Cumple Teodoro González de León 90 años

“El arte se enseña copiando”, asegura

Redacción
Todo menos politica
Teodoro González de León
Foto: Secretaría de Cultura

El arquitecto Teodoro González de León cumple este 29 de mayo 90 años y, en el marco de la celebración, la Secretaría de Cultura difundió una entrevista donde el artista reconoce que piensa en la Arquitectura en todo momento: “A todas horas, hasta en los sueños. Justo hoy me desperté en la mañana porque en el sueño resolví una duda que tenía sobre lo que estoy haciendo para la nueva Plaza del Cine Manacar”.

Sobre este proyecto abundó: “Lo que busco en cada una de mis obras es que la arquitectura responda al lugar, se vuelva un faro en el lugar, un faro hermanable que la gente sienta que está instalado allí, que el espacio público la ‘respeta’ o la penetra. La tarea numero uno de la arquitectura es instalarse en la ciudad y hacerlo bien para que el paso del Sol bañe a la forma y para que la forma se hermane en el lugar y lo irradie. La arquitectura es un objeto para servir, vivimos en ella, no podemos desprendernos del espacio que crea”.

Teodoro González de León nació en la Ciudad de México en 1926. Siendo niño su familia se mudó a San Ángel. Su madre, que había estudiado en Francia, poseía una biblioteca en la que el niño Teodoro descubrió los primeros diseños.

“Siempre me interesó el arte, las estampas. Mi madre, que había estudiado en Francia y hablaba muy bien ese idioma, tenía muy buenos libros plenos de ilustraciones, y recorrerlos era para mí conocer también la historia”, recuerda.

Considerado uno de los arquitectos más notables de México y Latinoamérica, la casa de su niñez tenía un jardín y un patio enormes. “Mi padre me puso un maestro de pintura y comencé a dibujar muy joven. No tengo ningún pariente arquitecto, pero fue a través de las artes plásticas, hermanas de la arquitectura, no en una relación lineal, que supe que el espíritu de las formas que se contagia como un efecto poético”.

La casa de su niñez estaba contigua a la que habitaban Diego Rivera y Frida Kahlo, que fue diseñada por Juan O’Gorman. En su memoria abriga que su madre se escandalizó por los colores el rojo, azul y negro con los que estaba pintada la casa de Diego, aunque él entendía que “era una casa vanguardista”. Desde entonces sintió una fascinación por la geometría, una propensión por los problemas matemáticos para imaginar un espacio habitable. Pero también una seducción por los materiales más que por el color.

Me interesa el color de los materiales pero no la pintura, la arquitectura pintada no me interesa, no me llega. Yo necesito ver la materia que carga, el concreto que carga, o el acero que soporta y se ve, me gusta que el material exprese como está soportado y no sea un color”.

Teodoro González de León estudió en la Escuela Nacional de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México. Y también tomó clases de grabado en San Carlos. De 1942 a 1947 trabajó con Carlos Obregón Santacilia, Carlos Lazo Berreiro y Mario Pani. Participó en el anteproyecto de la Ciudad Universitaria de la UNAM con los arquitectos Armando Franco y Enrique del Moral.

Becado para estudiar en Francia, fue discípulo durante 18 meses, allá por 1947, del teórico de la arquitectura, ingeniero, diseñador y pintor francés Le Corbusier y colaboró como residente en la Unité d´Habitation de Marsella.

“El arte se enseña copiando, se empieza copiando siempre; entonces yo empecé copiando a Le Corbusier. Uno copia no en una forma exacta, sino el espíritu de esa obra que esta uno viendo y tratando de copiar, que salga con la pureza del modelo; eso es muy difícil, pero si lograra hacer una copia, que es una recreación de un modelo, eso es aprender a hacer la arquitectura”.

La mayor parte de su obra se concentra en la Ciudad de México, realizada durante décadas en conjunto con Abraham Zabludovsky, fallecido en 2003, conservando ambos despachos importantes y colaborando en sociedad a nivel práctico.

Algunas de sus trabajos son la remodelación del Auditorio Nacional; la concepción del Museo Tamayo, el edificio del Infonavit, El Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica, la Universidad Pedagógica Nacional de México (estos tres últimos congregados en un conjunto arquitectónico en Picacho, Ajusco), el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM, o la Plaza Reforma 222, en Avenida Paseo de la Reforma. Estas edificaciones se han convertido en símbolo y referencia de la Ciudad de México.

González de León no sólo ha sido reconocido en México, sino también a nivel internacional. Su talento y dedicación han sido recompensados con premios y reconocimientos entre los que sobresalen el Premio Nacional de Artes 1982, el Gran Premio de la Bienal de Sofía, Bulgaria, de 1988 y el Premio de la Bienal de Buenos Aires, Argentina, de 1991. Tiene el nombramiento de miembro honorario del American Institute of Architects, la Academia de Artes, la Academia Internacional de Arquitectura y del Colegio Nacional.

A unos días de cumplir 90 años, González de León afirma que su salud es estupenda y que todos los días dedica media hora a hacer gimnasia y casi una hora a nadar, mientras el resto de las horas se mantiene activo pensando en cómo resolver “la manera de vivir que exige la arquitectura”.