Antonio Turok

El fotógrafo mexicano hace un recuento de sus cuatro décadas y más de 50 mil negativos que ha tomado como trabajador de la lente 

Masha Zepeda
Columnas
La semilla y la esperanza
Foto: Antonio Turok

Bajo el contundente título de La semilla y la esperanza. Las luchas armadas vistas por Antonio Turok, que refiere con ilusión la continuidad de la vida, el gran fotógrafo mexicano hace un recuento de sus cuatro décadas y más de 50 mil negativos que ha tomado como trabajador de la lente y documentalista con una mirada única, así como un olfato especial para atrapar la imagen en el momento justo.

Contados son los fotógrafos que han tenido esta oportunidad que generosamente Antonio Turok (Ciudad de México, 1955) se ha dedicado a compartir con el mundo, con el claro entendimiento de que ha tenido la fortuna de estar armado con su cámara en momentos que han determinado la historia reciente de nuestro país, de Centroamérica y del planeta entero.

Todo comenzó en 1973, cuando se mudó a vivir a San Cristóbal de las Casas, Chiapas: “Podía huir de la Ciudad de México y explorar una cultura distinta a la mía”.

En un principio solo le interesaba capturar la belleza a su alrededor, pero poco a poco y de manera inconsciente fue armando un archivo documental único e impresionante, como lo muestra esta exposición que presenta el Centro Cultural Tijuana y que se divide en cinco secciones, todas con el común denominador de representar conflictos sociales y políticos que a él le ha tocado fotografiar en los distintos lugares en los que ha vivido o desarrollado su labor.

El recorrido inicia en Chiapas, donde después de su cercanía con las comunidades indígenas uno de sus intereses primordiales es difundir el levantamiento zapatista de 1994 y los refugiados guatemaltecos, para después mostrar el movimiento armado en El Salvador, la Revolución Sandinista, el movimiento magisterial en Oaxaca y los ataques terroristas a las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.

La muestra, curada por Emma Cecilia García Krinsky tras dos años de arduo trabajo, finaliza con cuatro cajas de luz donde se pueden recorrer hojas enteras de negativos para fortuna del espectador, que además ve en cada una de sus imágenes la técnica tradicional de la fotografía al ser tomadas con cámara análoga e impresión en plata sobre gelatina.

Oportunidad

La historia ha alcanzado a Turok: cuando inició el levantamiento zapatista se topó con él al ir caminando en las calles del centro de San Cristóbal de las Casas en la madrugada del 1 de enero; lo mismo le pasó en Oaxaca (ciudad a la que se mudó hace unos años) y finalmente en Nueva York, cuando le tocó el atentado que desencadenó la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo.

A decir del propio Turok “estas imágenes no han sido fáciles de tomar, pero de la ceniza vuelve a nacer la esperanza”.

Esta estupenda muestra de Antonio Turok tiene la doble fortuna de unir grandes tomas, composiciones, luces y magia con un contexto histórico real que ofrece a las nuevas generaciones sus antecedentes inmediatos. Es, sin duda, una oportunidad única y que debe ser vista en muchas partes de México y del mundo.