstein hizo tres extraordinarias películas: La huelga, El acorazado Potemkin y Octubre, por supuesto muy politizadas.

Sin embargo creo que no solo deberíamos recordarlo como un pionero y publicista del comunismo. La Capilla Sixtina de Miguel Ángel es un extraordinario ejemplo de propaganda del catolicismo romano, pero no pensamos en propaganda cuando hablamos de Miguel Ángel. ¿Entonces por qué sí lo hacemos con Eisenstein? Él era lo suficientemente talentoso, fuerte y serio, como para construir una mirada particular; desarrolló una habilidad para hablar en diferentes idiomas, para explicar una posición ideológica y hacer películas muy poderosas.

—¿Durante el rodaje de su película descubrió algo de Eisenstein que no sabía?

—Hice un descubrimiento personal cuando tenía 17 años. A esa edad eres muy fácil de impresionar y yo lo estaba por sus películas. Comencé a estudiarlo desde entonces. Sentado en la biblioteca a la media noche, entre 30 mil libros, me ponía a leer sobre su vida solamente para espiar su experiencia alrededor del mundo. Creo que la experiencia asociada con la figura del propio Eisenstein me dio la valentía para hacer una película sobre él.

—A partir del conocimiento que tiene de México y sus visitas recientes, ¿percibe algún tipo de vigencia en la película ¡Viva México!, de Eisenstein?

—Eisenstein nunca terminó su trabajo. Al pobre hombre nunca se le permitió editar sus películas. Estoy convencido de que la parte más importante de su película es la edición. Hace 20 años gente como él, responsable de la imagen, solía ser importante.

Ahora no lo son ni remotamente. Se puede hacer cualquier cosa: ponerlas blanco y negro; combinarlas; cortarlas; maltratarlas; dejarlas irreconocibles… No sé qué pensaría ahora que el cine ha avanzado tecnológicamente. Recordemos que era un gran experimentador. Si estuviera vivo seguramente estaría usando hologramas 3D, estaría a punta de cañón con toda la tecnología, porque estaba muy asociado con la de aquel tiempo.

Reinventar

—Usted suele decir que el cine ha muerto. ¿A qué se refiere exactamente, siendo que es un arte aún joven?

—Es muy joven, pero usa viejos esquemas. Cada filme se puede ver una y otra vez. Si en una película muestras tu experiencia, porque eres un cineasta profesional que no se deja regir por el público, entonces terminarás por abandonar el cine. Hoy con ver solo cinco minutos de una cinta puedes reconocer el clímax y saber que terminará al estilo hollywoodense.

No hay nada nuevo en el fondo. Una de las cosas que buscamos exhaustivamente es una nueva forma de hacer cine y creo que esto tiene que trascender nuestra actividad. No hay que buscar una historia en la vida, sino un frame en la vida. La vida se basa en frames creados por situaciones artificiales. Hay que cambiar estas nociones para reinventar el cine.

—¿Entre los directores actuales a quiénes sigue?

—Algo sorprendente, incluso para mí, es que realmente concuerdo con el cine comercial de Ridley Scott. Sus películas son brillantes a pesar de ser hollywoodenses; son mucho mejores que las de Kubrick o Scorsese. Creo que es un hombre que realmente entiende la imagen y la fotografía; únicamente desearía que no utilizara guiones comerciales.