El trabajo os hará libres

Debemos recordar que nuestro trabajo responde a una necesidad del mercado y no necesariamente a un ejercicio de superación personal.

Juan Pablo Delgado
Columnas
Trabajo arduo
Foto: José Carlos Cortizo Pérez/Creative Commons

¿Quién de ustedes no ha escuchado aquella frase que reza “haz lo que amas”? Hay incluso personas susceptibles a la cursilería que la llevan a un nivel más melcochoso: “¡Haz lo que amas y nunca más tendrás que trabajar en tu vida!”

Aparentemente inocuo, “haz lo que amas” (HLQA) se ha convertido en el mantra laboral de nuestros tiempos. Pero bien lo indica la escritora Miya Tokumitsu: que aunque esta frase nos haga sentir bien, la realidad es que esconde una filosofía sumamente perversa; una filosofía que nos lleva a devaluar el trabajo y —peor aún— a deshumanizar a la mayoría de los trabajadores en el mundo.

Vamos por partes… En primer lugar, basta con analizar un poco esta idea para percatarnos de que en el centro de HLQA se encuentra una corriente de ese individualismo narcisista que permea a las sociedades modernas.

Aunque esta frase ha existido desde hace tiempo, fue el otrora CEO de Apple, Steve Jobs, quien popularizó HLQA en la cultura contemporánea. En un discurso para la Universidad de Stanford, comentó que “el trabajo es algo que llenará gran parte de tu vida y la única manera de estar verdaderamente satisfecho es hacer un gran trabajo. Y la única manera de hacer un gran trabajo es hacer lo que amas”.

Bien menciona Tokumitsu que a nadie se le ocurrió cuestionar a Jobs sobre los miles de trabajadores explotados en sus fábricas de China; trabajadores anónimos que finalmente le permitían a este señor “hacer lo que amaba”.

Narcisismo

Y es precisamente aquí donde encontramos esa realidad siniestra que esconde HLQA. Porque al tomarla como válida nos encontramos apoyando de manera implícita a un mundo laboral separado por castas: uno donde algunos “iluminados” trabajan en lo que aman (cuestiones intelectuales o creativas), mientras las masas sin rostro se desempeñan en las actividades del submundo, ausentes de ese placer o reconocimiento que debería darles el trabajo.

La orden de HLQA nos lleva a ensimismarnos en un narcisismo por el trabajo propio, olvidando por completo las condiciones laborales de la mayoría de las personas en el mundo: aquellas que con su trabajo hacen posible el funcionamiento básico de una sociedad.

Tokumitsu lo explica: “Si trabajar en Silicon Valley, como publicista de un museo o en un think-tank, es esencial para poder desarrollarnos —o mejor dicho, para poder amarnos a nosotros mismos—, ¿qué pensaremos sobre la vida interna y las aspiraciones de aquellos que limpian cuartos de hotel o acomodan cajas en una bodega?” La respuesta es: absolutamente nada.

La filosofía de HLQA termina por afligir también a aquellos que tienen un trabajo que “aman”, ya que es por la creencia de estar recibiendo una gratificación inmaterial por su esfuerzo que el trabajador se vuelve susceptible a todo tipo de explotación y vejaciones laborales. En palabras de Tokumitsu: “Nada hace más fácil que los trabajadores acepten la explotación laboral, que convenciéndolos de que están haciendo lo que aman”.

En todo este embrollo debemos recordar que nuestro trabajo responde a una necesidad del mercado y no necesariamente a un ejercicio de superación personal. Porque de seguir pensando así seremos víctimas de la misma lógica perversa que llevó a los alemanes a prometerles a sus prisioneros que de trabajar obedientemente el “trabajo los liberaría”.

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