Democracia sin ciudadanía

El problema de la democracia no es de encanto-desencanto sino de participación cotidiana

Carlos Ramírez
Columnas
Ciudadanos
Foto: NTX

Algunas encuestas y percepciones analíticas han comenzado a señalar que la sociedad mexicana se encuentra desencantada con la democracia, aunque sin entender que la democracia es una variable dependiente de las acciones de la propia sociedad y en los hechos no es una conducta sino un procedimiento político.

El problema de la democracia no es de encanto-desencanto sino de participación cotidiana. En todo caso, lo que ha fallado no es la democracia sino la ciudadanía como comportamiento político participativo de la sociedad ante su realidad.

El proceso electoral para elegir este año gobernadores en doce estados es un ejemplo de la ausencia de ciudadanía: las guerras sucias, los perfiles manchados de los candidatos, la compra de votos con dinero o despensas, la ausencia de un discurso político en los candidatos y el afán de los gobernadores salientes de imponer a sus sucesores marca el escenario de una democracia sin ciudadanía.

En este concepto de democracia sin ciudadanía se puede localizar la verdadera crisis política de México, acreditada no tanto al PRI y sus afanes de mantenerse en el poder, sino a una sociedad sin articulación ni conciencia políticas.

Un caso que debe asumirse como laboratorio político es Veracruz: el gobernador priista saliente es el que más hundido se encuentra en el desprestigio social y su confrontación con sectores sociales y con un candidato priista a gobernador que ofendió y humilló en público el mandatario Javier Duarte, pero que representa los intereses del establishment. Si gana el PRI veremos a una sociedad motivada por el corto plazo.

Constructor

La ciudadanía es una conducta razonada de la sociedad en torno de su organización política que va más allá del exabrupto en redes sociales y del meme y se localiza en la capacidad de reflexión sobre el futuro. Ahí es donde han fallado los partidos opositores al PRI desde las crisis de 1968, 1988, 1994, 1997 y 2000. La oposición ha sido corresponsable de la ausencia de ciudadanía y por tanto de la democracia electoral controlada por los aparatos electorales.

La ciudadanía no es la sociedad del grito, de la protesta, del bloqueo, de las barricadas; la ciudadanía exige capacidad de información para la formación de sistemas de gobierno interrelacionados con la sociedad. Los partidos han tratado de reproducir estructuras electorales como las del PRI a sabiendas de que se trata de una historia particular y por tanto irrepetible. Peor aún: la oposición ha seguido el camino del PRI de controlar votos con despensas o programas asistencialistas.

La democracia la construye la sociedad y es funcional a la participación de esa sociedad en la toma de decisiones. Los partidos suelen ser el camino de participación política de la ciudadanía, pero todos los partidos políticos mexicanos han derivado en estructuras oligárquicas por su falta de democracia interna. La oposición debió haber sido el detonador de la ciudadanía, pero el PAN reprodujo el vicio priista del control vertical y el PRD y Morena son una calca del PRI porque sus dirigentes se formaron en el tricolor.

La decepción social respecto de la democracia debe asumir la responsabilidad de la sociedad respecto de los resultados. Hoy existe en México una democracia electoral de primer piso, pero estructuras partidistas de funcionamiento subterráneo. La democracia la construye la ciudadanía.